La conformación de la aproximación práctica

Par définition, le sujet connaissant se met hors de cet espace pour la penser, et, du même coup, il le pense comme problème, alors que l’une des propriétés de la relation R2 [del campo al habitus] (relation de conditionnement, d’incorporation) est, précisément, que le monde ne fait pas problème (Sociologie générale, Vol I, Clase 12 octubre 1982, p. 248)

El sociologismo, para usar esa palabra, de Bourdieu se muestra en muchas ocasiones, una de ellas es aquí. Cuando lo social se incorpora en la persona (cuando genera el habitus) lo que hace es hacer que el mundo no sea problema. De acuerdo a Bourdieu pensar el mundo social como problemático sería una marca del pensamiento escolástico, no de la aproximación práctica.

Sin embargo, el mundo es problemático, y la aproximación práctica (la diferencia con una visión escolástica) surge precisamente porque vivir es problemático. Se ha supuesto muchas veces que la vida cotidiana (y todas sus categorizaciones y tipificaciones) se hacen para des-problematizar la vida y que las cosas sucedan como de suyo. La vida cotidiana es ausencia de problemas (pura vida sin fricción) y que cuando aparece un problema es que salimos de la vida cotidiana: Caminar no es problemático y por eso, precisamente, es cotidiano.

Ello olvida la razón de esa no-problematicidad: Para permitir que la atención se enfoque en lo que sí es problemático. Simplificamos el mundo para poder actuar en aquello que no está simplificado, y esa diferencia entre el fondo sin problemas y el primer plano que sí lo es, es lo que constituye la aproximación y la vida práctica. En la vida cotidiana estamos continuamente resolviendo cosas, y eso requiere una acción (no va simplemente de suyo que se resuelvan), y para resolverlos es que usamos todas las herramientas ‘prácticas’. Pero como todas las cosas prácticas, se realizan y se usan para algo.

Si la vida no fuera problemática, no existiría la vida práctica. Sin problemas, bien sería posible dedicarse a la vida ‘escolástica’ (que ha sido siempre considerada una marca de quién no tiene que preocuparse ni vivir en la práctica).

Si se quiere, y a ello se debe la primera frase, el principal error del sociologismo es pensar que los esquemas de las estructuras sociales (que, al fin, son siempre genéricos) pueden por sí solos reproducir la vida social. Pero ello no es posible porque en la concreción de la acción siempre hay fricción (porque cada situación es siempre más compleja que cualquiera regla estructural, porque al fin cada situación está compuesta de más elementos que los ‘puramente’ sociales) -y esa fricción garantiza el que la vida es problemática, que es por ello que nos ordenamos prácticamente hacia ella, y que no se puede entender la vida social sólo ‘socialmente’. En la vida pasan cosas y se realizan acciones, y ese pasar y ese accionar no se entienden como parte cuando se piensa que ‘el mundo no hace problema’

Sobre las concepciones de la acción. Libertad y coerción.

Leyendo un texto reciente de Jorge Chuaqui, Estructura Social, Poder y Persona (2019, RIL) me encontré con una cita que creo que ilustra muy bien una diferencia muy de base en cómo se concibe la acción y su relación con la libertad, y que muestra algunas de las ramificaciones de la vieja distinción entre libertad negativa y positiva de Isaiah Berlin.

Desde este punto de vista, el dinero, refrendado por el Estado en que dicho dinero es legítimo aparece como la forma más generalizada de la coerción económica (Segunda Parte, Capítulo 3, 3.1, p 150)

La diferencia es la siguiente: Algunos percibe que en tanto hay alternativas no hay posibilidad de coerción (siempre puedes elegir). Otros perciben que en cuanto tus alternativas son limitadas de algún modo ya no hay libertad (porque no puedes elegir simplemente lo que deseas). Luego el intercambio económico, en particular trabajo por dinero, en el primer caso es un caso paradigmático de libertad: cada quien siempre tiene alternativa. En el segundo no lo es, porque la diferencia entre lo que ocurre entre las alternativas es tal que no ocurre que simplemente elijas lo que desees (para vivir necesito dinero, y para obtener dinero habrá que aceptar este trato): el hecho que se me presenten alternativas con consecuencias muy distintas afecta mi elección y la vuelve no libre. En particular, consecuencias que son diferentes de las directas de la acción. Elijo hacer tal cosa porque me gusta es una consecuencia inscrita en la acción; termino haciendo tal cosa aunque no me gusta mucho porque es la forma en que consigo dinero es una consecuencia que no está inscrita como tal en la acción.

En el primer caso, entonces la idea de una coerción puramente económica no tiene sentido: a menos que exista la amenaza de violencia física no opera la noción de coerción. En el segundo caso, la idea es perfectamente normal, porque coerción aplica a cualquier situación que afecta y limita tus elecciones, y luego el intercambio económico hay coerción aunque no opere a través de la violencia física.

La libertad ya sea como capacidad de elección o como hacer lo que se quiere sin límites. La coacción como violencia física o como cualquier forma en que se afecte mi deseo.

Más allá de ubicarnos en este debate (y el texto que citamos claramente está ubicado en la segunda posición) lo que nos interesa destacar es un hecho básico y evidente: La condición humana es una en que -al mismo tiempo- sucede que: (A) Siempre hay alternativas de acción, las consecuencias de la acción pueden ser muy distintas, en el límite volviendo sólo una ‘viable’, pero formalmente siempre hay alternativas. (B) Y sucede al mismo tiempo que nos enfrentamos a unas circunstancias del mundo ya creadas que afecta nuestras decisiones y vuelven prácticamente imposible que siempre pueda hacer lo que quiera sin mayor preocupación. Eso da, por cierto, bases a ambas posiciones -siempre se encuentran esas situaciones. Puedo decir que ‘si no te gusta te vas’ [renuncia, eres despedido] es una muestra de capacidad de elección y luego libre (puedo irme) o verlo como forma de coacción (porque irse tiene consecuencias altamente negativas) y luego no libre.

Si se quiere estas dos concepciones de libertad siempre estarán con nosotros porque son reacciones a características estructurales de nuestra condición en el mundo. Nos entrega, con claridad, la base emocional de esas diferencias. Por un lado, puedo centrarme en el tema interior (‘yo siempre puedo evaluar alternativas’) que lleva, si se quiere, a una visión como la de los estoicos: Un esclavo puede ser internamente libre (Epicteto, uno de los principales filósofos estoicos era, de hecho, esclavo). Por otro lado, si me concentro en las condiciones externas siempre presentes, que la libertad es inalcanzable (o que mantiene, como dice Pessoa en el Libro del Desasosiego que ‘la libertad es la posibilidad de mantenerse aislado’, 283): los otros son el infierno como decía Sartre, porque sólo sin ellos puedo ser ‘libre’.

Las concepciones de libertad negativa y positiva de Berlin están en sintonía que lo anterior. La visión negativa, por un lado, centrada en la existencia de alternativas y observando falta de libertad sólo cuando hay coerción física. La libertad positiva, por otro lado, centrada en la capacidad de poder actuar tenderá a observar coerción en cuanto se limitan las acciones. Sin embargo, las bases de estas reacciones que hemos discutido son más amplias y las sobrepasan.

El hecho que estemos ante una condición estructural que hace que esos dos elementos estén siempre presentes, daría para concluir que una adecuada concepción de la libertad debiera reconocer e integrar la perenne existencia de alternativas y la situación basal que siempre hay condiciones afectantes. Ni lo uno basta para sostener la libertad (porque siempre hay formalmente alternativas y distinguirla por ausencia de coacción física no parece ser tan claro porque sólo usar ese caso) ni lo otro para negarlo (porque siempre hay condiciones). Identificar las situaciones cuando nos sentimos efectivamente libres, o sea cuando tenemos opciones que nos parecen significativas y viables, sería un paso hacia ello.

Con las últimas reflexiones nos acercamos a temas de filosofía política, y me gustaría cerrar observando que esta observación es de índole sociológica: Es intentar describir dos actitudes y dos reacciones frente al tema de la (libertad de la) acción.

Entre el pluralismo de las lógicas de acción y el uso de una lógica paradigmática de la acción.

Una de las características distintivas de la sociología es su preocupación por la diversidad de posibles acciones y de lógicas de acción. Tenemos la clasificación de Weber (tradicional, afectiva, racional acuerdo a valores, racional de acuerdo a fines). Pero también podemos establecer las orientaciones detrás del esquema AGIL de Parsons y su idea de medios simbólicamente generalizados hay también una diferencia de modos (entre la influencia y el convencimiento, entre la incitación y el dinero y así). O más recientemente tenemos las distinciones de Habermas entre acción estratégica y comunicativa. Thévenot ha distinguido tres modelos de acción: la acción pública, que se orienta hacia otros, una acción individual de elecciones y autonomía, y una acción práctica, rutinaria (en L’action au pluriel, Éditions la Découverte, 2006). Y así uno podría continuar con más casos.

Pero al final, a pesar de esa declaración, suele suceder que esas diversas acciones son pensadas desde una forma, que opera como un paradigma teórico. Lo que sucede es que se toma una forma como modelo y se lo extiende a otras formas de acción, y en el mismo momento que se establece una pluralidad queda una acción ocupado la primacía.

Así, en algunos casos es el intercambio mercantil, y en particular el mediatizado por la moneda, aparece como el paradigma. Es lo que hace Parsons, donde toda la idea de los medios simbólicamente generalizados son una forma de extender conceptualmente la idea del dinero: ¿Qué opera entre los otros modos que sea equivalente a lo que hace el dinero en la economía? Es desde el paradigma del dinero que se piensa el poder o la influencia como medio simbólicamente generalizado. En algún sentido, se ha analizado la tipología de la acción de Weber bajo la misma lógica: Que todo deriva como simplificaciones de la acción ‘plena’ que es la acción racional orientada a fines (zweckrational).

En otros casos, es la lógica política la que aparece como la entregando el paradigma. Así, Lordon, que parte de unos presupuestos muy distintos(un análisis spinoziano de los afectos que intenta darle fundamento y desarrollar los análisis de Bourdieu) y entonces en la cita lo que hace es tomar como modelo que se extiende a otros elementos la idea política de la soberanía: La moneda se entiende a partir de la noción de soberanía, que es la que tiene la estructura basal de toda institución.

A ce sujet, c’est une fameuse intuition qu’auront eue, hors de toute intention spinoziste, Michel Aglietta et André Orléan en parlant de la monnaie souveraine , décalage décisif pour détacher le concept de souveraineté des usages exclusivement politiques auxquels il était rivé et l’appliquer à une toute autre matière institutionnelle (Fréderic Lordon, La société des affects, 2013, Paris, Du Seuil, Cap 6, p. 205)

¿Y cabe alguna duda que, por ejemplo, cuando Habermas realiza sus distinciones entre lógicas de acción, es la acción comunicativa la acción social por antonomasia? La acción instrumental es una versión bastarda de la acción que realmente da cuenta de la naturaleza social de la acción. Así, por ejemplo:

En este sentido, lo que al principio llamábamos «empleo del lenguaje orientado a las consecuencias» no es un modo originario del uso del lenguaje, sino la subsunción de actos de habla que sirven a fines ilocucionarios, bajo las condiciones de la acción orientada al éxito (Jurgen Habermas, Teoría de la Acción Comunicativa, 2010 [1981], Madrid, Trotta, Cap 3, p. 338).

Si se quiere, hay una cierta contradicción entre la diversidad de la acción, que representa una de las intuiciones básicas de la disciplina, y el hecho que tantas veces se termina promoviendo un tipo de acción como preponderante, la acción desde la cual se mira al resto. Es como si al determinar que hay diversos tipos de acción al mismo tiempo se estableciera que una forma de acción es más ‘real’, más ‘acción’ que las otras. Hay una forma de acción plena y el resto no son más que aproximaciones a ella, que se definen por lo que les falta.

Hay múltiples razones para lo anterior, aquí me gustaría sólo centrarme en la razón ‘técnica’ de ello: Las clasificaciones de la acción suelen nacer de un esquema teórico, y las dimensiones que producen dicho esquema suelen, a su vez, ser codificadas en polos positivos (+) o negativos (-) de ella. De esta forma, entonces, una acción plena usualmente aparece -es la que posee sólo los polos positivos.

Las clasificaciones puramente empíricas (las taxonomías biológicas son quizás el caso más claro) no presentan dicho problema. Un araña y un caballo son igualmente formas distintas de ser ‘animal’, ninguna de ellas es más animal que la otra; un girasol y un pulpo son también simplemente diversas formas de estar vivo, y ninguna de ellas es más o menos viviente que la otra. En estos casos los principios que generan la clasificación no pueden ordenarse simplemente en una serie de dimensiones para las cuales sería posible una plenitud positiva. De hecho, una de las clasificaciones más empíricas de lógicas de acción, la de Boltanski y Thévenot en On Justification (2006 [1991], Princeton University Press), también tiene esa característica: Sus diversos mundos (el inspirado, el doméstico, el de la fama, el cívico, el de mercado y el industrial) son una variedad que se resiste a ser reducida a una acción paradigmática de la cual derivan (por pérdida) las otras modalidades.

La tendencia a pensar en una acción como paradigmática, en cualquier caso, limita el poder y la fuerza de una de las intuiciones más características de la tradición sociológica: Que existe más de una lógica de acción. No estaría de más estar a la altura de esa intuición.

Aproximaciones sobre la contraposición Acción y Estructura en Teoría Social

Captura_BlogSiendo que la Revista Mexicana de Sociología ha tenido a bien publicar el artículo de mi autoría con el mismo título de esta entrada, no estará de más -entonces- mencionar ello en este blog, y proceder a dar el link correspondiente.

Para que el lector decida si le interesa procedemos a poner el resumen:

Es posible entender la evolución teórica de las últimas décadas como una exploración de diversas alternativas para resol-ver la antinomia entre acción y estructura. En la primera se ubica la estructura en el actor y el actor en la estructura. La segunda explora mantenerlos como elementos distintos pero relacionados. Otra forma de evitar la dualidad son los pensamientos más historicistas, particularmente importantes en América Latina. Una cuarta forma es explorar una perspectiva relacional que enfatiza la noción de red. A través de estas alternativas se puede observar un movimiento de construcción de conocimiento en la teoría social.

Y aquí el artículo: El link aquí a la Revista Mexicana de Sociología. Y aquí el link en este blog (como archivo personal)

Una nota sobre la reflexividad de la acción

Entre los hábitos de pensamiento normales de los sociólogos, aquellas afirmaciones que suponemos ciertas sin pensarlas demasiado, se encuentra asociar la agencia con el planificar, reflexionar, evaluar alternativas etc. La acción que no sigue esos parámetros se la piensa como automática, casi como si no fuera realmente acción. El comentario de Weber en torno a que la acción tradicional se encontraría más allá de la acción significativa sigue esa línea. Como además en realidad detrás de la preocupación por la agencia se encuentra una preocupación por la libertad del actor (así resulta muy claro en Archer por ejemplo), se sigue que el actor es más libre en cuanto más reflexiona sobre su acción.

El caso es que, a decir verdad, esta visión no me termina de convencer. Y ello, al final, basado en la experiencia personal. A lo largo de mi vida, supongo que ello es también así en otros casos, pero hablaré desde la única experiencia que realmente conozco que es la mía, algunas de las decisiones más claves que he tomado las he realizado de forma muy rápida, siguiendo el camino de acción que se mostró como evidente; y esos momentos han sido, creo, donde más he sido yo mismo, los que más claramente me representan. De algún modo, ha sido cuando he hecho lo que me pareció era lo que había que hacer fue cuando fui más yo mismo, y en ese sentido más libre. Y todo ello sin pasar por un proceso reflexivo.

Por otro lado, bien podría decir que en las ocasiones en que efectivamente he seguido el modelo de la acción reflexiva no han sido los momentos en que haya sentido mayor libertad. Más bien se parecían a intentar solucionar un problema de optimización: ¿Cuál es la mejor forma de conseguir tal objetivo? En este sentido, no había libertad alguna, sólo un tema de reconocer algo que era la mejor opción.

La determinación inmediata no es mero reflejo automático. Identificar, ‘de golpe’ si se quiere una acción como aquella que va de suyo realizarla no es ausencia de libertad. Comprender ello creo que es clave. En todo momento en el cual efectivamente estamos inserto en un curso de acción y lo realizamos a plenitud es cuando no estamos reflexivamente pensando como se hace (del mismo modo que cuando escribo estas frases simplemente las escribo -y simplemente las corrijo- sin pasar por un proceso reflexivo de sopesar opciones). El momento reflexivo aparece en otros momentos, cuando usualmente requerimos solucionar algo que nos saca de la realización de la acción (o cuando, para seguir el ejemplo, proceso a realizar una revisión posterior a la escritura); pero no es sólo en esos momentos cuando estamos siendo plenamente agentes de nuestra vida.

En última instancia, somos libres cuando somos nosotros mismos; y si somos nosotros mismos cuando más nuestra acción nos revela en nuestro ser; y ello ocurre cuando más claramente sentimos que eso es lo que hay que hacer; entonces nuestra libertad es más plena precisamente cuando hacemos lo que sentimos que hay que hacer.

Desde la perspectiva moderna de la libertad, como elección consciente y no determinada entre alternativas, la frase bíblica que la verdad nos hará libres (Jn 8:32) suena extraña. Si la verdad es única entonces la reconocemos, y ¿qué libertad puede haber donde no hay elección entre opciones? La experiencia de los totalitarismos del siglo XX, por otro lado, nos vuelve a la experiencia que está a la base de ello. En 1984, Winston recupera su sentido de la libertad cuando reconoce una verdad (2+2=4) y la pierde cuando esa aseveración deja de tener carácter de libertad (cuando es posible pensar otra cosa). Si al reconocer una verdad, reconocemos parte de lo que somos (de lo que sólo nos puede ser quitado con violencia); entonces efectivamente la verdad nos hace libres. Libertad y agencia del actor como autorevelación de sí.

Anotaciones a Economía y Sociedad II. La acción social

Por “acción” debe entenderse una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos enlacen a ello un sentido subjetivo. La acción “social”, por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1)

En la anotación anterior abordamos la primera parte de la § 1 al inicio de Economía y Sociedad. Ahora abordaremos la segunda parte de ese número. Y lo primero es despejar algunas posibles críticas inmediatas.

Weber deja en claro que hay diversos aspectos que quedan fuera de la definición de acción social que siguen siendo relevantes para la sociología. La definición pone el lugar que es el centro de atención de la disciplina, y lo que se intenta comprender y explicar; pero no agota las dimensiones que son causalmente relevantes para comprenderla ‘Los procesos y objetos ajenos al sentido entran en el ámbito de las ciencias de la acción como ocasión, resultado, estímulo u obstáculo de la acción humana’ (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, I, 4). Más allá de que los objetos pueden ser asociados a un sentido, el hecho es que los elementos aparte del sentido tienen influencia de todas formas, ‘son datos con los cuales hay que contar’ (§ 1, I, 4). Más en general, el hecho que la sociología no tome en consideración determinada dimensión, esto no quita que ella tenga relevancia para otros propósitos.

La definición de Weber, en este sentido, se contrapone a la durkheimiana no sólo en su contenido, sino además metodológicamente. Si Dukheim buscaba delimitar una arena que causalmente es autónoma, Weber sólo quiere identificar un punto de vista para analizar lo social.

El segundo elemento que vale la pena despejar como posible crítica es lo relativo a la situación de las agencias colectivas. Lo que no hace Weber es declararlas meros errores de concepto, sino que pensarlas en términos de su operación en la vida social

Para la interpretación comprensiva de la sociología, por el contrario, esas formaciones no son otra cosa que desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan sólo éstas pueden ser sujetos de una acción orientada por su sentido. A pesar de esto, la sociología no puede ignorar, aun para sus propios fines, aquellas estructuras conceptuales de naturaleza colectiva que son instrumentos de otras maneras para enfrentarse con la realidad (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, I, 9)

La idea del Estado, entendido aparte de las acciones de los individuos, es algo que existe en la medida que orienta efectivamente las acciones de las personas (más adelante en el mismo número citado). En ese sentido, es algo que está en la vida social (no es un error de observación pensar su existencia). Si bien Weber no reconoce la existencia de nada que no se puede resolver a nivel individual, lo que hace es determinar cómo el aspecto colectivo de ese tipo de agentes puede reconocerse en una perspectiva tan radicalmente individualista.

Incluso Weber intenta pensar lo que en perspectivas colectivistas es lo funcional desde una perspectiva individual. Así, declara por una parte que resultan útiles como orientaciones provisionales y para destacar qué acción puede ser relevante de encontrar su interpretación. Pero quedarse con una mera orientación funcional cuando tenemos acceso a una evidencia interna a la acción (su sentido) resulta insuficiente, de menor rendimiento (§ 1, I, 9)

Despejados esos temas se puede pasar a un par de comentarios propiamente dichos.

El primero es que los conceptos weberianos, al revés que la teoría del actor racional o aproximaciones de agentes, representan una aproximación de la acción, no una de actor. Weber no se preocupa mayormente de determinar las características del actor que realiza la acción -quedan tácitamente asumidas como que tiene la capacidad de hacer las cosas que se requieren en las diferentes definiciones. Lo que importa es establecer un tipo de acción, y a partir de ello ir estableciendo las diversas categorías.

Esta aproximación dice conexión con lo que Weber está haciendo en el capítulo de las categorías fundamentales: No es una teoría, sino un definición de categorías. Para ello, entonces, resulta claramente adecuado no tener una teoría del actor, que limitaría el alcance de las definiciones. Ahora bien, esta aproximación tiene consecuencias posteriores que es necesario no olvidar. Pensemos en la dominación burocrática. Uno de los temas que se le ha criticado posteriormente a Weber es qué no discutió las reacciones de los actores al interior de las burocracias (y luego, que realicen acciones que están fuera de cumplir los mandatos burocráticos). Esa consideración sobre reacciones es muy natural en una teoría del actor, pero ya vimos que no es eso lo que está haciendo Weber. Más aún, la crítica -al operar desde una concepción del actor y no de la acción- olvida qué es lo que hace Weber. Éste ha distinguido tres tipos de dominación legítima, y luego establece las características de las acciones que son parte de ese actuar legítimo. Si las reacciones de los actores no son legítimas, entonces quedan fuera de ese tipo ideal de dominación legítima. No son parte del fenómeno que se está investigando. De llegar a ser legítimas, entonces estaríamos hablando de un tipo de dominación legítima distinta. Y no habría que olvidar, a la vez, que Weber jamás pensó que los tipos ideales existen tal cual en la realidad -son idealizaciones para observar, donde se lleva al límite y se ven puramente ciertos elementos. En todo caso, más allá de lo anterior, y volviendo al punto inicial. resulta necesario no olvidar que en Weber estamos ante un conjunto de definiciones sobre acciones, no ante una teoría del actor.

La acción social se define por que un actor determinado se orienta por otros, pero no requiere de la participación de otros (para ello hay que esperar al § 3 en que se habla de relación social). Esto tiene la ventaja de la flexibilidad (en particular si recordamos que esta referencia a otro puede ser general) porque incluye bajo el campo de estudio una amplia gama de situaciones (en particular, cuando A se orienta por B sin que B lo sepa).

La acción social (incluyendo tolerancia u omisión) se orienta por las acciones de otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperada como futuras (venganza por previos ataques, réplica a ataques presentes, medidas de defensa frente a ataques futuros). Los “otros” pueden ser individualizados y conocidos o una pluralidad de individuos indeterminados y completamente desconocidos (el “dinero”, por ejemplo, significa un bien -de cambio- que el agente admite en el tráfico porque su acción está orientada por la expectativa de que otros muchos, ahora indeterminados y desconocidos, estarán dispuestos a aceptarlo también) (Economía y Sociedad, Capítulo I, § 1, II, 1)

Ahora bien, de todas formas el núcleo de los problemas y temas de la sociología dice relación con cuando la orientación es recíproca (ya sea en términos diádicos -A se orienta por B, y B se orienta por A- o más genéricos -A y B se orientan por un conjunto al cual pertenecen). De hecho, es lo que el mismo Weber reconoce, porque todo el edificio construido en los Conceptos Fundamentales es una sucesiva construcción sobre relaciones.

Sin embargo, quedan elementos truncos en esa elaboración. Pensemos en toda la atención que Weber le dedica a clasificar y ordenar los tipos de acción, pero no tenemos nada parecido a tipos de relación. ¿Qué? ¿No son todos los números posteriores una definición de tipos de relación? Sí, pero representan una serie sucesiva de delimitaciones internas, sin buscar una tipología general que cubra todo el campo (es sólo en relación con la dimensión de validez que Weber hace ello), como sí se hace con relación a los tipos de acción.

Esto implica, a su vez, que Weber no trata mayormente los problemas conceptuales que emergen cuando las relaciones sociales son el centro de nuestro interés. No hay una discusión sobre la coordinación (pensemos en lo que en otros autores se transformó en la doble contingencia o comunicación o emergencia de cooperación). Weber pone la posibilidad de ello, de generar órdenes, pero no aparecen las herramientas conceptuales para trabajar estos temas. Nuevamente, no es que esté en falta una teoría al respecto -dado que elaborar una teoría está fuera del objetivo del texto-; es que para desarrollar una teoría necesitaría otras herramientas conceptuales que las que están en el texto.

Este rasgo no se debe en sí mismo a la definición de acción social que hace Weber, con esa misma definición se podrían desarrollar esas herramientas. Es más bien debido al hecho de la orientación que lo llevó a generar esa definición. Al ser plenamente individual, el mundo que está más allá de lo que sucede cuando hay un sólo actor, cuando efectivamente hay más de un actor, es visto siempre desde la perspectiva de una acción monádica; y luego las complejidades que emergen cuando son múltiples los actores se vislumbran atenuada y parcialmente. La sociología, hay que decirlo, siempre ha tenido dificultades con la pluralidad de actores.