Los límites de la razón instrumental. Cierre y apertura al otro.

Como se ha dicho en diversos lugares, y en este mismo sitio, la razón instrumental presenta varios límites en tanto razón -o sea, desde un criterio interno. En esta entrada discutiremos una de ellas.

Desde el punto de vista de un actor racional instrumental -de acuerdo a los lineamientos del rational choice– lo único que interesa a un actor es adecuar sus medios a los fines que tiene dados. Desde ese punto de vista, los otros actores sólo pueden ser tratados como medios -incluso si un actor racional incorpora dentro de sus fines a otro actor, una vez establecido ese fin vuelve a tratar al otro actor como un medio. Estos actores que mutuamente se tratan como medios interactúan, entonces, mediante intercambio y negociaciones. En la autocomprensión de esta teoría, entonces en este intercambio cada uno obtiene beneficios y es por ello que ocurre.

Sin embargo, dicha autocomprensión es limitada porque no da razón de porqué un actor instrumental debiera preferir o intentar negociar e intercambiar cuando se relaciona con otros. El intercambio es, necesariamente, un costo para el actor -tiene que entregar algo, y desde su punto de vista sería mejor obtener algo a cambio de nada. Luego, si intercambia es porque no tiene otra forma de interactuar con otro. Pero, en la medida en que le sea conveniente eliminar esos costos, y forzar al otro actor a entregarle algo sin recibir, lo hará. Lo único que evita ello es la conveniencia de esa acción (los costos que involucra forzar a otro actor vis-a-vis los beneficios que puede obtener de ello), pero no hay nada en la concepción del actor que evite ello.

En otras palabras, desde la perspectiva de la teoría del actor instrumental lo mejor que le puede ocurrir es que el otro no sea un actor, en otras palabras que sea efectivamente sólo un instrumento del actor original. En este sentido, es una teoría radicalmente cerrada a la perspectiva de los otros: el otro sólo puede ser un costo para el actor. La voluntad del otro actor sólo puede ser un costo. En algún sentido, la acción instrumental -al igual que Sartre- plantea que el infierno son los otros.

Esto nos permite entender mejor algo que se planteaba el principio: Que incluso si el otro es incorporado en los fines, sigue operando como medio. Porque una vez que el actor decide incorporar el bien del otro en su propio fin (‘quiero que esté bien’), puede decidir hacer determinada acción o intentar que la otra persona la realiza, y ésta bien puede negarse. Y esta posibilidad de negación al medio establecido lo transforma en costo.

Ahora bien, ¿tiene sentido sólo tratar a los otros como costos de la propia acción? El actor instrumental es, finalmente, un actor cerrado, autorreferente. Ahora en sí mismo la autorreferencia del actor no es tan problemática si se reconoce que es a través de la relación externa que termina de constituirse completamente (la autorreferencia es, digamos, estructural -es la estructura la que establece como es afectado un objeto por algo externo, pero no por ello deja de ser afectado).

Pensemos en el caso del recientemente fallecido Gary Becker. En De Gustibus non est disputandum de 1977, escrito con Stigler, enfatizaba gustos constituidos eternos y universales: todo podía entonces ser explicado por las variables del actor instrumental. Posteriormente matizó su afirmación, estableciendo como los gustos eran producidos -de acuerdo a mecanismos que, por supuesto, eran explicables instrumentalmente. Más allá de la corrección de sus ideas, lo que nos interesa es que sólo a través de las relaciones con entes externos es que se podían, finalmente, construir los gustos concretos -más allá del cierre autorreferente de las estructuras permanentes de la instrumentalidad.

Y pensado así, entonces es relevante establecer la condición de posibilidad permanente que implica la apertura al otro: Éste no es sólo costo a superar sino fuente de alternativas que no serían posibles (o siquiera pensables) para el actor considerado en sí mismo. Los otros están involucrados en acciones, sentimientos, pensamientos etc. que superan en mucho a lo que cada actor podría dar. Y luego, observar al otro sólo como un costo para el logro de los beneficios individualmente concebidos es una forma en que el actor se limita a sí mismo. Estar abierto a las posibilidades que los otros entregan -para bien o para mal- es una forma de potenciamiento del propio actor.

Los Intereses de la Ciencia Social.¿A quién sirven?

Preparando unas clases de metodología estaba leyendo “Rescatar, descubrir, recrear” de Alfredo Ghiso(*), que es sobre investigación social comunitaria y me encontré con el siguiente texto:

La construcción conceptual y discursiva de la academia históricamente y a pesar de sus propios llamados de atención ha separado el conocimiento científico de la vida –“vida cotidiana”– y ha diluido y encubierto su naturaleza cultural, social, política e histórica; fabulando con la posibilidad de un conocimiento impersonal, neutro, aséptico y ajeno a la “praxis del vivir” (p 354)

Se opone el conocimiento comprometido que no diferencia entre sujeto y objeto, o que mejor dicho no olvida el carácter de sujeto de quienes son investigados, de un conocimiento aséptico y neutral que no hace ese requerimiento. Es una oposición que uno puede encontrar muchas veces entre quienes defienden este tipo de investigación.

Sin embargo, dicha oposición realiza una confusión sobre la posición contraria a la comunitaria. Porque claramente el mainstream de las ciencias sociales, más allá de sus propias declaraciones, no corresponde ni quiere corresponder a una ciencia aséptica que sólo se preocupa de temas que son relevantes sólo y desde su propia dinámica interna. Nada más lejano a la práctica de la ciencia social que ello.

Buena parte de estas disciplinas realizan investigaciones no esotéricas sino que destinadas a resolver llamados problemas sociales. Y la relación con los problemas suele ser tan directa que existen tantas ramas de la sociología como objetos problemáticos reconoce la sociedad: Sociología de la salud, de la educación, de la pobreza etc., siendo en cada caso la temática una forma, ya sea directa o sólo con un barniz, de seguir como es nombrado desde la sociedad. La relación de la teoría económica, la menos ‘participativa’ de las ciencias sociales, con la búsqueda de soluciones a problemas sociales acuciantes ha sido observada más de una vez. La ciencia social normal no sólo no es aséptica sino que, si se le pregunta un poco, tampoco en realidad pretende serlo. La oposición entre ciencia comprometida y ciencia aséptica valorativamente ni siquiera funciona en el plano de la representación.

Pero de todas formas, parecen ser modos distintos de hacer ciencia. La diferencia, en realidad, ocurre en torno a desde que lugar emerge el compromiso. En el caso de la investigación participativa el compromiso está y emerge desde el propio grupo investigado, que se asume como sujeto conocedor. En el caso de la investigación tradicional el compromiso emerge desde la agencia a la cual se entrega -directa o indirectamente- los resultados, que no es el grupo investigado; por lo que necesariamente en este caso se genera una distinción entre sujeto y objeto. La investigación académica, en realidad, no investiga para la academia sino que es el órgano de investigación de organizaciones -el Estado, empresas, asociaciones- que requieren, para operar, ‘saber’ cosas de la sociedad, y que no generan ese conocimiento sólo a través de su operación. Los problemas sociales que la academia dice querer resolver son los problemas que las organizaciones están interesadas (o que los científicos creen que pueden convencer a las organizaciones para que se interesen en ellos); y la investigación se estructura, entonces, de acuerdo a las líneas de esas organizaciones. Y así hay sociología de la educación porque hay Ministerio de Educación.

La oposición real no es entre compromiso y neutralidad, sino entre investigación con los investigados e investigación con organizaciones. Y lo cierto es que los científicos sociales en general trabajan para organizaciones y que buena parte de la academia trabaja sobre preocupaciones que emergen de organizaciones. Mayor problema representa al final, mucho más que cualquier investigación de prurito académico, esta investigación compretida con los problemas sociales definidos por las organizaciones.

 

(*) p347-377 en Metodologías de la Investigación Social, Manuel Canales(ed), Santiago: LOM

La persistencia de la ideología de la acción racional

Si hay una teoría que se ha mantenido desde el inicio de la investigación social, y que aparece en múltiples contextos más allá de sus cultores, es la acción racional instrumental. Al mismo tiempo, si hay una teoría que ha sido permanentemente criticada y que es manifiestamente inadecuada a primera vista, es la misma teoría anterior.

Puede parecer injusto declarar manifiestamente incorrecta a esta teoría. ¿No se puede plantear que no hay otras teorías que se han equivocado de forma sustancial? ¿No se puede plantear que con esta perspectiva se han descubierto resultados relevantes? Ambas cosas son ciertas, pero al mismo tiempo es correcto plantear su manifiesta incorrección. Y esto porque sabemos que su postulado central es falso y su falsedad es directamente observable: el que la acción humana sea instrumental. Es claro que existen acciones instrumentales, pero ella no cubre toda la acción, y de hecho bien se puede dudar que esa teoría de cuenta de las acciones racionales (Bourdieu es un buen ejemplo de este último planteamiento, y más allá de su corrección, baste para instalar la duda). Para calibrar lo anterior es útil mencionar que la mera preferencia, que quizás se pudiera dar por descontada en la acción, no es equivalente a la acción instrumental. Todo el instrumental analítico que usa este modelo avanza mucho más allá de lo que permite la sola preferencia.

Ahora bien, ninguna de las defensas usuales de esta teoría de hecho resuelve ese problema. La idea que lo adecuado del postulado se defiende en los resultados (Friedman) es insuficiente porque en este caso el postulado es directamente observable. La idea que es un tipo de acción más basal que otros, que otras acciones -como la altruista- se fundamentan en la existencia de acciones instrumentales (Elster) también resulta insuficiente porque la acción instrumental no da cuenta de sus propios fundamentos, por ejemplo desde donde aparecen las categorías de objetos sobre las cuales establece acciones instrumentales. La idea que es la única teoría posible por la necesidad de una aproximación individual olvida la existencia de múltiples otras teorías de la acción y el hecho básico que si quiero estudiar la acción individual entonces no estaría de más usar modelos sicológicos de la acción. La idea que la explicación racional es preferible porque es una explicación final, no se requiere mayor elucidación si explicamos una conducta porque es racional, no funciona porque no es evidente -más allá del sentido común- porque la acción racional es auto-explicativa, y porque sigue quedando abierta la pregunta de cómo el actor alcanza la conclusión de que determinada acción es racional (la verdad no es evidente al fin y al cabo). La idea que la acción racional es usable porque las desviaciones de la racionalidad son aleatorias y se cancelan (Goldthorpe) no resiste puntualizar que hay muchas formas de generar patrones que no pasan por la acción instrumental. La idea que esta perspectiva es superior porque ha sido más fructífera como fuente de explicaciones (Becker) se enfrenta al problema que toda acción puede ser observada como racional y muchas veces no contamos con otra evidencia de las referencias que la propia conducta, con lo cual la explicación se reduce a una mera tautología. Nuevamente todo ello no quiere decir que con estas herramientas no se haya producido conocimiento valioso, pero claramente no es una aproximación que resulte suficiente.

El mero hecho que la explicación racional sea parte del sentido común debiera levantar algunas sospechas. Toda la argumentación sobre la prioridad de los conceptos de los actores aplica a las categorías, no a las explicaciones; por lo que no es válida como una posible defensa de esta teoría su conexión con el sentido común. El hecho que sea parte de este sentido tampoco implica que esté equivocada.

 

La coexistencia entre esta permanencia y la visible inadecuación indica que es una pregunta sociológica interesante preguntarse por este hábito del pensamiento que este tipo de teoría. Para responderla quizás es útil observar los límites que tiene la acción racional.

Un primer límite dice relación con sus condiciones de posibilidad. Por ejemplo, que para tener una acción racional requiero una teoría del mundo, establecer las categorías de ese mundo y como ellas se asocian entre sí. Este es un límite que es fácil pasar por alto dado que a menos que se presenten problemas esa teoría es simplemente asumida y usada por el actor.

Un segundo límite lo constituye lo que no se considera instrumental, lo que es un objetivo en sí mismo -ya sean acciones, relaciones u objetos-. Este límite es relevante porque es un límite que sí es notado por el actor, y porque está asociado a demandas éticas básicas: No tratar al prójimo como instrumento por ejemplo. Esto último resulta crucial.

La operación de los sistemas sociales, y en particular del capitalismo, implica despersonalizar las relaciones y tratar a los otros -y pensar que uno es tratado por los demás- instrumentalmente. Eso es algo que ya sabía Adam Smith y se repite en las teorías actuales. El transformar la acción instrumental en sentido común no es tan sólo una forma en que la persona se acostumbra a actuar en esas arenas, en las cuales se presupone esa aproximación. Es además una forma de neutralizar la intuición ética que no se puede tratar a los otros como instrumentos ni uno puede pensar su propia vida como instrumento.

Acciones y distinciones; interacciones y comunicaciones

Toda acción es distinción y toda distinción es acción.

Realizar una acción implica realizar un cambio en el mundo. Realizar un cambio en el mundo implica que es posible diferenciar las situaciones. Esa diferenciación de situaciones constituye una distinción.

Realizar una distinción implica hacer algo, como mínimo implica plantear, indicar dicha distinción. Y por lo tanto implica una acción.

En otras palabras, podemos decir que actuar y distinguir son dos caras de una misma moneda, y que en cuanto ocurre una ocurre la otra.

La relevancia de esta afirmación es que ella disuelve toda separación entre el ser que actúa y el ser que comprende; digamos, entre acción instrumental y acción comunicativa a la Habermas. y múltiples separaciones parecidas. Siempre hay que pensarlas en conjunto. En última instancia, requiere un rechazo a la separación de la conciencia con el mundo -alguna vez escribiré una entrada sobre como somos herederos de la tradición de la filosofía de la conciencia en Ciencias Sociales.

Además, un asunto esencial es que el número de distinciones, y por lo tanto de acciones, es infinito. Para ser más precisos: que no hay un conjunto predefinido de posibles acciones/distinciones. La distinción se crea en el acto de hacerla. No hay una ontología previa y definida de todas ellas. Los elementos que se distinguen en el mundo lo son en el acto de hacer la distinción -y esto tiene varias consecuencias (por ejemplo, en toda aproximación al aprendizaje que se base en un conjunto definido de cosas y elementos sobre los cuales se aprende, y no se toma en cuenta que es parte del proceso de aprendizaje distinguir esos elementos). Ahora, para no caer en idealismos: Se puede aceptar que lo que se distingue es independiente de la distinción, la distinción reconoce una diferencia pero es al reconocerla que es posible marcarla e identificarla. El hecho que el actor distinga entre A y B se basa en una diferencia que se reconoce entre A y B, y esa diferencia se podría aceptar no es producida por la distinción; pero es el actor el que necesariamente tiene que hacer ese reconocimiento, y bien podría hacer otro cualquiera, y el conjunto de esos reconocimientos es infinito.

 

Actuar implica interacción; distinguir implica comunicar.

Para decirlo de otro modo, quien actúa puede interactuar; y quien distingue puede hacer co-distinciones (comunicaciones).

Esto se desprende del hecho que los actores no están sólos, sino que participan de un mundo en que hay otros actores como ellos (al menos otros seres que pueden actuar y distinguir). Ahora, actuar implica hacer un cambio en el mundo. Ahora quien puede ser afectado por ese cambio puede ser cualquier elemento en él- Y ello incluye otros actores. Con lo cual mínimamente tenemos una interacción (un actor afecta a otro actor). Si esta dinámica se replica por parte del segundo actor ya tenemos una interacción más compleja. Distinguir implica una acción y por lo tanto indica un cambio en el mundo, el que puede ser a su vez observado (distinguido) por otro actor, porque el actor puede hacer distinciones sobre cualquier elemento. En otras palabras, todo actor puede realizar señales, y en tanto estas señales son objeto de una distinción por otro actor ya tenemos una comunicación (i.e señal por parte de un actor junto a una observación de esa señal por parte de otro).

Interacción implica comunicación.

Se desprende de las dos anteriores en realidad. Si quien actúa, distingue; y quien actúa, interactúa; entonces quien interactúa, distingue; y si quien distingue, comunica; entonces finalmente no se puede tener interacciones sin comunicación (y si se realiza la conexión desde la otra vía, no se puede tener comunicaciones sin interacciones).

 

En base a estas ideas básicas es posible explorar los fenómenos básicos de la interacción social -o al menos es lo que nos interesa hacer a partir de ahora

(NOTA: Recordar que tengo pendiente la continuación del tema de las técnicas cualitativas)

La Racionalidad y la Muerte

Perdida entre las páginas de la Ética Protestante, hay una observación de Max Weber sobre la relatividad de la racionalidad: Una vida racionalizada desde un objetivo puede juzgarse altamente irracional desde otro punto de vista. Esto puede variar entre lo más trivial -todo depende de las preferencias- hasta las perspectivas más generales para organizar y juzgar las acciones.

La relevancia de dicha observación se manifiesta cuando procedemos a observar los criterios generales de la perspectiva de la acción racional. Cuando estos teóricos, Friedman siendo el ejemplo más claro, se enfrentaron con el tema del ciclo vital no encontraron nada mejor que declarar que el objetivo de un actor racional es mantener constante su nivel de consumo, y en principio agotar en dicho consumo el total de sus ingresos a lo largo de toda su vida.

Empero, ¿por qué se dice que ese objetivo es racional? ¿Por qué un actor racional debiera intentar mantener su consumo constante? De hecho hay incluso objeciones internas a esa afirmación que uno puede aducir. Primero, que la capacidad para gozar del consumo puede variar a lo largo de la vida, y racional seria aumentar el consumo cuando esa capacidad es mayor, con lo cual el consumo constante seria irracional. Segundo, que si no sólo el consumo presente produce gozo sino el recuerdo de éste también lo genera, entonces sería racional intentar incorporar la maximización de la utilidad proveniente de dicha fuente en el cálculo, lo que induciría racionalmente a consumir más en la juventud que en la vejez.

Más importantes son las objeciones externas. Una de las regularidades más claras de la conducta humana es que los padres intentan dejar algún nivel de herencia a sus hijos. Esto puede incorporarse en la teoría que analizamos mediante el expediente de introducir algún ajuste en la función de utilidad, incorporando algún término que indique preocupación por el bienestar de los hijos. Ese ajuste nos lleva al punto central, que es además bastante obvio: Esa preocupación se traduce en herencia porque los seres humanos mueren.

Pero mirado desde la perspectiva de alguien que muere toda la perspectiva del actor racional que maximiza su utilidad pierde sentido, o al menos puede ser contradicha. Es parte de la experiencia humana el que un número no inconsiderable de personas puestas a pensar en su propia muerte empiezan a preguntarse acerca del para qué de sus acciones, y las respuestas utilitaritas, la base de la perspectiva de la acción racional, son percibidas para estas personas como insuficientes a este respecto. Para toda acción particular se puede dar por respuesta que aumenta mi bienestar, pero puestos a preguntarse porque aumentar su bienestar, porque dedicar mi finita vida a ello, muchos no aciertan a encontrarle sentido a la maximización de bienestar: Esa búsqueda no eliminaría la sensación de sinsentido, que todo da lo mismo y es inconsecuente. Por cierto, a muchos, en esta situación, sí les ha hecho sentido una respuesta utilitarista, pero acá nos baste con señalar que así no ocurre con todos.

Frente a la muerte, una posibilidad de recuperar sentido es precisamente a través de la descendencia (ya sea ésta biológica, cultural o de otro tipo). Porque siendo esa descendencia al menos potencialmente inmortal la radical amenaza al sentido que representa la muerte puede ser, al menos, obviada.

La ausencia de sentido representa irracionalidad, y tomar acciones que maximizan lo que se considera no tiene sentido es claramente algo irracional. Con lo que se vuelve al punto de partida: la racionalidad depende de la perspectiva y ante el hecho universal de la muerte la teoría de la acción racional queda muda.

Una Nota sobre el Concepto de Sociedad. La Sociedad es siempre Plural.

Los hábitos más triviales suelen ser muy informativos. Los sociólogos, pero no sólo nosotros, tendemos a hablar de la sociedad -como si fuera algo singular. Este hábito tiene consecuencias, o refleja esas consecuencias: Tendemos fácilmente a pensar en la sociedad (o en cualquier grupo en realidad) como si fuera un individuo.

Dos ilustraciones de esto.

La primera es en una entrada ¿Es la Sociedad real o una invención? del Blog Tribulaciones de la Clase Ociosa, porque muestra un argumento que es relativamente común.

Es por todo ello que la sociedad no es real en el sentido de externa y objetiva. Está abierta al conflicto, al cambio, a la renegociación, y precisamente porque esas luchas han sido distintas según los lugares, las identidades, culturas y países se han ido configurando de modo muy distinto a lo largo del tiempo y espacio.

El mundo social emerge de las interacciones entre personas. que forman un consenso intersubjetivo. Eso es parte de las personas. Aparte están las estructuras, que son lo que queda de las interacciones anteriores, que condicionan la forma en que podemos interactuar y entender el mundo.

La segunda es más general y dice relación con la argumentación de Margaret Archer. En ella tenemos que la vida social es dual, aunque las dimensiones están intrínsecamente relacionadas: Tenemos el mundo de la acción presente y el mundo de la estructura, que nuevamente es el efecto de las interacciones pasadas. Es por ello que, aunque relacionadas, no pueden reducirse a lo mismo (porque eso sería un error, conflación en las palabras de Archer).

¿Por qué digo que esto implica pensar que la sociedad es algo singular? Porque en ambos ejemplos el mundo de la acción y de las personas ocupa todo el presente y la estructura es el pasado. Pero eso implica olvidar lo siguiente: Que hay estructura en el presente. Todas las múltiples interacciones y acciones realizadas por otros con los cuales no estoy contactado funcionan como estructura, produciendo resultados que no puedo obviar; y que son claramente, en ese sentido, algo externo y real.

Archer, por ejemplo, rechaza explícitamente y en varias ocasiones toda idea de pensar la estructura solamente como algo presente. Y parte de este rechazo se debe a la idea que si fuera sólo presente entonces la sociedad sería algo que podríamos cambiar a nuestro antojo. Como podemos observar este rechazo entonces olvida, o le quita importancia, el hecho que el conjunto de las interacciones presentes no es siquiera conocida por un actor.

Y es por ello que es importante recordar que la sociedad en su conjunto no es equivalente ni se la puede pensar en un actor individual, es equivalente a una pluralidad de actores. En última instancia, es el hecho que los otros son actores es lo que evita que podamos pensar a toda la sociedad como si fuera un sólo actor. Los otros son irreductiblemente otros, y la sociedad es siempre plural.

De las limitaciones de la modelación formal en Ciencias Sociales

En años recientes se ha extendido el uso de modelos relativamente formales en ciencias sociales. El modelamiento de agentes se ha hecho en particular algo popular. Y en particular, los modelos computacionales han aumentado de importancia en los últimos años.

En principio, el formalismo tiene algunas ventajas. Evita en buena parte la imprecisión y vaguedad de las ideas e hipótesis en ciencias sociales. Obliga a establecer los argumentos con claridad, y a obtener las consecuencias de las afirmaciones con mayor seguridad. Y en particular el modelamiento de agentes permite analizar la complejidad de la vida social de forma más ‘natural’ (a partir de agentes con reglas simples, los comportamientos complejos del conjunto emergen del proceso de interacción).
Sin embargo, los formalismos tienen limitaciones para ser aceptados como explicaciones finales en ciencias sociales.

En primer lugar, examinaremos lo que sucede con los modelos de agentes y los modelos computacionales.  La literatura que intenta formalizar agentes e interacciones usan una situación en que existen ciertas reglas del juego y capacidades establecidas (i.e por ejemplo, los agentes están distribuidos en una cuadrícula; o cambian sus comportamientos bajo tales circunstancias; o tales son las alternativas de comportamiento que tienen). En general, podemos observar que el formalismo exige un mundo cerrado. Y en particular, los modelos computacionales terminan demandando una especificación de todas las posibilidades.

El problema es que esa especificación resulta imposible en el mundo social que crean los actores. Porque una de las características de los agentes es precisamente su apertura: posibilidades siempre existentes de nuevas distinciones, nuevos aprendizajes, nuevas comunicaciones, nuevas preferencias, nuevas reglas del juego etc. Así entonces un modelo que se basa en que los agentes aprenden de determinada forma no puede dar cuenta del hecho que los actores aprenden sobre el aprender y luego pueden cambiar esas formas. Si un modelo se basa en que los actores usan determinadas reglas, no toma en cuenta que los actores pueden cambiar esas reglas. En este último caso, la teoría de juegos opera con una distinción central, que cambia todas las herramientas de análisis, entre juegos cooperativos (donde existe la posibilidad de decisiones vinculantes) y juegos no cooperativos (donde ésta no existe). Y entonces se dedica a establecer cuál es la estrategia racional en cada situación. Pero como el conjunto de estrategias del sujeto incluye también el cambiar las reglas, entonces una posibilidad es que, por ejemplo, lo racional en un determinado juego sea intentar pasar de un tipo a otro (creando o prohibiendo interacciones vinculantes entre actores). Pero eso queda fuera del modelo.

Una forma de resolver lo anterior es intentar incluir alguna modalidad de posibilidad de cambio al interior del modelo. Jürgen Klüver (1998, Modelling Science as an adaptive and self-organising social system en Computer Simulations in Science and Technology Studies (páginas 25 et passim) ha sido uno de los pocos que ha intentado superar esos problemas. Para ello ha combinado explícitamente autómatas celulares (para aprendizaje dentro de las reglas) con algoritmos genéticos (para el meta-juego de cambio de reglas). Representa un considerable avance pero sigue siendo insuficiente, aun cuando siempre hay que recordar que para reemplazar a una herramienta no basta con su crítica sino tener una mejor. No entraremos en las críticas específicas, que dicen relación con el tema de la adaptabilidad, sino volveremos al punto de inicio. El problema es que el conjunto total de alternativas no es definible. No podemos establecer, por ejemplo, la mejor estrategia porque el conjunto total de estrategias no sólo es infinito sino además, de hecho, no está bien definido. Una de las capacidades de los actores es generar distinciones para relacionarse con el mundo, siempre es posible que se cree una nueva estrategia porque es posible que los agentes generen una nueva distinción que la hace posible (y que no era posible antes que apareciera esa distinción). Y por ello todo modelo formal, que finalmente asume un mundo bien definido no funciona.

En ese sentido, estamos ante actores que son inherentemente capaces de apertura frente al mundo, y se relacionan con él a través de distinciones que ellos mismos generan. Eso es lo que limita las capacidades de un modelamiento formal.

Al mismo tiempo, nos muestra su gran utilidad. Si lo que evita que los modelamientos formales representen una explicación final adecuada es la apertura que tienen los actores, entonces en los medios en que esa apertura está limitada (o la capacidad de generar nuevos elementos es más difícil) entonces ese modelamiento será más adecuado. En otras palabras, si bien no puede dar cuenta del carácter fundamental de los actores, sí puede ser muy adecuado para analizar medios sociales específicos.

El problema que hemos observado también aparece en otra forma de análisis formal que es muy popular (particularmente en economía): modelos de equilibrio. El atractivo de un modelo de equilibrio es claro de observar: Más allá de las perturbaciones de largo plazo si podemos entender que posición ocuparía un sistema en equilibrio podemos tener una estimación de su comportamiento a largo plazo (i.e se moverá hacia el equilibrio).

Ahora, si nos tomamos en serio el tema que estamos ante actores que generan nuevos elementos entonces podemos observar una limitación que emerge de dicha característica: El movimiento hacia el equilibrio se puede romper en cualquier momento porque es posible que los actores creen un nuevo elemento que cambia el atractivo de un comportamiento. Si el ajuste hacia el equilibrio es lento, de hecho uno podría plantear que las probabilidades que sea alcanzado son bajas en la medida que aumenta la probabilidad que aparezca este nuevo elemento. Pero si suponemos que el ajuste es rápido, lo que es razonable suponer en el caso de interacciones repetidas sobre prácticas cotidianas, entonces lo que tenemos es equilibrio en el corto plazo (producto del ajuste), combinado por desequilibrio en el largo plazo (producto de la generación de nuevos elementos). En otras palabras, en actores que pueden generar nuevos elementos, el equilibrio a lo más es una situación de corto plazo, y al largo plazo no se puede obtener.

Un análisis basado en el equilibrio sigue teniendo sentido en muchas situaciones, pero reaparecer la situación que no puede representar una respuesta fundamental a las dinámicas sociales.

En ese sentido, los límites más importantes a los métodos formales en ciencias sociales no están dados tanto quizás por las temáticas asociadas al significado; sino al carácter de los agentes que tratamos. La relación de los agentes con el mundo es abierta, y una ciencia social básica debiera construirse sobre esa situación.

El naturalismo ético en Sociología

Una idea común en ciencias sociales es lo que podemos llamar el naturalismo ético: La idea que lo real es bueno. Parte relevante de la discusión entre el tema del compromiso y la neutralidad se basa en ello: La única forma, finalmente, que de la existencia de ciertas cosas se puedan pasar a ciertas conclusiones normativas es que se suponga de antemano que la realidad tiene un cierto talante ético. Y dadas las discusiones en ciencias sociales ese es positivo. La idea que cuando mostramos que algo es “natural” al mismo tiempo mostramos que es incriticable, criticar la idea que X es natural porque de ello se sigue que sería adecuado; implica pasar del ser la deber ser sin otra transición.

Esto es algo que no sólo los más diversos argumentos tecnocráticos usan. Están a la raíz, de hecho, de muchos argumentos críticos. Pero, ¿no se supone que ellos critican la realidad? Pero critican la realidad actual en buena medida porque no es toda la realidad, que en ella se esconden aspectos más profundos de la realidad. Al fin y al cabo, cuando se pasa de la constatación que X es socialmente construido a la idea que con ello ya critique a X (ya mostré con ello que X es malo), lo que está detrás es la idea que la construcción social es negativa porque a través de ella se limita lo que podemos hacer y ello es negativo. Ergo, lo que es bueno es la potencialidad, o sea nuestra realidad subyacente. La crítica opera entonces, muchas veces, también afirmando la bondad de la realidad, solo que la realidad actual no es toda la realidad.

A pesar de lo extendido del naturalismo ético en Ciencias Sociales, no es la única posición ética defendible. Al fin y al cabo, existen muchas éticas religiosas que parten de un prejuicio más bien contrario -que hay que luchar contra una naturaleza perversa. Y podrán ser muchas cosas, pero contradictorias no necesariamente.

El caso es que para personas que no tienen una visión religiosa del mundo (como buena parte de los cientistas sociales) esa solución no parece viable. Y sin religión, entonces lo único que parece podría fundar una ética sería la realidad -y por ello entonces la premisa básica de que la realidad es éticamente buena.

Sin embargo, algo me dice que hay más opciones que las anteriores. Pensemos en el caso de Habermas. Supongamos que esta equivocado en las cuestiones de hecho -la situación ideal de habla bajo ningún caso puede decirse es fundamental a la realidad del habla. Los procesos de habla pueden producirse bajo condiciones autoritarias, manipuladoras y sesgadas (para usar su vocabulario) y de todas formas producen lo que todos los procesos de habla producen, digamos producen igualmente mundos de la vida etc. Sin embargo,  ¿porque de ello debiera concluirse que la situación ideal de habla no puede ser una situación ideal?

En un seminario reciente que realizó Daniel Chernilo en la Universidad de Chile (link aquí) planteo que, por ejemplo, cuando pensamos que lo social es de determinada forma (que se forma en la interacción, que es reconocimiento etc.) entonces al mismo tiempo estamos planteando una visión normativa: Que lo bueno es lo que permite a esa determinada forma (la interacción o el reconocimiento) desplegarse y potenciarse. Sin embargo, ¿por qué son esas las únicas alternativas? La conexión sólo tiene sentido si parto de la idea que la realidad ha de ser positiva.

El naturalismo ético, al menos en Ciencias Sociales, ha terminado asociado a la posición que no existen razones propiamente éticas, y que las únicas razones que existen son las que se refieren al mundo de los hechos. Ahora, en ese sentido, uno nunca hubiera creído que el positivismo hubiera sido tan influyente en las ciencias sociales, incluyendo a los críticos del positivismo, para aceptar tan buenamente la idea que sólo lo que se refiere a los hechos tiene sentido (‘es racional’).

Pero lo que olvida el naturalismo ético, al final, es que es una posición ética. No es una afirmación de hecho declarar que la realidad es buena; es una afirmación normativa. Y el naturalista ético tendrá que defender esa posición normativa, no solamente mostrarnos la realidad -porque en esa realidad no está esa afirmación.

Neutralidad y compromiso en Ciencias Sociales

Una de las discusiones perennes de las ciencias sociales es la que dice relación entre la neutralidad valorativa y la necesidad del compromiso. A continuación intentaremos mostrar que ambas posiciones son más compatibles de lo que muchas veces se plantea, en al menos en algunas de sus variantes; y que -de hecho- ambas comparten el mismo adversario y la misma crítica.

La neutralidad valorativa se puede basar en la siguiente consideración humeana: No es posible pasar de una sentencia descriptiva a una sentencia de valor. Cuando uno extrae una conclusión de valor a partir de una descripción del mundo, hay siempre una premisa normativa. Esta premisa puede parecer muchas veces muy obvia, pero no deja de ser normativa. La exigencia mínima de esta posición es solamente que la posición normativa es normativa, no es algo que deriva puramente de descripciones.

El compromiso valorativo parte de la idea que un analista social es un actor, y que entonces tiene intereses. Lo que sucede en la realidad no le es indiferente, hay elementos que prefiere que sucedan y otros que no. En la medida en que, además el investigador se inserta en las acciones de otros actores, esos otros actores claramente sí tienen intereses y objetivos. Y por lo tanto, el uso de la investigación siempre implica que hay elementos valorativos.

Si lo anterior es correcto, entonces uno puede observar que hay formas de hacer compatibles ambas posiciones. La neutralidad valorativa es una posición sobre las afirmaciones, mientras que el compromiso es una posición sobre los investigadores. Y por lo tanto es posible al mismo tiempo la neutralidad de las afirmaciones y el compromiso de los investigadores.

Pensemos en los puntos más directos de confrontación

  • Que la elección de temas y objetivos de investigar, la ‘relevancia’ es un tema normativo. Pero desde la neutralidad no es algo tan complejo de reconocer (de hecho Weber mismo lo hacía cuando defendía la neutralidad); en tanto reconozcamos que la validez de las descripciones encontradas no es un tema normativo.
  • Que la evaluación normativa, desligada de la descripción, quedaría sin validez objetiva, o solamente sería algo subjetivo. Pero nada en la posición neutral implica que no se pueda discutir ‘objetivamente’ sobre normas; sólo que esas discusiones no son discusiones empíricas. La posición neutral, como ya dijimos, no implica la posición ’empirista’ que sólo de los hechos empíricos es posible discutir objetivamente. Ese es otro tema.

La compatibilidad de ambas posiciones es quizás más clara cuando observamos que ambas comparten un mismo adversario: la posición tecnocrática que es posible intervenciones neutrales. Bajo ambas ideas la idea de una acción que no tiene involucrado valores no tiene el menor sentido. En el compromiso eso es evidente, pero también lo es bajo el neutralismo: Lo que es neutral es la descripción no la acción. Precisamente la neutralidad se basa en la idea que de la descripción no se siguen evaluaciones, no se siguen acciones. Pensar que existe una intervención técnica, ‘neutral’, va en contra de la idea básica de la neutralidad: que descripciones y valoraciones son elementos distintos y no se puede deducir uno del otro.

La posición tecnocrática a veces reconoce lo anterior (i.e toda intervención tiene objetivos que no son neutrales) y define la posición técnica como una de herramienta: Otros actores definen los objetivos, y el investigador entrega el mejor medio técnico para su logro. Y eso es neutral, no normativo. El problema de ello es que no por ser una parte de una acción se deja de participar en ella. En otras palabras, un actor está pragmáticamente comprometido con los objetivos de las acciones en que se inserta, incluso si él no los define, los está aceptando al promover su cumplimiento. En otras palabras, no hay forma válida de escabullir el hecho que las intervenciones son temas valóricos, y por definición no pueden ser neutrales.

En resumen, si se mantienen distintas las referencias de la neutralidad y el compromiso, ambas son compatibles; y ambas critican las posiciones tecnocráticas, bajo las cuales es posible intervenir en la sociedad en un rol puramente técnico. La validez de una descripción puede no ser un tema normativo; pero todo lo relacionado con las intervenciones es irremediablemente un tema intrínsecamente normativo.

Pequeño Manifiesto Teórico

Tenía un poco abandonado este blog, pero entre la entrega del proyecto de tesis, trabajo y ganas de descansar un poco, el ánimo no nos acompañaba. Así que para volver a postear, aprovecharemos cosas que ya estábamos escribiendo con otros propósitos-

A continuación algunas ideas básicas sobre teoría en Sociología. Sin comentarios que expliquen porque esas posiciones son relevantes; sin discusión crítica de autores que muestren desde donde viene la cosa. La pura posición. Que para ello es pequeño manifiesto.

 

La unidad social elemental es la interacción

No hay vida social sin interacción. La interacción es, entre todos los elementos para los cuales lo anterior es verdadero, el más sencillo y el único donde acaece que si ella se disuelve, con ello se disuelve lo social. Todo análisis social debe dar cuenta como momento elemental la interacción. Ello no implica que ella sea más relevante; sólo que es ineludible.

En la interacción aparecen todos los elementos de las discusiones basales en ciencias sociales. Implica un análisis de los agentes que constituyen esas interacciones; dar cuenta de las limitaciones estructurales (en la propia interacción, los límites puestos por Alter; y más en general, por las otras interacciones); se puede observar todas las posibles explicaciones de construcción de orden, ya sea poder, legitimidad o contrato; y así sucesivamente. Dimensiones que aparecen de la forma más sencilla para analizar y comprender.

 

¿Qué estudian las ciencias sociales?

Las ciencias sociales no han estudiado todas las interacciones sociales. Más bien han analizado las interacciones de una especie específica, la nuestra. Esta delimitación ya no es sustentable. El hecho que interacciones sociales en otras especies muestren alguna transmisión de cultura o la creación de objetos que operan como actores en, por ejemplo, las bolsas de valores, vuelven esa identificación discutible.

En relación a lo anterior, se puede observar que tanto hormigas como seres humanos entran en interacciones que pueden caracterizarse como conflictos armados entre sociedades. Pero las hormigas, al parecer, no firman tratados de paz, ni tienen políticas cambiantes de alianzas ni crean historias épicas sobre esos conflictos. La gama posible de interacciones se reduce cuando salimos del foco tradicional en seres humanos. La delimitación del campo de estudio la da el hecho de mantener la gama de posibilidades de ese foco tradicional, que parece ameritar estudiarse con herramientas específicas. En otras palabras, las ciencias sociales tratan de interacciones producidas por actores que son al menos tan complejos como el mismo analista.

Esta delimitación se hace sin establecer un conjunto de características bien definidas o de propiedades que las produzcan. Con lo anterior podemos un tipo de relaciones de interés sin presuponer analíticamente que cualidad las distingue. Eso queda, de haberlo, para la investigación.

 

El ámbito de la teoría.

La tarea de una teoría general es dar cuenta de los elementos que construyen interaccione entre estos agentes con capacidades ‘plenas’; y que establece los elementos y procesos que ellas construyen. Ese es el ámbito de una teoría general.

Los análisis específicos en ciencias sociales asumen la existencia de diversos elementos: Capacidades de sus actores (que aprenden o o que tienen auto-identidades), ordenamientos sociales (comunidades, o reglas y resultados de juegos). Una teoría general sirve a la investigación específica al producir y explicar los elementos que ellas asumen y requieren.

Ella postula formas y procesos de la vida social, pero nada dice sobre sus contenidos y resultados. Plantea que la construcción de prácticas sociales implica una teoría universal, pero nada plantea sobre las prácticas particulares creadas.