La supervivencia del pequeño comercio en el Centro de Santiago

Una de las tendencias de una sociedad mercantilizada y ahora globalizada, se supone, es el reemplazo del pequeño comercio por el gran retail: Los almacenes dan paso a los supermercados. Así, por ejemplo, Ruiz y Boccardo en Los Chilenos bajo el Neoliberalismo (2014) nos recuerdan la:

‘abrupta disminución del peso de los comerciantes detallistas dentro de esta categoría responde a su lento crecimiento absoluto, cuya recuperación se dificulta cada vez más, dados los escasos intersticios que para tales formas de “emprendimiento” dejan los importantes grados de concentración predominantes en estos rubros económicos’ (p 127)

Sin embargo, de hecho no disminuyen absolutamente (que es lo que también dice la cita). Difícil y todo parece que es posible mantenerse como comerciante detallista, si bien parece que no puede expandirse como peso el nicho todavía existe. Allí entonces, hay una pregunta a hacer: ¿cómo resulta ello posible?

Mi experiencia es que, al menos en Santiago, existen diferencias muy amplias por sector en torno a la preponderancia y pervivibilidad de estos comercios. Hay comunas (el barrio alto en particular) donde este tipo de comercio es poco común, pero hay otros sectores donde ellos todavía tienen buena salud. En particular, hablaré a continuación de la situación en un barrio residencial de la Comuna de Santiago (al sur de la Alameda).

Si me ubico en la esquina donde vivo y camino sólo una cuadra por cada una de las cuatro direcciones me puedo encontrar con 20 negocios pequeños: 9 almacenes, 4 restaurantes, 2 panaderías, 1 botillería, 1 verdulería, 1 minisuper, 1 tienda de productos médicos alternativas, 1 cyber-café (más un OK Market que, siendo parte de una cadena, no lo cuento).  Esto en un barrio que, si bien está repleto de edificios (que pueden llegar a tener 500 departamentos cada uno), al mismo tiempo está a 3 cuadras de la Alameda y tiene 5 supermercados en las cercanías. Entonces, ¿por qué no todas esas personas simplemente compran en los supermercados? ¿Para qué van a los almacenes y similares? (que son, al final, más caros).

Algunas posibles dinámicas:

  1. Que dada la combinación de niveles de ingreso medios y medios-bajos (C2 y C3 para usar la nomenclatura usual) con departamentos relativamente pequeños no resulta viable realizar compra sólo semanalmente
  2. Que esto es aún mayor dado ciertos productos: Por ejemplo, no tiene sentido comprar el pan por la semana (y algunos de los productos para el pan tampoco, pensemos en la tan común palta)
  3. Que para la compra diaria, y dado el lugar, el almacén puede tener ventajas sobre el supermercado: Es más rápido, en particular porque varios supermercados cercanos o no tienen o tienen estacionamientos pequeños; y en más de alguna ocasión el producto no está en ese supermercado (los del centro suelen ser relativamente pequeños); o de hecho, precisamente para esos productos perecibles, el producto del supermercado es de peor calidad.
  4. Que dado el tamaño de los hogares en varios casos (muchos hogares unipersonales por ejemplo) esas ventajas se pueden acrecentar.
  5. Que incluso si esas ventajas de un pequeño negocio sobre un supermercado sólo son reales para un pequeño subgrupo de quienes viven en las cercanías, o incluso si sólo son reales para un pequeño subgrupo de las compras de quienes viven ahí; el mero tamaño de la población de las cercanías lo permite (población que además probablemente crecerá en los siguientes años, ya están construyendo un nuevo edificio de dimensiones similares a las mencionadas anteriormente en un espacio que antes estaba ocupado por casas de un piso y por estacionamientos).

En cualquier caso, que para ese modo de vida la compra en almacén puede ser algo relativamente estable, es una conclusión que parecen haber alcanzado incluso los arquitectos de la zona. Hay varios edificios que, de hecho, tienen ya incluido el espacio para negocios en su estructura.

¿A que viene esta larga descripción de lo que no son ni siquiera cuatro cuadras completas? A una lección que, de hecho, es metodológica: La cita inicial de Boccardo y Ruiz, que es producto de una macro-mirada, no da cuenta de todos los procesos. Para entender la subsistencia de estos negocios tengo que ver los procesos concretos que los permiten, y que a su vez podrían usarse para intentar explicar porqué hay sectores repletos de estos comercios y otros no (i.e el barrio alto con estructuras completamente diferentes de ingresos, de densidad, de ordenamiento para el automóvil etc.). Es a ese nivel que se producen los procesos que terminan produciendo el resultado global.

Y para mostrar de qué negocios (y de qué diversidad estamos hablando) algunas fotos:IMG_20151212_190515649IMG_20151212_190459438IMG_20151212_190449364_HDRIMG_20151212_190045369IMG_20151212_190015750

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En defensa del rol del Tribunal Constitucional

Supongo que esta entrada no me hará muy popular entre mis amigos, pero en fin si uno cree que sus amigos están equivocados lo que corresponde es decirlo supongo.

A propósito de la última decisión del Tribunal Constitucional, sus tres decisiones en su fallo sobre la glosa de gratuidad de educación superior en la Ley de Presupuestos, han surgido una gran cantidad de críticas. Algunas de ellas orientadas a la decisión como tal y otras, más bien, orientadas a criticar el rol y la existencia misma de un Tribunal Constitucional. La lógica es sencilla: Si un tribunal puede anular la voluntad de las autoridades electas (Congreso más Presidencia), ¿de qué democracia estamos hablando entonces?

Creo que detrás de ese argumento hay una profunda incomprensión de lo qué significa un gobierno republicano (para los propósitos de esta discusión, democracia la entendemos como un subconjunto de gobiernos republicanos). Para ello dos consideraciones.

La primera es en torno a la naturaleza de la Constitución. Si vamos a tener una Constitución, entonces hay un orden de prioridad, la Constitución es más basal que las leyes (que a su vez son más basales que los decretos y así). Esto requiere entonces que una ley no puede pasar por encima de la Constitución. Si ello pasa, entonces simplemente no hay Constitución.

Ahora bien, ¿porqué esta consideración es importante? Porque se supone que estamos discutiendo sobre una nueva Constitución, pero toda esa discusión deja de ser relevante si se asume por principio que una ley aprobada por el Congreso no pasa por control de constitucionalidad. Supongamos, para poner un ejemplo al gusto de muchos que han criticado la última decisión del TC, que se instaura en una nueva Constitución una norma que indique que, por ejemplo, se garantiza educación pública y se prohíbe el lucro en educación. Pero dado que un TC no puede pasar por encima de lo que decide el Congreso, si éste aprueba una ley en que, por ejemplo, se permite el lucro; entonces ella sería válida. En otras palabras, toda la discusión sobre la Constitución sería inútil.

Si se cree en la prioridad de la Constitución sobre la ley, se requiere un control de la Constitucionalidad (del mismo modo que Contraloría controla, precisamente, que los actos administrativos se ajusten a la ley, o sea la misma operación pero en un nivel más bajo).

Una democracia no requiere para operar la distinción entre Constitución y ley, entiendo que en el Reino Unido todas las cosas están al mismo nivel (son Actas del Parlamento); pero sí vamos a mantener esa distinción, entonces algún control de constitucionalidad se requiere.

 

La segunda consideración creo es más profunda (y problemática). La democracia no es el gobierno en el cual la mayoría hace lo que quiere. Límites a las decisiones de la mayoría es la razón por la cual en general las Constituciones tienen un capítulo de derechos, o que se intenta dividir los poderes.

Para dejarlo más en claro, volvamos a poner un ejemplo favorable a quienes criticaron la decisión. Supongamos que se logra introducir en la Constitución un reconocimiento al carácter plurinacional de Chile, y que las leyes deben hacer tal y tal cosa para aplicar ese reconocimiento. Y entonces después de alguna elección, el Congreso aprueba una ley que declara que en la educación formal sólo serán válidas clases en castellano, prohibiéndose otras lenguas. Sería una decisión mayoritaria e inconstitucional (y por lo tanto, iría en contra de lo que como ‘pueblo soberano’ se decidió implementar con especial salvaguarda). O una ley que le quitara derechos políticos a tal y cual persona (digamos, una Ley de Defensa de la Democracia, que fue aprobada por una mayoría del Congreso). Si creemos efectivamente en cosas como derechos fundamentales, al mismo  tiempo estimaremos que ellos no pueden ser pasados por alto por cualquier mayoría.

Al revés que la anterior, esta consideración es general. Poner límites al ejercicio de las decisiones de la mayoría es parte de lo que constituye una democracia. Un gobierno sin límites es lo que desde hace mucho tiempo constituye la tiranía.

 

Tengo la impresión que detrás de la crítica hay dos tentaciones que son comunes, pero que en particular lo son entre quienes se piensan a sí como progresistas: (a) Una despreocupación por lo formal en función de lo material: Si el objeto de tal decisión es justo, las formalidades dan lo mismo. Pero en una mirada de largo plazo, lo formal importa -en parte, es a través de ello que se crean instituciones fuertes que son capaces de tomar decisiones. (b) La sensación que la mayoría siempre está con uno. Los ejemplos dados no ocurrirían, como el progresismo representa la opinión del ‘pueblo’ entonces las situaciones negativas, desde el punto de vista progresista, mencionadas anteriormente, no se darían. Pero basar las evaluaciones institucionales en la idea que uno siempre gana es a la vez injusto e ingenuo.

En última instancia,  se requiere un control de constitucionalidad. Que la forma actual en que el TC ejerce ese control puede criticarse, claro está; pero el rol como tal es difícil de eliminar. Para ver su importancia un ejemplo histórico, y volvamos a un tipo de democracia muy distinta de las actuales -la democracia ateniense que era directa.

Enfrentados frente al tema que una decisión de la Asamblea podía ser ilegal (los atenienses planteaban la diferencia ley / decreto; no la diferencia constitución / ley, en ese sentido de manera similar a lo dicho con respecto al Reino Unido) ¿que inventaron? Lo que se llama el graphe paranomon. Este era un procedimiento mediante el cual un ciudadano acusaba al promotor de un decreto aprobado por la Asamblea que éste era ilegal ante los tribunales populares. Luego, un tribunal de 501 ciudadanos atenienses decidía. Si declaraba que el decreto era ilegal, éste dejaba de ser válido y además se le imponía una multa al promotor del decreto (que podía llevarlo a la pérdida de sus derechos políticos). Cómo se puede observar las penas eran bastante más altas. Ahora bien, si bien el procedimiento era muy diferente (y siendo  coherente con sus prácticas directas bastante más participativo que los nuestros actuales), el caso es que de todas formas se había ya observado la necesidad de contar con un control de las decisiones que tomaba la mayoría.

La democracia, en general las repúblicas, implicaban el reemplazo del gobierno de los hombres por el gobierno de la ley (la expresión inglesa rule of law es explícita en ella, pero también es clara cuando decimos Estado de Derecho). Y esto requiere entonces tener un procedimiento que indique que las normas no sean pasadas por alto.

 

Por cierto, todo lo anterior no es -para nada- una defensa de la decisión específica del TC; ni tampoco de la conformación y potestades concretas que tiene el TC. Ni siquiera es una defensa del TC como tal -esas funciones las cumple la Corte Suprema en Estados Unidos por ejemplo. Pero del mismo modo que la democracia es la aceptación de la derrota, que entre las cosas legítimas que ocurren está que la propia opinión no es la que se transforma en la decisión colectiva; lo mismo con el control constitucional, aceptar su necesidad implica aceptar que esas decisiones pueden ir en contra de la propia opinión sin que por ello dejen de ser legítimas. Lo que pretende esta entrada es simplemente defender la idea misma de un nivel de control de constitucionalidad de la ley.

 

Algunas notas sobre los ingresos de los trabajadores por cuenta propia en Chile, CASEN 2013

Algo largo el título. El tema de los ingresos de los cuenta propia ha tenido alguna presencia en este blog por un tiempo. En los tiempos previos a la CASEN 2013 un dato recurrente era que -a igual nivel educacional- los cuenta propia tenían mayores ingresos que los asalariados. En la CASEN 2013, debido al cambio en metodología, ese resultado cambió, y pasaban a tener una fuerte desventaja

Ahora bien, una cosa era dejar esto en el tema de ‘ve que importa la metodología de medición’. Sin embargo, estimando que la cosa no podía quedar en ello, y dado que era parte del trabajo para la tesis, me dediqué a explorar en mayor profundidad el tema. O sea tomar en cuenta que (a) sí, los independientes pueden tener sesgos a la baja al estimar ingresos, (b) hay un tema con la cantidad de horas de trabajo, (c) algo habíamos dicho sobre la dispersión de los ingresos (que es mayor entre los cuenta propia). Lo que, finalmente, termina por dar que si se toma todo lo que hay que tomar en consideración, el ingreso de los cuenta propia no es inferior, controlando por educación, al de los asalariados (en particular, de los privados); y que, por otro lado, tiene un piso inferior y un techo superior lo que lo convierte en una alternativa de mayor riesgo: Buscado quizás por quienes se sienten mejor que el promedio (ilusión que no deja de ser común), rechazado por quienes no se sienten seguros de ello.

En cualquier caso, lo que muestra es algo que me interesa defender en la tesis: Que la simple distinción entre cuenta propia precarios (de menor productividad, ingresos, educación) y cuenta propia por elección (de mayor productividad, ingresos y educación) no resulta suficiente. En todos los niveles de calificación se da la misma dinámica (promedios no muy lejanos, pero mayor dispersión) y eso cruza entre esos dos polos. Claro está que los cuenta propia de menor calificación tienen menores ingresos que los de alta calificación, pero ello no es algo específico de ellos, es común a los asalariados también; y centrarse en ello no nos permite observar situaciones que son comunes a ese estado cruzando esos distintos niveles.

En todo caso, volviendo al tema metodológico inicial. Si pensamos que distintas decisiones metodológicas producen resultados distintos, pero si en tanto cada una de ellas da cuenta de parte de la realidad, entonces cuando los resultados divergen en vez de simplemente optar por uno o por otro hay que indagar en mayor profundidad. Y al hacerlo salen más cosas (por ejemplo,  el dato que no había tomado antes en consideración pero que en sí mismo es muy importante que hay una buena cantidad de trabajadores por cuenta propia con un número muy bajo de horas de trabajo); que permiten finalmente tener una mejor idea de lo que sucede.

En todo caso, sin mayor preámbulo, el link al paper.

Una propuesta de periodización de la Historia de la Sociedad del Chile Central

Siguiendo las líneas de la entrada sobre delimitación de la historia de la sociedad chilena, que en realidad era la del Chile central, así que usaremos eso como nombre a partir de ahora, ahora un intento de periodización.

Primero, el prólogo. Aun cuando la delimitación que hicimos tiene como punto de inicio la llegada de los españoles, lo que sucede cuando estos llegan no se entiende sin una invasión previa: La incaica. Luego, el período que va desde la llegada de los Incas a la de los españoles representa la obertura de la obra. Es relevante recordar que la invasión incaica no forma el territorio sobre el cual versa la periodización (i.e no hay dominio incaico en Laja como sí lo hay en Santiago), pero el hecho que si hubiera una instalación del Estado Incaico en ciertas zonas es crucial para comprender lo que viene después.

1542-1598 Conquista. Este período se define por dos eventos claros. El primero es la fundación de Santiago. Con ello se inicia la instalación del poder español, y la presencia permanente de ellos. El segunda es la batalla de Curalaba -que, con la rebelión subsecuente. es la que efectivamente define y delimita le territorio del Chile tradicional. Los 54 años entre esos dos eventos son un período de lucha continua entre españoles y mapuche .que son los actores del período-; en el cual el centro de la actividad de los españoles se da al sur del Bío-Bío (es cosa de observar a los cronistas que poco tienen que decir que no sea en relación con la Guerra de Arauco); con una actividad económica basada en la explotación de los pueblos indígenas (para lavaderos de oro en una parte no menor).

1598-1740 Formación. Este período se inicia con una sociedad formada por españoles e indios, y termina con una sociedad en la cual las ‘castas’ (todos los grupos mestizos) son una parte central del ‘bajo pueblo’ del territorio. Es un período que parte todavía con intentos españoles de conquistar el territorio mapuche al sur del Bío-Bío (por ejemplo, repetidos intentos de re-fundar fuertes) y cuando termina la institución de los parlamentos ya está desarrollada y se funda Los Angeles (1739) como medida defensiva de esa frontera. Es el período en el cual se forma la ‘unidad’ de la cual vera el resto de la historia -cuando el territorio entre Copiapó y el Bío-Bío (y en particular entre el Aconcagua y este último río) es el centro de la actividad. Es un período en el cual todo la dominación se basa en Santiago -que adquiere un grado de concentración demográfico, económico y político que no va a volver a tener-; y donde aparte de Santiago existe una población muy dispersa que ocupa el territorio con una baja intensidad. La ausencia de otros centros de poder hace que las parroquias rurales se ubican al lado de la casa hacendal y que los corregidores (quienes representan el poder local). Una actividad económica relativamente menor

1740-1861 Haciendas y pueblos.  Quizás puede ponerse como punto de inicio del período el proceso de fundación de ciudades bajo Manso de Velasco (1739 Los Angeles, 1740 San Felipe). Aunque la política de fundación de ciudades era previa (Quillota 1717 y una Junta de Poblaciones se funda en 1711) es en ese período cuando aumenta en importancia y fuerza (refundandose la Junta de Poblaciones en 1745). Es un período cuando la economía agraria se orienta al trigo, cuando crece la población a lo largo de todo el territorio, cuando se desarrolla el proceso de ‘campesinización’. Un proceso central es la fundación de ciudades a lo largo del territorio y el crecimiento poblacional que lo acompañó.  Aun cuando las ciudades fundadas pueden no tener toda la importancia que el gobierno de la época quería, implican que el asentamiento puramente disperso no es lo único, y ello permite acumulación de ‘poder’ fuera del centro de Santiago. Esta mayor articulación y presencia del poder central, genera a su vez un mayor poder local. A lo largo de este siglo se experimenta un fuerte aumento poblacional en todas las provincias, y en ese sentido -comparado con el período previo y el posterior- el momento de mayor desconcentración.

En este sentido, el patriciado tiene enfrente a otro lugar de poder, que al ser al inicio ‘extraño’ es parte de su proceso de alejamiento del dominio español, y que luego intentará convertir en su propio poder. En cierto sentido, el proceso bajo el cual el patriciado se toma ese renovado poder estatal es lo que se puede considerar ya finalizado para 1861: Estando ya el poder seguro, se puede proceder a su liberalización política (i.e para una dominación directa por parte del patriciado).

1851-1967 La Era de la Concentración. Demográficamente es fácil identificar este período: Es aquel en que las provincias agrícolas del centro detienen su aumento poblacional, en el cual los centros urbanos principales (en un principio el binomio Santiago-Valparaíso, pero luego sólo la capital) concentran el crecimiento y la población. Es también un período en que la agricultura cede importancia frente a la minería (algo que ya se había iniciado con anterioridad, pero es en este período cuando Chile se transforma en país del salitre o del cobre), y la hacienda pierde importancia económica (Aun cuando en el territorio del cual estamos hablando, que no incluye el norte minero, sigue conservando poder social; pero para el Estado que tiene su centro en este territorio los ingresos se producen en otra parte). Es el período en el cual el poder territorial efectivo se expande. Si en el período anterior había sido intensivo ese aumento (de mayor control de lo que ya se poseía) aquí es extensivo (incorporando territorios). Las dinámicas de poder también cambian: Si en el período anterior frente a la hacienda existían diversos pueblos, aquí frente al poder del patriciado aparece el hecho urbano masivo concentrado y un Estado burocrático que opera efectivamente, y con ello entonces la expansión de nuevas clases medias (no que se funden o crean, pero si cambian de carácter y de relevancia). Los grupos urbanos medios (en particular, de las nuevas grandes ciudades) al inicio es la herramienta del patriciado, pero luego se independiza como poder. Sin embargo, a través de todo el período, si bien la importancia de la hacienda como base de poder disminuye, sigue siendo cierto que el patriciado mantiene el poder en la hacienda. En la idea de ‘Estado de compromiso’ el patriciado pierde el control del país y de la urbe pero mantiene en su poder el mundo rural. Es la pérdida del mundo rural tradicional, el fin de dos siglos de hacienda, lo que puede marcar el fin de este período. La Reforma Agraria, y en particular (por ello la fecha de 1967) con la sindicalización campesina, que muestra el final del control tradicional de la población rural. El período se inicia con un máximo de poder oligárquico y finaliza con la crisis final de esa oligarquía tradicional

1981-2015 La era neoliberal. El período se inicia con la eclosión y posterior destrucción de un intento revolucionario contra la dominación oligárquica, siguiendo las líneas del socialismo. Sin embargo ello se corta con el golpe de 1973 (y el gobierno de la UP y los años iniciales de la Dictadura pueden verse como el momento de crisis y transición entre eras).

Lo que emerge, y queda ya instalado a partir de 1981 cuando se terminan de producir las ‘siete modernizaciones’ (y por lo tanto es en realidad la fecha del inicio de esta nueva sociedad) es un proceso revolucionario y radical de instauración de una lógica de mercado en la sociedad. Este proceso no es uno de reinstauración de la vieja oligarquía: el viejo mundo rural, si se quiere, ya desapareció y el nuevo mundo rural no es uno de inquilinos sino de temporeros. El mundo urbano es, también, uno nuevo -con clases medias cuyos núcleos en ascenso y su centro simbólico están en los empleos privados y no en los públicos.  Es también una sociedad que experimenta el fin del proceso de creciente concentración del período anterior -si bien no se desconcentra el poder de la capital (como si se hizo en el siglo XVIII) si es cierto que su peso demográfico y económico no sigue creciendo -y el resto del país empieza entonces a volver a crecer. Es una sociedad que ha experimentado el crecimiento económico más importante de su historia (los años entre 1981 y 2010 bien podrían ser recordados a futuro como el equivalente a los treinta gloriosos de la postguerra en Francia, habiendo vivido el período, no es una perspectiva que me sea muy grata pero no me extrañaría que así quedara el recuerdo). Pero al mismo tiempo un fuerte aumento de su desigualdad.

Sin embargo, no habrá que olvidar que todas esas transformaciones lo son de una sociedad que mantiene continuamente varias de sus características  (i.e con grandes distancias entre élite y resto de la población, con una economía y una élite económica que sigue orientada a las ganancias más fáciles, con una economía que nunca ha sido muy competitiva en diversos ámbitos). Nada se construye sobre tabla rasa y todo lo que se desarrollo lo hace sobre un suelo; y las reacciones a los grandes cambios sólo se entienden si se entiende a qué se reacciona y quien es el que reacciona: La forma en que se experimentan esas tendencias y las prácticas que las realizan sólo se explican si recordamos que quienes lo experimentan y actúan son grupos formados por los períodos anteriores.

Algunas notas finales sobre temas que podrían ser discutibles:

(a) Muy tradicionalmente le hemos dado importancia a la hacienda como eje constructor del poder del patriciado. Salazar ha negado con fuerza esa afirmación, tanto en la medida que (a) es un patriciado que basa su poder en el comercio no en la producción y que (b) olvida al bajo pueblo que siempre intento escapar de esa hacienda. Ambas cosas podrán ser ciertas pero no quitan que la operación de poder de ese patriciado se basa en su dominio del espacio rural: Pueden vivir de las ventas de su comercio pero participan de ello en tanto hacendados (no se dedican ellos a la intermediación, y se comercia a través de los barcos de otros). Y si bien las clases populares intentan crear un espacio propio y separado es el poder hacendal el que evita el que puedan desarrollar ese proyecto.

(b) Para delimitar los momentos clave siempre he tenido a la vista los movimientos demográficos. Ello puede parecer ‘irrelevante’ o ‘superficial’, pero creo que (y en esto no hay nada original, es lo que se colige de leer a autores tan clásicos como Braudel) las dinámicas demográficas muestran, por el contrario, los movimientos más profundos de una sociedad: No es sólo, pero no hay que olvidar que es también, un tema de tamaño, sino también de disposición territorial y de forma de vida.

(c) Varias de las fronteras políticas de la historia han sido pasadas por alto (pero no todas). La independencia se ha visto como un cambio de momento al interior de una misma etapa. Pero antses y después de ella se vivía de exportar trigo, y los hacendados eran las figuras centrales, y el proceso de aumento poblacional provincial que venía de antes siguió desarrollándose. Lo mismo con el paso a la dominación mesocrática tras la crisis de 1925-1932: Los centros de poder (el estado burocrático urbano, la hacienda y el desarrollo de las clases trabajadores) eran los mismos -el cambio fue uno de poder al interior de ese juego. Por otro lado, otros cambios político-militares tradicionales si han sido centrales: La batalla de Curalaba en 1598 o el golpe de 1973 (aun cuando eso marca más el fin del período previo que el inicio del siguiente).

Para una delimitación temporal y espacial de la Sociedad Chilena

Algunas veces he pensado que un buen proyecto intelectual para mi vejez es escribir una historia de Chile (siguiendo el ejemplo de Braudel, hay que elegir bien los modelos aun cuando uno se encuentre tan lejos de su grandeza, que escribió la Identidad de Francia hacia el final de su vida). Ahora bien, para ello nunca está de más delimitar lo que se va a estudiar.

Muchas veces cuando se escribe la historia de X se asumen los límites espaciales actuales del Estado de X y se lo estudia desde el inicio (desde que hay personas). Pero eso implica (a) asumir que el agregado que llamamos sociedad sigue el mismo camino que el Estado y (b) pone como parte de la misma continuidad sociedades que en realidad no tienen demasiado en común. El Estado es importante y sus acciones tienen grandes efectos, pero no lo es todo; y es bueno reconocer las discontinuidades profundas.

Lo anterior simplemente para hacer algo más plausible la siguiente delimitación: Una historia de la sociedad chilena es una historia que se inicia en 1541 (particularmente, con la fundación de Santiago) y que llega a la actualidad, y que habla de la sociedad que se establece entre Copiapó y el Bío-Bío (en particular, entre el Aconcagua y el Bío-Bío. Primero aduciremos algunas razones para defender esta delimitación y luego la defenderemos de algunas posibles críticas.

(1) La llegada de los españoles constituye el inicio de una nueva sociedad, que se crea a través de una mezcla entre elementos españoles y pre-hispánicos (pero donde lo español es lo dominante). Dado que ese elemento es una irrupción completamente externa a las tendencias previas (y para entender ese elemento de nada nos sirve comprender lo que pasaba antes en esos terrenos), y dado que junto a esa irrupción se produce una catástrofe poblacional de proporciones, lo que surge a partir de ello no es continuo con lo que estaba antes. Y desde ahí se constituye una nueva continuidad que llega hasta hoy: con todos los cambios y transformaciones, que han sido de gran profundidad, la historia que se cuenta se inicia tras ese momento.

No sólo ello, sino que la unidad geográfica que se constituye a partir de esa llegada sólo se constituye a partir de esa irrupción. Tras la invasión incaica (que recordemos es otra invasión externa, aun cuando no sea desde ‘otro mundo’ completamente diferente) hay un espacio que llega hasta el Maipo o el Maule, y otro espacio desde el Maule al sur. Que los terrenos cerca de Chillán y cerca de La Serena fuera parte de ‘lo mismo’ (y estuvieran bajo la misma autoridad) es algo que se crea a partir de la irrupción española.

(2) Si hablamos de los espacios donde se constituyen algunas de las características básicas de la sociedad así llamada chilena (donde esas características son nativas) volveremos al espacio de Copiapó a Bío-Bío, que es además un espacio que desde hace 450 años está unido -desde la irrupción española. Todos los otros territorios son parte del Estado Chileno y han sido ‘chilenizados’ desde hace alrededor de 100-150 años, y cuando varias de las características de lo chileno ya estaban constituidas; y tienen, en parte por lo anterior, dinámicas más bien diferentes.

Si pensamos en, por ejemplo, Arica, observaremos un espacio que desde al menos la expansión Tiahuanaco ha sido parte del espacio andino; y ello subsistió la irrupción española y la Independencia. La sociedad que se conforma en ese espacio es distinta y diferente de la que se constituye en el Chile central. Lo mismo es válido para espacios como Chiloé (que tiene su propia sociedad, con estructura y cultura distinta y separada). El espacio mapuche existe con anterioridad a la irrupción española e incluso la incaica, y logra mantener su separación geográfica del espacio chileno. En 1770 no tendría sentido hablar, en relación a donde ahora se ubica Temuco, de estructura hacendal -por más que ella tuviera efectos en ese espacio. Más aún, durante el siglo XVIII el espacio mapuche experimenta una expansión en lo que ahora es Argentina que claramente es algo separado de las tendencias de la sociedad chilena.

Ahora pasemos a responder a posibles criticas.

(1) Esta delimitación esconde y minimiza la presencia de los grupos originarios en Chile, como si la sociedad chilena fuera una sociedad ‘blanca’ o europea. Esta crítica es incorrecta porque el hecho de la disrrupción española no implica una sociedad solamente española. La sociedad del Chile central es claramente mestiza; y esto se muestra no sólo en cosas como el lenguaje o la alimentación, sino ha tenido efectos en su estructura social. Pero es mestiza, lo cual implica una presencia hispana también muy importante. Esa mezcla sólo tiene sentido como historia a partir del siglo XVI no antes.

(2) Esta delimitación opera como si no hubiera una historia pre-hispánica profunda e importante, como si todo partiera sólo cuando los europeos irrumpen en la escena. La crítica es incorrecta porque no se niega esa historia, sino que plantea que es otra historia. Una historia que, claramente, es bastante relevante: La presencia incaica tiene efectos en, por ejemplo, como (y donde) irrumpen los españoles; y podemos pensar cuan diferente habría sido ese proceso de no existir la conquista incaica o de haber tenido más de un siglo. La historia mapuche, ya lo indicamos a propósito de su expansión en la Pampa en el siglo XVIII, también cuenta con procesos propios relevantes; pero ellos son otros procesos de los que constituyen el espacio chileno central.

(3) La delimitación espacial no toma en cuenta la expansión territorial del Estado chileno a partir de la independencia: del hecho que zonas que anteriormente no estaban bajo el mando efectivo de la autoridad central santiaguina sí pasan a estarlo. Esta crítica olvida que lo que intentaremos escribir años ha en el futuro es la historia de una ‘sociedad’, no la de un Estado. Los territorios donde el poder del Estado de Chile se extendió siguen siendo otras historias (en el sentido que sus estructuras y dinámicas son distintas).

(4) La delimitación dejaría como no-chilenos  a un buen número de personas que comparten la nacionalidad y ciudadanía chilena y que no son ‘menos’ chilenos en ese sentido (en particular, para varios de ellos que sí reclamarían para sí dicha identificación). Nada de ello se niega, pero esas son trayectorias históricas diferentes de aquella que nos interesaría analizar. Cierto es que una denominación diferente a ‘chilena’ sería útil y adecuada, pero no disponemos, o al menos a mí no se me ocurre, de otro nombre al respecto.

 

Más allá de los argumentos, en pro y en contra, el caso es que existe una trayectoria histórica distintiva que se inicia alrededor de 1540-1550 y que es común al espacio geográfico que se despliega entre Copiapó y el Bío-Bío. Y ese espacio es del cual me interesaría narrar su historia.

Evolución de la Población en el Valle Central. Auge, estancamiento y resurgimiento

Siguiendo con estas notas de demografía histórica, cuando se revisan los datos de los censos (y de los recuentos de la Colonia) no sólo es posible observar -como hicimos en la entrada anterior- el crecimiento de Santiago, y además que la generación de la hipertrofia es algo que pertenece centralmente al período 1920-1970, sino además hay varios elementos interesantes en relación al movimiento de la población del Valle Central.

En pocas palabras, y simplificando una historia que es más compleja, es posible distinguir tres períodos en esta historia: Un período de crecimiento (desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX), un período de estancamiento (desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX) y período de resurgimiento desde alrededor de 1970 en adelante. Esto además ha cambiado de manera importante las proporciones poblacionales con respecto a Santiago.

1. El Crecimiento y desconcentración poblacional hasta 1865.

No hay muchos datos agregados en torno a los movimientos poblacionales hasta el primer intento de recuento de Jauregui en 1778, pero hay algunos indicios que nos podrían indicar un aumento importante de la población desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX para el Valle Central.

Recordemos que uno de los eventos centrales en la historia demográfica en América Latina es la disminución poblacional indígena a partir de la Conquista. Esto genera un territorio que en el siglo XVII tiene una población bastante menor. Un calculo de 1644 mencionado por De Ramón en su Historia de Santiago (2007, p 79) plantea alrededor de 3 mil vecinos en todo el territorio entre el Choapa al Maule. Además calculaba cerca de 960 hombres que podían tomar armas, de los cuales 500 vivían en Santiago (o sea alrededor de la mitad de toda la población). A esto hay que sumar la población indígena y negra que Zapater (1997) calcula en alrededor de 25 mil para todo el reino, y la población española entre el Maule y el Bío-Bío, pero claramente estamos hablando tanto de (a) un país muy poco habitado y (b) con una fuerte concentración en Santiago.

Durante el siglo XVIII hay varios estudios que indican importantes aumentos poblacionales en comarcas rurales. El clásico estudio de Borde y Góngora (1956) y sobre el Valle del Pangue, y el de Mellafe y Salinas (1987) sobre La Ligua (ambos disponibles en el magnífico Memoria Chilena aquí y aquí respectivamente) muestran importantes crecimientos en el período: Borde y Góngora plantean que, aunque no hay datos directos si los hay indirectos, el aumento de explotaciones de inquilinos (p 58). Mellafe y Salinas en la Tabla 1 del Anexo Estadístico muestran estimaciones que, con todos los problemas que tienen, indican fuertes crecimientos: el departamento de La Ligua pasa de 1.960 personas en 1766 a 14.833 en 1865 (p 261). Las cifras absolutas en ambos casos no son tan relevantes como la magnitud del crecimiento, que parece ser claramente fuera de disputa.

En cualquier caso si se comparan los datos del recuento de Jauregui de 1778 y el censo de 1865 (último que observa un aumento general de población en todas las provincias) se puede notar el crecimiento de la población del Valle Central. Los datos de 1778 son más inexactos que los de 1865, y los territorios no son exactamente los mismos as proporciones y el movimiento todavía tienen utilidad. Las unidades territoriales no son las mismas, pero los datos todavía son de utilidad para observar las dinámicas (y proporciones)

Población de algunas provincias del Valle Central comparadas con Santiago, 1778-1865

 

Provincia (o departamento) 1778 1865
Colchagua 30.745 142.456
Maule 29.731 288.563
Santiago 40.607 210.032
Melipilla 10.628 49.127
Rancagua 17.914 82.524
Aconcagua 10.584 124.828

Fuente: Censo de 1778 como aparece en la publicación del Censo de 1952 (link aquí), Censo de 1865 de acuerdo a la publicación de ese mismo censo (link aquí). Maule en 1865 considera provincias de Talca, Linares y Maule.

Claramente podemos observar en todas las provincias un fuerte aumento poblacional: Melipilla, Colchagua y Rancagua crecen 4,6 veces, el Maule crece 9,7 y Aconcagua 11,7 veces. No es sólo que la población de las provincias haya experimentado un fuerte aumento, es que de hecho su peso en relación con Santiago aumenta en el período considerado: En 1778 las provincias del cuadro son 2,45 veces la población del corregimiento de Santiago, en 1865 son 3,3 veces la población de la provincia de Santiago (sin considerar departamento de Meilipilla).

Pero de hecho el aumento de la proporción en relación con Santiago de las provincias del Valle Central es mayor. En el censo de 1865 no está incluida la provincia de Curicó (90 mil personas) porque no sé a que corregimiento correspondía en 1778. El corregimiento de Quillota de 1778 está incuido en la provincia de Valparaíso en 1865, y el crecimiento de la urbe del puerto no corresponde que se incluya en un examen de provincias rurales. Sin embargo,  también hay existe un aumento: El recuento de 1778 plantea que el corregimiento de Quillota tenía 15 mil personas y el departamento de Quillota (con una extensión menor de territorio) tenía 40 mil personas en 1865. Si se suman esas poblaciones, el aumento de la proporción poblacional de las provincias agrícolas del Centro aumenta y pasa de ser 2,8 veces Santiago en 1778 a 3,9 veces en 1865.

2. El Estancamiento Poblacional entre 1865 y 1970.

Esta situación de fuerte crecimiento poblacional del Valle Central, y de aumento de su proporción en relación con Santiago cambia en el siglo que media entre 1865 y 1970. Hay algunas provincias que tienen aumentos muy menores (Colchagua, Curicó, Aconcagua), una que disminuye su población (Maule), otras que se doblan en todo el siglo (Talca y Linares) y sólo O’higgins experimenta un aumento considerable -pero que sigue siendo bastante inferior al nacional. Por cierto, todas ellas viven un crecimiento claramente inferior al de Santiago. Si usamos la población de 1865 como base 100 obtenemos el siguiente gráfico:

Poblacion_Agraria_Estancamiento

 

En cifras absolutas esto se puede indicar de forma más clara. Para varias provincias es posible mostrar períodos de varias décadas en que no experimentan crecimiento alguno. En 1865 Aconcagua tenía 125 mil y Colchagua 142 mil habitantes. En 1952, casi 90 años después, tenían 128 y 140 mil habitantes respectivamente. Curicó alcanzó los 100 mil habitantes en el censo de 1885 y tenía 105 mil en el censo de 1960. Incluso provincias que durante el siglo crecieron también experimentaron períodos de nulo crecimiento: Linares entre 1875 y 1920, Talca entre 1885 y 1920. Incluso O’higgins -la única provincia que realmente experimentó crecimiento, lo hace desde 1920 en adelante.

El peso de estas provincias en relación con Santiago también disminuye de manera muy importante en el período considerado.

Proporción de población de provincias Valle Central en relación con Provincia de Santiago.

Provincias 1865 1920 1970
Aconcagua 48% 17% 5%
O’higgins 32% 17% 9%
Colchagua 55% 24% 5%
Curicó 35% 16% 4%
Talca 39% 20% 7%
Linares 33% 17% 6%
Maule 40% 17% 3%
Valle Central 281% 128% 39%

Si comparamos esa proporción en los censos que forman el extremo del período y el censo más intermedio podemos observar esta fuerte disminución: En 1865 todo el Valle Central representa 2,8 veces la población de la provincia de Santiago (la cifra es diferente del apartado anterior por que el departamento de Melipilla fue considerado parte de la provincia de Santiago, al no contar cifras por departamento en todos los censos considerados), en 1920 la cifra es 1,3 veces y en 1970 ya es sólo 0,4 veces. Mientras que en 1865 provincias como Colchagua o Aconcagua tenían cada una de ellas alrededor de la mitad de la población de la provincia de Santiago, ni siquiera el conjunto de las provincias del Valle Central se acerca a esa cifra en 1970.

Las cifras absolutas de población muestran que estas provincias experimentaron estancamientos absolutos de población a lo largo de varias décadas del período, la comparación con Santiago muestra su estancamiento relativo. Incluso si en varias provincias se observan aumentos absolutos de población (en particular a partir de 1920-1930) de todas formas ellos son inferiores al nacional y, en particular, al de Santiago -distanciándose de la capital. Esto contrasta fuertemente con el período anterior, de fuertes aumentos absolutos y relativos del Valle Central. Y también contrasta con lo que se observa en el tercer período a considerar.

3. Un resurgimiento poblacional: 1970-2002

Al comparar cifras en este período un problema es que se experimenta un cambio en la estructura administrativa del país. Se ha preferido tratar de re-constituir las provincias previas, esto tanto para comparar con el censo de 1970, que estamos usando como punto de inflexión, y para poder comparar con los censos anteriores. Así por ejemplo,  la comuna de Constitución se sumó en nuestras cifras a la provincia de Maule como era antes de 1970 -siendo este último la modificación probablemente más relevante para las cifras, porque dicha Comuna es cerca de la mitad de la población de lo que estamos considerando provincia de Maule y tiene un fuerte aumento poblacional, lo que no ocurre con el resto de las comunas.

Ahora bien, en cualquier caso, las cifras de los últimos censos muestran que la población del Valle Central vuelve a crecer. Incluso las provincias que se habían estancado absolutamente experimentan importantes crecimientos poblacionales en términos absolutos.  Por ejemplo Aconcagua pasa de 161 mil habitantes en 1970 a 294 mil el 2002, Colchagua pasa de 169 a 238 mil habitantes, Curicó de 115 a 244 mil habitantes. O’higgins pasa de 307 a 543 mil habitantes -continuando con la fuerte expansión territorial que se había iniciado anteriormente. Estos aumentos absolutos también implican una disminución de la caída del peso poblacional de estas provincias en relación con Santiago:

Proporción del Conjunto de Provincias Valle Central en relación con Santiago

Censo Proporción sobre Santiago
1970 39%
1982 36%
1992 33%
2002 32%

En 40 años (1970 a 2002) la proporción pasa de un 39% a un 32%. Si bien sigue existiendo una disminución, ella tiene una magnitud muy diferente a lo que ocurría con anterioridad. Se puede decir, con razón, que viendo la disminución a través de puntos porcentuales hay un momento en que no se puede continuar el mismo ritmo: La caída de 92 puntos porcentuales entre 1907 y 1940 no se puede volver a repetir. Pero si miramos en términos de proporción relativa nuevamente observamos una caída del ritmo: Esos 7 puntos de caída en 40 años representan una caída del 18% en relación a la proporción de 1970 (eso es 7 de 39), y esa cifra nuevamente es la más baja del período considerado.  En otras palabras, el Valle Central ha vuelto en general a crecer, y a tasas que no están muy distantes de las tasas de Santiago y la del crecimiento nacional.

Un tema importante es además son las diferencias que empiezan a adquirir estas provincias. Si usamos el año 1970 como base y observamos el crecimiento de estas provincias, y los graficamos ahora en relación con Santiago, observamos lo siguiente:

19702002

Podemos distinguir, entonces, al interior del Valle Central dos tipos de provincias: Por un lado, aquellas que tienen crecimientos altos, comparables (o superiores) al de Santiago: Curicó, la provincia que más crece en el período, Aconcagua y O’higgins. Por otro lado, provincias que si bien han adquirido una trayectoria de crecimiento sigue estando bajo Santiago: Colchagua, Talca, Linares y Maule. No deja de ser interesante que los dos valles más cercanos a Santiago (Aconcagua y O’higgins) sean los que acoplen su crecimiento, lo que bien podría indicar un aumento del radio de influencia de la capital.

En cualquier caso, y más allá de las diferencias, se observa un cambio en el comportamiento demográfico en la zona considerada. No sólo ya estamos lejos del período de estancamiento absoluto sino que la declinación relativa ha disminuido, y en algunos casos ya ha dejado prácticamente de existir.

4. En Resumen

Los análisis anteriores tienen varias limitaciones. Siendo un ejercicio preliminar claramente siguen teniendo problemas de comparabilidad: aunque mantuvieran el nombre las provincias han cambiado de límites, y la regionalización (aunque el decreto inicial habla de cómo distribuir las viejas provincias en regiones) fue algo más complejo que reunir provincias. La provincia de Maule en 1907, de acuerdo al documento de ese censo, incluía además de la actual provincia el departamento de Constitución y el departamento del Itata (con localidades como Quirihue). Y por cierto los departamentos no son iguales a una suma de comunas. En ese caso, como ya se mencionó, se sumo al menos la comuna de Constitución a la provincia del Maule en nuestras cifras estando seguro de que había sido parte de la provincia hasta 1970 (de otro modo no se explica el tamaño poblacional de la provincia), pero no se hizo lo mismo con Itata porque no tengo claro hasta que período fue parte de la provincia. Y así con otros cambios en la estructura. De todos modos, alguna comparabilidad todavía tienen y las cifras agregadas tienen menos de esos problemas. La periodificación quizás podría cambiarse (es cierto que en 1865 siguen creciendo todas las provincias, pero ya tienen un peso menor en relación con Santiago que en el censo anterior; podría discutirse de cuando poner el punto de inflexión en relación con el tercer período y así).

En cualquier caso, más allá de las debilidades de los datos, las líneas generales las tendencias parecen ser válidas: Un fuerte crecimiento de la población del Valle Central -absoluto y relativo- desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX; seguido de un período de estancamiento (en varias zonas incluso absoluto por períodos importantes) desde mediados del siglo XIX hasta tres cuartas partes del siglo XX, y luego un período de resurgimiento absoluto y (menos marcado) relativo.

Lo anterior no es sólo quizás interesante como ejercicio de tendencias demográficas sino para observar la historia general de Chile. Al fin y al cabo, las tendencias demográficas algo nos dicen de la sociedad: No es casual que el estancamiento demográfico del Valle termine cuando finaliza el viejo régimen agrario: tras la Reforma Agraria, tras la liberalización económica -tras el cambio del inquilino por el temporero para decirlo de alguna forma. Quizás tampoco sea casual que el período de aumento poblacional del Valle se corresponda con el período de la campesinización que mencionaba Salazar: que la forma de ‘poblar’ esas zonas, de llenar el vacío previo (vacío de ocupación permanente y vacío en general) fuera a través de esas formas. Y otras conexiones se podrían hacer.

Incluso la periodización mencionada puede ser útil para observar los ritmos globales de la historia de nuestra sociedad, más allá de la periodización ‘política’. Si los ritmos demográficos, finalmente, dicen relación con fenómenos muy profundos de la vida social (desde sus estructuras productivas a la vida doméstica y familiar) esos ritmos debieran ser, como mínimo, más conocidos.

 

Referencias.

Borde, Jean y Gongora, Mario (1956) Evolución de la propiedad rural en el Valle del Pangüe. Santiago: Universidad de Chile, Instituto de Sociología

Mellafe, Rolando y Salinas, René (1988) Sociedad y población rural en la formación del Chile Actual. La Ligua 1700-1850. Santiago: Ediciones de la Universidad de Chile

De Ramón, Armando (2007) Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana. Santiago: Catalonia

Zapater, Horacio (1997) Huincas y Mapuches 1550-1652. Historia 30: 441-504

Censos. Se consultaron las publicaciones del Censo de 1865, 1907, 1952, 1960, 1970, 1982. Para censo de 1992 se consultó la publicación de Ciudades, Pueblos y Aldeas del INE (1995) y para censo de 2002 se consultó la publicación de División Político Administrativa y Censal del INE (2007).

La Evolución de la Concentración Poblacional en Chile (1865-2002)

El próximo informe de Desarrollo Humano versará sobre lo que sucede en los territorios de nuestro país (y todo lo que dice relación con centralización y esas vainas). Ahora bien, una de las dimensiones más claras del nivel de concentración de un país es lo que sucede con la población de su centro (usualmente de su capital). Tiene la ventaja además de ser un fenómeno dinámico que es distinguible de la estructura política como tal.

Para ello se usaron los resultados de población de los distintos Censos entre 1865 y 2002 para observar el peso de Santiago para el país, pero además para observar cómo se relaciona Santiago con los otros dos principales centros urbanos: Valparaíso y Concepción.

Antes de presentar los datos un pequeño acápite sobre los datos: Un tema relevante aquí es la expansión física de la ciudad, que hace que incorpore centros urbanos que anteriormente eran distintos del núcleo central. El Gran Valparaíso de la actualidad incluye Villa Alemana, pero no lo hizo siempre, y luego ¿desde cuando tiene sentido incluir Villa Alemana? Lo mejor es acercarse a las fuentes contemporáneas, aunque tenemos el problema que no todos los censos desglosan sus resultados por ciudades (por ejemplo en el sitio del INE al respecto los datos del censo de 1970 sólo están a nivel provincial). Luego, se usaron los datos del censo de 1907 (que presenta las poblaciones por ciudad de los censos anteriores), el de 1950 (que hace lo mismo para sus censos anteriores) y el de 1960 para los de su misma época. Los datos tienden a ser relativamente coherentes entre sí, así que tiene sentido usarlos para construir una serie. Para 1970 en adelante se usó  la tabla del INE que aparece en este link, que aplica la definición actual de esas ciudades, y para que esa época ya empiezan a ser realidades también. Eso sí hemos unido Viña del Mar a Valparaíso desde que ella aparece mencionada, y lo mismo con Talcahuano a Concepción -estando tan cercanos geográficamente que tenía sentido tomarlos como una sola unidad–. Además se observa que el salto de expansión de Viña (y de Talcahuano), cuando dejan de ser poblaciones pequeñas, se produce cuando se empieza a agotar la expansión de Valparaíso (y de Concepción), y ergo, estamos hablando de conurbaciones.

Todo ello genera el siguiente gráfico, y en líneas generales no debiera variar demasiado si se hubieran tomado algunas otras decisiones metodológicas:

santiago_poblacion

Podemos observar entonces que:

(1) Aunque Chile ha sido un país centralizado políticamente desde todo el período considerado su peso poblacional ha variado sustancialmente. De hecho, durante el siglo XIX no se puede decir que abrumara al resto del país (estando de hecho abajo del 10% hasta cerca de 1907). Más aún, el peso del Gran Santiago detuvo su crecimiento desde 1982 en adelante -Santiago crece, pero más o menos al ritmo del país.

(2) Claramente el siglo XIX fue una época de bi-centralismo. Valparaíso alcanzó a ser cerca del 80% de Santiago en 1875. Más aún, en toda la primera parte del siglo XIX la expansión de Valparaíso es gigantesca mientras que Santiago crece al ritmo nacional. Valparaíso en 1813 es 5317 (de acuerdo al centro de la época, el de Egaña) y en 1875 cuenta con 99.055 habitantes. Santiago pasa de alrededor de 60.000 hab (interpolación entre los datos de otros censos y recuentos que estima De Ramón en su libro sobre Historia de Santiago) en 1813  a 129.807 en 1875. O sea, se dobló mientras que Valparaíso creció casi 20 veces. El siglo XIX muestra un país con una estructura donde se distingue claramente el centro político (Santiago) del centro económico (Valparaíso), lo que es una estructura que de hecho existe en otros países: Washington-Nueva York por ejemplo, pero también Beijing con Shanghai (o la zona de Cantón), y Rusia ha sido bi-centralizada (Moscú y San Petersburgo) ya varios siglos. El centralismo político no impidió ello.

(3) Concepción siempre ha sido, durante todo este período, claramente una ciudad en tercer lugar y nunca se acercó a Santiago. Pero, también ocurre que su era una proporción más alta de Santiago a finaels del siglo XIX, volviendo al punto que el centralismo político no implicaba poblacional en esa epóca. Ahora bien, esto en general representa una disminución de su peso poblacional con relación a la Colonia y primeros años de la Independencia. No tengo datos de la ciudad pero al menos en relación con sus territorios aledaños hay datos interesantes. En los recuentos realizados por Ambrosio O’higgins en las postrimerías del siglo XVIII el Obispado de Concepción (el territorio entre el Maule y el Bío-Bío) era la mitad del Obispado de Santiago (el territorio entre Copiapó y el Maule), y esa relación no se ha vuelto a lograr. El censo de 1813 manifiesta para la zona de Concepción 17.460 personas, que es un algo menos de la tercera parte de Santiago para la época. Concepción ha sido, entonces, el más perjudicado por el centralismo político en esta medida (al menos, entre los territorios que han tenido un peso relevante durante todo el período).

(4) Ahora bien, el caso es que si Chile no era centralizado en un sólo punto en el siglo XIX, Santiago y Valparaíso son bastante cercanos, a 115 kilómetros usando la ruta 5 (la distancia interna en la conurbación del Rin-Ruhr es del orden de 130 kilometros). En la perspectiva del censo de 1907 la discusión sobre centralismo se hace no con relación a Santiago, sino en relación con Santiago-Valparaíso (es de esas ciudades y la región circundante que se dice lo que nosotros decimos ahora del Gran Santiago). En algún sentido, es la Cordillera de la Costa -que en esa zona tiene sus mayores alturas y tiene mayor peso- el que obliga a diferenciar las zonas. Si fuera un terreno plano, la zona intermedia estaría ocupada por una gran cantidad de poblaciones (es cosa de observar el valle del Maipo con sus Talagantes, Peñaflores, Melipillas etc; y lo mismo con el valle del Aconcagua) y conformarían una sola unidad. La diferencia entre Santiago y Valparaíso se basa en un hecho geográfico elemental.

(5) No deja de ser interesante que Santiago efectivamente empieza a adquirir un peso muy fuerte poblacional, y además lo va aumentando sostenidamente, durante el siglo XX. El centralismo político en sí mismo no genera presiones para concentrar toda la vida social en la capital, pero es el centralismo político unido a un Estado más activo (con mayor peso en general en la vida social) lo que lo produce: es la combinación de los factores. Uno de nuestros primeros sociólogos, desde una perspectiva más bien crítica del peso del Estado, decía lo siguiente en 1957:

Las causas de esta hipertrofia capitalina están en el centralismo egoísta de los poderes públicos, en los mayores agrados que proporciona la capital para las gentes de dinero y en forma especialísima, en la omnipotencia creciente del gobierno, que hace necesaria su proximidad para obtener las cosas más elementales, en todo género de actividades. Centralismo egoísta y socialismo de Estado: he ahí las dos causas matrices que obligan a las provincias a vaciarse en Santiago donde residen los dispensadoras de los honores, de las fortunas; donde se reparten las canongías, donde se práctica el arte de enriquecerse sin trabajar (Jorge de la Cuadra, Prolegómenos a la Sociología y bosquejo de la evolución de Chile desde 1920, 1957, Editorial Jurídica de Chile, página 136)

No deja de ser interesante, a este respecto, que Santiago haya dejado de aumentar su presencia en relación con el resto del país a partir del censo de 1982 -o sea, a partir del cambio del modelo de desarrollo. Aunque este dato puede variar en años venideros (simplemente cuando la conurbación al seguir expandiéndose incluya varios centros urbanos intermedios en sus cercanías, como ya lo hizo con otros anteriormente), no deja de ser ilustrativo. En algún sentido, se puede decir que el aumento de la crítica regionalista se basa en el hecho que efectivamente las regiones recuperan su relevancia (i.e se ha detenido el proceso de concentración en Santiago y finalizado las grandes migraciones), y ahora -en una sociedad donde el Estado, incluso en el modelo actual, tiene un peso relevante en la vida social- exigen la descentralización política.

 

 

Chile, un caso de imperialismo frustrado

La Guerra del Pacífico se inició con la invasión de Antofagasta el 14 de febrero de 1879 por tropas chilenas antes de una declaración de guerra, lo que había sido precedido por la aparición del Blanco Encalada el 26 de diciembre de 1878. Lo interesante de esos actos es lo que implican sobre la actitud del gobierno Chileno en la época.

En el siglo XIX el uso de la fuerza sin declaración de guerra (y de ubicar fuerzas navales en el puerto de otros países como forma de amenaza) no era para nada común en la relación entre países pares, pero si cuando un país se pensaba superior a otro (no en poder, sino en su tipo): Las potencias europeas vivieron haciendo eso a otros países durante esos años, pero no entre ellos. En otras palabras, por el mero hecho de realizar ese acto Chile se ubicó  en relación con Bolivia como el Reino Unido se pensaba en relación con, digamos, Zanzíbar.

El transcurso de la guerra nos sigue mostrando esa actitud de no reconocer a los países contrincantes la posición de par. Chile ocupó militarmente el Perú (al menos su costa) entre 1881 y 1883. Ahora bien, ¿por qué? Simplemente, porque Chile no reconocía gobierno alguno en el Perú y mantuvo la ocupación hasta que apareciera un gobierno de su gusto. Nuevamente, no es el tipo de cosas que en la época se usaran entre países pares. Los prusianos humillaron completamente a Francia en la guerra franco-prusiana (1870-1871) y con ella el gobierno francés se desplomó, pero a Bismarck no se le ocurrió imponer un gobierno, simplemente negoció con el surgido tras la caída de Napoleón III (uso el ejemplo, porque el gobierno chileno defendería sus anexiones de provincias tras la guerra del Pacífico aduciendo el ejemplo de la anexión de Alsacia y Lorena).

Todo el comportamiento, entonces, de Chile indica un país que se relaciona con sus vecinos del norte como un país imperialista del siglo XIX se relacionaba con cualquiera de sus víctimas (o con cualquier país al cual no le reconocía igualdad de trato).

En realidad, Chile durante el siglo XIX experimenta un fuerte proceso de expansión territorial. Hay muchos que piensan en una historia de pérdidas de territorios (‘cesión de la Patagonia’) pero eso olvida las realidades. En 1810 quienquiera que gobernara en Santiago administraba efectivamente, sus órdenes podían ser cumplidas, el territorio entre Copiapó y el Bio-Bío. En 1820 Chile toma y se anexa Valdivia (que era dependencia del Virrey en Lima no de la Capitanía); en 1826 Freire anexa Chiloé (que también era dependencia del Virrey y donde los chilotes no tenían  ningún entusiasmo por ser parte de Chile, habiendo defendido las banderas del rey toda la Independencia). En 1843 se funda el Fuerte Bulnes (como colonia penal, siguiendo el ejemplo de varios Imperios en expansión), en un territorio en el cual nunca había sido sometido a los decretos de Santiago; a lo que sigue en la década de 1850 la colonización en Valdivia y Llanquihue. Finalmente, tenemos la conquista del territorio Mapuche y de las provincias de Iquique y Antofagasta. 1881 es el año de la fundación de Temuco y de las batallas de Chorrillos y Miraflores (en otras palabras, de un esfuerzo militar doble separado por 4 mil kilómetros). Y para completar la expansión, Chile en 1888 adquiere una colonia al incorporar Rapa Nui (haciendo el mismo tipo de operación que cualquier país imperialista Europeo realizaba en la época en la Polinesia). En 1890 quienquiera que gobernara en Santiago administraba efectivamente un territorio mucho mayor que su antecesor en 1810.

Este proceso de expansión territorial se realizó usando las diversas formas de expansión al uso entre potencias imperialistas en el siglo XIX: Conquista de provincias a países vecinos, colonias penales, conquista de pueblos no-estatales, instalación de colonias de ‘ultramar’. Por cierto, todo en pequeño -como corresponde a un país de imperialismo periférico (o semi-periferia para usar términos de Wallerstein).

El delirio de esa actitud es la expansión de la flota a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Por motivos de equilibrio de poder, y la mera idea que ese concepto era aplicable a las relaciones de ‘potencias sudamericanas’ ya es significativo, Chile decide contratar en astilleros británicos la construcción de dos acorazados del tipo dreadnought (Latorre y Cochrane). La construcción estaba inconclusa al iniciarse la 1a Guerra Mundial y los barcos son tomados por el gobierno inglés. El Latorre, rebautizado Canadá, participó en la batalla de Jutlandia (el Cochrane, más atrasado en su construcción, fue comprado por los ingleses en 1917, convertido en portaaviones, renombrado Eagle y luchó en la 2a Guerra Mundial). En otras palabras, Chile había contratado la construcción de un barco que estaba en condiciones de ser usado en primera línea por la mayor potencia naval del mundo en 1916.

Ahora bien, toda ese intento de constituirse en un país imperialista fracasaron. La razón de ello es obvia y evidente: no es posible constituirse en un país de ese tipo sin alguna capacidad industrial (y en particular, de industria pesada). El fracaso puso a esas intentonas imperialistas en su lugar: como un delirio de una élite dirigente que creyó ser más de lo que en realidad podía ser.

 

El Problema de Chile es Político

Que la ciudadanía declara diversas críticas a la situación de la sociedad chilena es algo sabido. Que uno de los aspectos más centrales de esa crítica es la relación con la política es también algo sabido, y existen múltiples indicadores de dicha crítica –manifestada como alejamiento. Usando los datos de la Encuesta de Desarrollo Humano 2013, pero que son fácilmente replicables en otros estudios, nos encontramos con que un 55% de la población no se ubica en el eje izquierda-derecha, que sólo un 20% de la población declara estar interesado en la política, y que un 22,5% estima que la política influye en su vida. Los estudios cualitativos del Informe 2015 entregan también una profunda mirada negativa al mundo político.

Pero al mismo tiempo, el Informe nos muestra que es una ciudadanía que está más interesada en los temas públicos: En la medida que se va de la política –criticada- a lo político – o sea la discusión de las cosas públicas en sí- el interés aumenta sostenidamente: De un 32% que conversa de política a un 45% que conversa de temas de actualidad, a cifras que varían entre un 50% y un 70% que conversa de temas públicos concretos. Una ciudadanía que, el mismo Informe nos plantea, quiere más democracia de la que encuentra existe: Un 68% de las personas tiene un déficit democrático –valora más la democracia de lo que perciben existe de democracia.

La escasa relación con la política no es simple alejamiento de ella, sino efectivamente representa un rechazo, una crítica. Entre las múltiples cosas que los chilenos quieren cambiar de nuestra sociedad se encuentra la política.

La dificultad aparece en el hecho que la política no es simplemente otro lugar sobre el cual se ejerce crítica. Porque siendo la política el lugar donde se toman las decisiones colectivas, ningún tema puede resolverse si es que no se resuelve la construcción del espacio de lo político. No hay ningún lugar fuera de la sociedad que nos asegure la capacidad de tomar esas decisiones, y luego no queda más que sea ella misma lo resuelva. No contamos con otro garante que nosotros mismos para tomar esas decisiones y buscar una resolución adecuada.

Es con relación a la construcción de ese espacio, un espacio político que permita resolver los problemas que Chile enfrenta, que se nos muestran algunas de las principales dificultades de la situación actual. A este respecto pareciera que faltaren los recursos, capacidades, conceptos o actores necesarios para ello. Esta dificultad se acrecienta porque la tentación de no resolver los problemas políticos es fuerte: Los temas que nos interesan resolver rebasan con creces el ámbito de la político: lo que se desea es soluciones para los temas colectivos concretos –educación, pensiones, economía etc.

La política es, entonces, al mismo tiempo el problema fundamental, porque es donde se puede construir el espacio para resolver cualquier tema colectivo; pero no es el problema que nos convoca como tal, son otros problemas los que queremos resolver. Eso genera una dificultad adicional para resolver los problemas políticos a los que nos enfrentamos.

 

Las dificultades de la constitución de lo político son, en parte importante, dificultades en torno a la constitución de la conversación pública. De algún modo, se genera un debate -porque múltiples actores defienden posturas- pero no es claro que efectivamente exista diálogo -disposición a efectivamente escuchar lo que los otros actores tienen que decir y plantear, y tomar dichos planteamientos en serio. Es fácil encontrar declaraciones de diversos actores involucrados en el ámbito público que asumen que la conversación ya ocurrió y se cerró, que la razón y la ciudadanía claramente está con ellos, y lo que resta a lo más es que se cumpla con su opinión. También es fácil observar declaraciones que llaman a dialogar, pero que entienden el diálogo como una escucha y aceptación por otros de la propia opinión, pero que no están dispuestos ellos mismos a escuchar y que devalúan cualquier opinión ajena. A quien está seguro de su propia verdad, quién la encuentra auto-evidente, le es difícil entrar en el juego de la persuasión que es indispensable a toda verdadera conversación.

Otro elemento relevante es lo que dice relación con la confianza. No es tan sólo que la ciudadanía ha dejado de confiar, y que de un nivel general de confianza ya bajo se ha experimentado una caída en el último tiempo. Es que todos los actores desconfían: Para unos no se puede confiar en la élite, para otros no se puede confiar en los ciudadanos. También es parte del problema la dificultad de reconocer que la desconfianza no es sólo un problema: En última instancia la democracia es una forma de control de los gobernantes y por lo tanto la desconfianza es parte de la democracia. La confianza total, bien se sabe, es vulnerable a ser abusada, y hay tal cosa como una sana desconfianza. El problema no es tanto la desconfianza como tal, sino que al parecer las desconfianzas existentes evitan que los actores puedan crear arreglos sustentables y crear un espacio político. Reconocer el riesgo es positivo, resguardarse frente a ellos también, pero no poder apostar para poder generar acciones conjuntas con otros sí se transforma en un problema.

Los problemas para generar un espacio político se muestran también en las dificultades para construir actores y sujetos colectivos. Lo que se muestra en un resultado como, tal como aparece en Encuesta de Desarrollo Humano, que cerca de un 45% de los chilenos y chilenas no acierta a pensar quién puede representarlo -aun cuando la pregunta se hizo insistiendo en la total apertura de las posibles respuestas. Incluso podemos plantear que la noción misma de líder está bajo sospecha ciudadana;  y que cuando todo quien intenta instalarse como tal está bajo la sospecha que se separa de los ciudadanos la construcción de actores aparece como especialmente compleja.

Parte de lo que subyace a varios de los problemas anteriores son diferencias de conceptos. Para seguir con el tema esbozado en el párrafo anterior se puede usar como ejemplo el concepto de representación. Por un lado,  tenemos nociones que enfatizan el carácter independiente del representante siguiendo en ello una idea cuyos inicios ya están en el Discurso a los Electores de Bristol de Burke en 1774: “Vuestro representante os debe, no sólo su industria, sino su juicio, y os traiciona, en vez de serviros, si lo sacrifica a vuestra opinión”. En esta visión, el representante tiene el derecho y el deber de no ser una simple caja de resonancia; y se observa críticamente el que abandonen ese deber. Por otro lado, observamos visiones que enfatizan más bien que el representante cumple una función de comunicación de las ideas de sus representados, que no tiene capacidad propia de negociación y acción, que cumple una función comunicativa (lo que de hecho es una forma bien antigua de entender el concepto). La mera idea que alguien pueda hablar por uno es inmediatamente algo sospechoso. La construcción de un espacio político no requiere quizás, un acuerdo en el lenguaje, pero sí requiere que se tenga claridad en las distintas posiciones en pugna.

 

Aquí podemos volver a nuestro punto de partida. El espacio político institucional no aparece tanto como un espacio de solución de problemas, sino como el lugar de un problema. Se rechaza la política y ese espacio, y es por ello entonces que la sociedad se politiza al buscar nuevas formas de solucionar el problema político de constitución de decisiones colectivas. Pero esa búsqueda se vuelve más compleja cuando se rechaza el espacio. El proceso de politización crece sobre unos fundamentos que son, al mismo tiempo, fuente de su fragilidad para su plena instalación. La sociedad chilena, se está planteando preguntas que no es claro que tenga la capacidad de responder.

El problema central de la situación actual es, si se quiere, estrictamente político: construir una institucionalidad que permita tomar decisiones colectivas legítimas y vinculantes. Aquí resulta crucial no confundir la necesidad de contar con instituciones fuertes con fortalecer las instituciones existentes. Hay que evitar, si se quiere, una concepción naturalizada de la política: Que las instituciones políticas son las que son, que los principios de esas instituciones son los únicos principios. Plantearse los problemas con la profundidad que se requiere implica, a su vez, discutir sobre el carácter de las instituciones políticas.

Estas discusiones son, necesariamente, tarea de todos los actores y no sólo de algunos. Parafraseando a Clemenceau, bien podríamos decir que la política es demasiado importante para dejársela sólo a los políticos. En una sociedad en la cual todos los temas están en discusión, sólo participar e involucrarse en esas discusiones aparece como un camino viable.

NOTA. Originalmente publicada en el sitio de Desarrollo Humano en Chile, aquí

La tentación de la facilidad (a propósito de la situación política del Chile del 2015)

Dado que se observaban grandes demandas de cambio, algunos pensaron que el asunto era bien fácil: Ofrezcamos cosas que se planteen como grandes reformas, y con ello damos cuenta de la crisis política en Chile. Al poco andar, se demostró que en realidad no era fácil: Que entre los que deseaban más cambios, los que querían otros, los que querían menos, los que pensaban que se estaban implementando mal, simplemente se disolvía la mayoría pro-cambio. Al parecer, el poder de la palabra, del mero nombre (como si cambio o reforma indicaran algo sin entrar en el contenido) podía ser suficiente para recomponer el cuerpo político.

Como ello no funcionó, en las últimas semanas hemos podido observar a otros que tienen otra receta de la facilidad: Como los chilenos, finalmente, demostraron ser más bien moderados, entonces lo que corresponde es volver a la moderación (con la cual tan bien nos fue, supongo, falta a veces agregar). Que en realidad es cosa de no entusiasmarse mucho en el columpio y tener los pies en la tierra (Gallagher, Peña y Velasco todos han dado una versión de lo anterior en las últimas semanas)

Lo que veremos a continuación, supongo, si es que ese diagnóstico y visión es el que se realiza, serán las dificultades que ella produce. No estará de más recordar que a punta de moderaciones, de consensos entre los mismos que se crearían consensos ahora, es que se generaron las bases que llevaron a la situación actual. La disminución de la votación o la desafección vienen de un buen tiempo, la crítica a la situación de la sociedad (aunque no necesariamente a la vida personal) también. Operar el 2015 como si estuvieran las condiciones de 1990 implica una ceguera de marca mayor.

De hecho, pensemos en los ’90. Alguien pudiera pensar que volver a ello sería la única forma de avanzar: ¿no se crearon allí acuerdos básicos que permitieron operar por décadas? (y que, mal que mal, permitieron varias transformaciones que ahora se nos olvidan, no fue en esos años que se aprobó, por fin, el divorcio o se desarrollo el AUGE, que limitado y todo, no fue un avance). Y claro, el tema es que las condiciones de los ’90 no están ahora. Cuando en los ’90 las dos coaliciones mainstream se ponían de acuerdo, se podía decir que el país se ponía de acuerdo, porque esas coaliciones efectivamente representaban a la mayoría de la población (que votaba por ellas) y a prácticamente todos los actores con poder. ¿Se puede decir lo mismo ahora? No representan, no cubren a todos los actores. Incluso para reproducir los resultados de los ’90 (acuerdos sustentables, tan queridos por algunos) claramente se requeriría hacer cosas muy distintas.

La búsqueda de hacer las cosas por el camino seguro bien puede terminar siendo el más inseguro de los caminos. No estará de más recordar la situación de la pobre rana con el agua caliente, que a punta de cambios moderados y seguros termina muerta y hervida.

NOTA. Y con esto concluimos, espero, las entradas sobre la situación de Chile y volveremos a otra cosa.