Ley y Gobierno en la Grecia Clásica

Para entender la idea de ley y de obligación legal en la Grecia clásica se ha de partir de la constatación que ella fue una cultura profundamente política: Donde la acción política aparece como un elemento central para la vida del hombre libre, y donde la deliberación de la colectividad sobre las decisiones comunes resulta central (Arendt, 2008; Castoriadis, 2006). La polis, como forma de convivencia social, no es por nada el origen de nuestra palabra política, y el agora como centro de la convivencia es el lugar donde los ciudadanos se reúnen a discutir y a decidir. De hecho se ha dicho que la política nace en Grecia (Arendt 2008, Finley 1990): En tanto la política se entiende no sólo como lugar donde se toman las decisiones para la colectividad -esa dimensión es consustancial al desarrollo de instituciones burocráticas y ocurre en cualquier corte de cualquier Rey-, sino entendida como cuando la colectividad toma las decisiones colectivas, y esto incluye -de forma fundamental- la decisión sobre cómo organizar la colectividad, la afirmación resulta plausible. En otras palabras, para los griegos la cuestión que nosotros llamaríamos constitucional es parte de las decisiones políticas (Castoriadis 2006): No sólo decidimos sobre los asuntos públicos (sobre si entrar en guerra o alianza con otra Polis, de cómo asegurar el abastecimiento de trigo, de qué ciudadanos encomiar etc.) sino también se decide sobre cómo organizar esos asuntos (sobre si la polis será una aristocrática o democrática).

Ahora bien la concepción de lo político en Grecia se basa en la distinción entre las relaciones entre los ciudadanos y las relaciones entre amos y esclavos: sólo en la segunda cabe hablar de obediencia, mientras que eso no ocurre entre los ciudadanos, que tienen que relacionarse en términos de mutuo convencimiento: la obediencia es una noción ajena a la política (Arendt 2008). Luego, dado que la libertad implica la participación en la vida pública, en la vida en común, lo central es que en ella no hay noción de dominación. Es por ello que la democracia, para Aristóteles en la Política, por ejemplo, se define por el hecho de gobernar y ser gobernado por turnos; o que del ciudadano nos diga: ‘El rasgo eminentemente distintivo del verdadero ciudadano es el goce de las funciones de juez y de magistrado’ (Aristóteles, Política, Libro 3, Capítulo 1).

En la polis no cabe hablar de obediencia a personas, sino -precisamente aquí encontramos algunos elementos centrales para el pensamiento posterior- de obediencia a la ley. Uno de las señales que para los griegos los distinguían de otros era que en sus sociedades era la ley quien gobernaba. La orgullosa declaración espartana en la lápida de conmemoración de la Batalla de las Termópilas -”Viajero que pasas por aquí: ve a decir a los espartanos que por su ley, aquí yacemos” es una muestra cabal de esa concepción: A la pregunta ¿quién gobierna? la respuesta sería invariablemente ‘aquí gobierna la ley’. La expresión inglesa ‘rule of law’ expresa quizás más directamente esta idea que nuestro uso de ‘estado de derecho’. Sin embargo, es interesante que si bien la idea de obediencia a la ley era clara no es fuerte la discusión filosófica sobre ello. Probablemente el Critón sea uno de los pocos textos que plantean el tema de porqué obedecer la ley. Al parecer, obedecer la ley era algo demasiado dado y evidente. La filosofía política Griega -de cuya centralidad no es posible escapar- es, finalmente, una filosofía sobre la mejor constitución, del mejor sistema de gobierno, de la justicia y la ciudad perfecta, más que una filosofía sobre la ley y el Derecho.

Para entender lo anterior cabe detenerse en la concepción griega de la ley. El nomos correspondía a una norma de aplicación general vinculante es lo que nosotros llamaríamos ley. Su carácter diferencial de otras normas se puede observar en el hecho que la democracia ateniense del siglo IV ad.C (posterior a la restauración democrática tras la derrota en la Guerra del Peloponeso) tenía un procedimiento e instituciones específicas para aprobar y reformar leyes que era distinto del procedimiento usado para las decisiones colectivas particulares, que eran llevadas a cabo en la Asamblea (Hansen 1991, Elster, 2006). Ahora bien, lo crucial de la imagen de la ley es que la ley es lo que funda la vida política, más que ser parte integrante de ella: Una polis se crea al establecer su nomos, y el legislador de la polis, su nomothetes, es siempre quien la funda (Arendt, 2008). Incluso en el caso ateniense, que tenían un procedimiento para generar leyes, el procedimiento operaba como una revisión de las leyes existentes, y bajo la idea de volver a la constitución ancestral, y de hecho de limitar sus cambios. Dado lo anterior, entonces el carácter obligatorio de la ley se puede entender mejor en su carácter no problemático: No hay polis sin leyes, y para ser griego hay que vivir en una polis. Una cosa es que las leyes no se obedezcan, pero es evidente que deben ser obedecidas porque sin eso no hay comunidad posible.

Al menos no hay comunidad griega: la obediencia a la ley es lo que permite fundar el espacio público donde los ciudadanos se relacionan entre sí sin tratarse como amos y esclavos, sino como pares.

Referencias Bibliográficas
Arendt, Hannah (2008) La Promesa de la Política. Barcelona: Paidós
Aristóteles Política.
Castoriadis, Cornelius (2006) Lo que hace a Grecia 1. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Elster, Jon (2006) Rendición de Cuentas. Buenos Aires: Katz Editores.
Finley, Moses (1990) El Nacimiento de la Política. Barcelona: Crítica
Hansen, Mogens Herman (1991) The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes. Norman: Oklahoma University Press

Un cuento de dos Imperios. Los Comentarios Reales del Inca Garcilaso

Comentarios-RealesHijo de un conquistador español y de una princesa inca, el Inca Garcilaso de la Vega publicó en Lisboa en 1609 los Comentarios Reales de los Incas. El como incorporar el pasado incaico en el sistema colonial español era, por tanto, tarea que su propia biografía le hacía imprescindible. Más aún si, como es claro en el texto indicado, y en su vida, si es orgullo lo que siente por sus dos ascendencias; y ello particularmente porque esa doble ascendencia, hijo de conquistador con nobleza de los pueblos conquistados, no siendo muy extraña en los tiempos inmediatamente posteriores a la Conquista española, fue resistida por la Corona, y luego su defensa, que era una defensa de él mismo, muy relevante.

Lo crucial para comprender los Comentarios Reales es que el Inca Garcilaso no está haciendo una defensa general del pasado ‘indio’, sino una específica del pasado ‘inca’. En otras palabras, está mostrando el valor de un Imperio (el Inca) frente a representantes de otro Imperio (el Español).

De alguna forma, la estrategia general es mostrar que el Imperio Inca representa una buena forma de Imperio -en lo cual subyacen algunas críticas al modo español. Hay varias modalidades de mostrar lo anterior: Los Incas sólo piden sometimiento pero mantienen a la élite anterior, incluso en caso de revuelta. Los Incas mantienen las costumbres de los pueblos que someten, sólo cambiando lo que afectaba directamente a su dominación. Los Incas buscaban la expansión de forma no violenta, intentando la reducción sólo por llamados e incluso (esto lo repite en más de una ocasión alimentando a las mujeres y niños de los asentamientos que sitiaban). Los Incas incluso cuando se enfrentaban con resistencia intentaban ganarse a la población.

Dijóles que mirasen que más andaba el Inca por hacerles bien, como lo habían hecho todos sus pasados con todos los demás indios que habían reducido a su imperio, que no por señorearlos ni por provecho que de ellos podía esperar. Advirtiesen que no les quitaba nada de sus tierras y posesiones, antes se las aumentaban con nuevas acequias y otros beneficios. Y que a los curacas los dejaban con el mismo señorío que antes se tenían. Que no querían más de que adorasen al sol y quitasen las inhumanidades que tuviesen’ (Capítulo 1, Libro 8)

Y hablando de cómo los Incas trataban a quienes se rebelaban:

Y a lo último les dijo que rindiesen las gracias al sol, que mandaba a sus hijos tratasen con misericordia y clemencia a los indios. Que por esta razón el príncipe les perdonaba las vidas y les hacía nueva merced de sus estados y a todos los demás curacas que con ellos se habían rebelado, aunque merecían cruel muerte. Y que de allí en adelante fuesen buenos vasallos si no querían que el sol les castigase con mandar a la tierra que se los tragase vivos.

Los curacas, con mucha humildad, rindieron las gracias de la merced que les hacía y prometieron ser leales criados (Capítulo 19, Libro 5)

Desde esa perspectiva, la obra se podría leer como una crítica al Imperio Español, que no alcanza la excelsa conducta de los Incas, y una defensa de la cultura indígena. Esto sería correcto si olvidamos algo que muchas veces nosotros olvidamos ahora pero que el Inca Garcilaso tenía claro: los Incas fueron un imperio y lo construyeron subyugando otros pueblos.

Y así la resistencia  es siempre vista negativamente. Lo que correspondía antes era que los otros pueblos indígenas cayeran bajo el gobierno de los más civilizados Incas. La distinción entre los (superiores) Incas y los (inferiores) otros indígenas es constante en el texto. Con los Incas se supera la primera idolatría y se la cambia por una segunda idolatría -que al menos era ya superior en relación a la vida natural y que era casi un monoteísmo (pura adoración al sol). Digamos, casi una preparación para la vida cristiana. La siguiente cita (y el título del capítulo 2 del Libro 2: ‘Rastrearon los Incas al verdadero Dios, nuestro Señor’ debieran ser señales suficientes:

Asimismo dijimos que les enseñaron [a los otros indios] la ley natural y les dieron leyes y preceptos para la vida moral en provecho común de todos ellos, para que no se ofendiesen en sus honras y haciendas. […] Por otra parte, los desengañaba de la bajeza y vileza de sus muchos dioses, diciéndoles qué esperanzas podían tener de cosas tan viles para ser socorridos en sus necesidades o qué mercedes habían recibido de aquellos animales como las recibían cada día de su padre el sol (Capítulo 1, Libro 2)

Por lo tanto, el rechazo a toda resistencia es clara. La resistencia es casi siempre asunto de jóvenes que no saben lo que es adecuado, en contra de los sabios de mayor edad que sí saben -y que sí aceptan. Por ejemplo, se puede ver el capítulo 17 del Libro 4: los mozos que defienden no ‘negar sus dioses naturales y adorar al ajeno, repudiar sus leyes y costumbres y sujetarse a las del Inca’. En el capítulo siguiente los viejos dicen: ‘los más ancianos y más considerados dijeron que mirasen que, por la vecindad que con los vasallos del Inca tenían, sabían (años había) que sus leyes eran buenas y su gobierno muy suave. Que a los vasallos trataban como a sus propios hijos y no como a súbditos’, y así subsiguientemente. En cualquier caso, en esta oposición es el Inca, que es no-violento y magnánimo, el que ocupa la posición superior, mientras que el querer resistir no es en sí mismo valorado:

Este recado envió el Inca muchas veces a los indios, los cuales estuvieron siempre pertinaces diciendo que ellos tenían buena manera de vivir, que no la querían mejorar. Y que tenían sus dioses y que uno de ellos era aquel cerro, que los tenía amparados y los había de favorecer. Que los Incas se fuesen en paz y enseñasen a otros lo que quisiesen, que ellos no lo querían aprender.

El Inca, que no llevaba ánimo de darles batalla sino vencerlos con halagos -o con el hambre, si de otra forma no pudiese- repartió su ejército en cuatro partes y cercó el cerro’ (Capítulo 2, Libro 3)

Lo que hace entonces el Inca Garcilaso es identificar el (antiguo) Imperio Inca y el (nuevo) Imperio Español. En su relato de la resistencia mapuche es clara esa identificación. Luego de contar los problemas de los Incas en esa expansión procede inmediatamente a contar los problemas de los Españoles. De hecho, en el mismo capítulo (20 del Libro 7) en que cuenta ‘Batalla cruel entre los Incas y otras diversas naciones. Y el primer español que descubrió a Chile’. Así, de forma absolutamente continua se enlazan los dos imperios en su común lucha contra los mapuches -cuya resistencia es tratada de forma negativa: Así al citar una relación nos dice ‘que, habiendo dicho el levantamiento de los indios y las desvergüenzas y maldades que habían hecho’ (Capítulo 21 del Libro 7)

La superioridad del imperio es el tema subyacente, y la defensa del pasado Incaico es para defender una forma imperial y para mostrarles a los españoles que los incas (la nobleza incaica, que son los únicos reales incas) están al nivel de los españoles, y jugaron su papel. Al mismo tiempo, aparece implícitamente defendido (no explícito, porque en esa cultura no era necesario hacerlo) la idea de Imperio: Es adecuado y bueno imponer la propia voluntad ‘civilizadora’ a los otros, que no tienen derecho a resistirse a ello. Eso hicieron los Incas, eso hacen los españoles.

A nosotros, en todo caso, la lectura del texto debiera servirnos, al menos, para recordar que la distinción Español (Occidental) / Indio es una distinción occidental, que dejar todo lo indígena como lo mismo es inexacta. Los mapuches, no olvidemos, resistieron igualmente a los Incas y a los Españoles -en ambos casos lo vivieron como invasión de un otro externo. Y los pueblos conquistados por los Incas no dejaban de estar conquistados y no dejaban de, como suele mencionarlo Garcilaso, reclamar que no veían porque debieran abandonar sus costumbres y dirigentes por un gobierno imperial, por dioses y leyes ajenos, no propios.

Es quizás uno de los triunfos más permanentes de la dominación Española el haber unido a todos los pueblos autóctonos como parte del mismo grupo, escondiendo sus diferencias. Eso es, quizás, una de las formas más claras de etnocentrismo, una que incluso mantienen quienes suponen que sus críticos.

Plebeyos y Patricios. A propósito de la obra de Gabriel Salazar

En el ya lejano 1984 Gabriel Salazar publicaba Labradores, Peones y Proletarios, su examen de la experiencia de las clases populares chilenas a lo largo del siglo XIX; y el año 2009 publica Mercaderes, empresarios y capitalistas, que es su análisis de las élites (el patriciado que, por alguna razón, parece ser la forma en que los historiadores se refieren a ella ahora -Jocelyn-Holt hace lo mismo). Aunque probablemente vaya en contra de la lógica salazariana, procederemos primero a comentar el texto sobre los patricios y luego el de los plebeyos. Si las élites son élites, finalmente, es porque efectivamente han podido dominar y dirigir un conjunto social dado.

Una idea central del texto es que la élite chilena ha sido, fundamentalmente, un patriciado comercial. En ese sentido, el comercio no la hacienda ha sido el núcleo a partir del cual se ha construido la sociedad chilena: ‘el patriciado no reconocía la hacienda como la célula madre de la sociedad chilena, sino el comercio’ (MEC, p 562)

Un elemento que Salazar enfatiza continuamente a partir de lo anterior es que estamos ante una élite que no se genera en el proceso productivo, sino en su dominio del proceso de circulación. Y que buena parte de las fallas de esa élite -al menos miradas desde el barómetro de conducir al país al desarrollo económico, que es su objetivo histórico durante las últimas décadas- se deben a esa separación del proceso productivo. Su análisis de la situación de la moneda o del crédito (de toda la defensa del bimetalismo en contra de la expansión del papel moneda o del banco, que en última forma se podían pensar como formas de expandir la economía monetaria interna) se basa en la idea en que a través de esos mecanismos se defendía una situación monopolista que le permitía acumular para su uso y consumo. La contraposición entre su defensa del metalismo externo y del uso interno de la ficha (en una economía que internamente tenía un problema de baja existencia de metálico precisamente porque se exportaba el metal) es una muestra de ello. Que, en úiltima instancia, su acumulación se basa en obtención de créditos baratos para realizar prestamos con alto interés (MEC, p 526-527).

Que la élite no era productora se muestra en una discusión que Salazar cita que se realiza en el Parlamento Inglés. Una comisión investiga la situación de Chile y entrevista a un empresario inglés que trabajaba en Chile, y entre medio de la discusión el comisionado pregunta: Pero ¿cómo separa usted al productor chileno de los chilenos? (MEC, p 783). a separación de los ‘productores’ de los ‘chilenos’ que asombra al interlocutor británico -para quién ello no tiene el menor sentido, pero claro ésta ese interlocutor habla desde una élite industrial- es una muestra cabal del carácter de esa élite.

El hecho que sea entonces responsabilidad de la élite la falta de desarrollo hace que algunas críticas realizadas a Salazar (léase Jocelyn-Holt en este link) sobre que esta obra sólo sería una nueva declaración de dependentismo (‘la culpa sería de los malvados extranjeros y del sistema mundial’) serían infundadas, o por decir lo mínimo sumamente parciales. De hecho, Salazar suele ser bastante más positivo en torno a la influencia de productores extranjeros que sobre la élite nacional (el tema no es la influencia externa, sino la diferencia élite productiva y no productiva). Pero claro esta, un historiador finalmente defensor de la élite no puede observar que el libro es una impugnación de la labor de ese grupo. El caso es que la acción de la élite la que evita el desarrollo: ‘En suma la orientación mercantil del patriciado mercantil frenó la modernización estructural de Chile’ (MEC, p 590; refiriéndose al atraso en la aparición de un sistema bancario, la aparición de legislación social y la consolidación de un empresariado industrial)

¿Quienes han sido los representantes de la producción entonces? Pues los plebeyos. En el libro mencionado uno de sus capítulos es sobre la represión de la iniciativa plebeya por parte de los patricios. Y en cierta medida el examen de las formas en que el sujeto popular ha intentado rehuir los caminos que le ofrece el patriciado es uno de los ejes centrales del texto inicial -el ya mencionado Labradores, Peones y Proletarios.

El examen de la campesinización en Chile es una muestra de ello: Del intento de los sujetos populares de producir de forma autónoma y a partir de sus propias capacidades, de constituirse alejados de la dominación de la élite. Es por ese continuo intento de no quedar bajo el dominio que Salazar critica también la idea de la centralidad de la hacienda (y del inquilinaje como sujeto dominado en la hacienda), nunca fue tan común como lo piensa el relato usual.  El despliegue y expansión de este esfuerzo se encuentran entre los elementos que Salazar más enfatiza; como también su decadencia histórica: Como ese proyecto no puede, finalmente, construir un sujeto autónomo. Pero, como el mismo Salazar enfatiza, una parte importante de este cierre es debido a las limitaciones de la economía que fueron instauradas por esa élite (i.e no por una limitación del propio sujeto popular). Al mismo tiempo, nos muestra como el sujeto popular, frente a esa situación, sigue insistiendo en buscar caminos autónomos que le permitan instaurarse de manera separada a las élites (en donde, estos procesos se terminan produciendo de nuevo). Una resistencia continuada, que se manifiesta por ejemplo en la lealtad del consumidor popular a los productos de esa economía popular -y es finalmente el término de esa lealtad la que produce su caída.

Lo que Salazar muestra en esos dos textos -en el conjunto de los dos textos- es el infanticidio, si se quiere, de una economía y de un sujeto productivo. La oposición entre los sujetos populares productivos y en búsqueda de autonomía contra una élite puramente mercantil que evita el despliegue del proceso productivo anterior es una de las constantes del pensamiento de Salazar. Lo cual, de hecho, hace a Salazar algo más bien disruptivo en relación a ciertas ideas circulantes en nuestras ciencias sociales y en nuestra sociedad: Es el sujeto popular donde hay empresarialidad, no en la élite; el sujeto popular ha buscado su propia autonomía, no transformarse en proletarios asalariados. En última instancia, podría decirse que para Salazar el bajo pueblo es más ‘capitalista’ que la élite mercantil.

No deja de ser un conjunto de tesis relevantes sobre nuestra sociedad. Y uno bien puede recordar que lo anterior se puede decir un buen número de trabajos de historiadores (en la otra orilla está el Ensayo de Góngora por ejemplo, para nombrar sólo uno de los más conocidos). Para un sociólogo menester es recordar que, de hecho, no tenemos muchos textos de ese nivel -que tengan tesis relevantes y que al mismo tiempo representan un trabajo de investigación de calidad-. Lo último, en todo caso, sólo nos muestra lo que no sería necesario mostrar: La superioridad evidente e incontrarrestable de la historia sobre cualquier otra disciplina en el estudio de Chile.

Castoriadis: Democracia, Filosofía y Creación

Todo entusiasmo es falso, nadie nunca está a su altura; sin entusiasmo, por otra parte, nada se hace que sea digno. Dichas sean estas palabras para reconocer que mi reacción al texto de Castoriadis de Lo que hace a Grecia 1 corresponde a un total y pleno entusiasmo, y en tributo a ello procedemos a realizar esta entrada.

Una de las ideas centrales de Castoriadis en este texto es que no tan sólo la filosofía y la democracia nacen en la Grecia antigua, sino que su nacimiento está asociado. Como dice en algunas páginas, la democracia es -en cierto sentido- filosofía en acto. ¿Qué quiere decir lo anterior? Algo muy simple: que en ambas actividades estamos ante preguntas (y en la democracia en acciones) sobre los elementos básicos, sobre las instituciones: No se tiene disponible un saber o una institución que de seguridad sobre la verdad y el ser (i.e no hay escrituras sagradas, no basta ya con decir ‘y así se ha hecho siempre’), sino que las personas descubren que tienen que dar las respuestas ellas mismas.

Lo anterior para poder entenderse ha de entenderse como una afirmación radical: Castoriadis no niega que comunidades autogestionadas (donde no hay distinción entre dominadores y dominados) han existido con anterioridad y separadas de la experiencia griega, pero sólo en ella está la pregunta por la auto-instauración de la ley (y no sólo de tomar decisiones basadas en prácticas que no son preguntadas ellas mismas). En lo que concierne a la filosofía, tampoco Castoriadis niega que en otras tradiciones (y nombre específicamente a la India y a la China) se han hecho interrogaciones tan radicales como en la griega, pero es la relación entre esa interrogación radical y la sociedad lo que es faltante (o al decirlo de otro modo: de una discusión ampliada a más allá de la corte).

Lo que está detrás de estas posturas es la idea que no hay garantías de sentido. Detrás de todo está la experiencia de sin-sentido, de ausencia de un orden dado, establecido y basal; y que frente a ello entonces no queda más que generar uno, asumiendo y sabiendo que es convencional. Y sabiendo que todo existir, todas esas convenciones,  está, finalmente, por las reglas de las cosas, a no permanecer por siempre: ‘Y este existir debe ser destruido según el mismo principio que lo produce’ (Seminario 16 Febrero 1983, p 235). En última instancia, Grecia es una cultura trágica (Anexo 2: El Pensamiento Político, p 327). Y lo trágico dice relación, finalmente, con el hecho que los seres humanos han de crear, porque no está dada, una medida (una diké), pero al mismo tiempo el mero existir es una adikía, un salirse de esas medidas, y por ello siempre se paga. Es la relación con el sin-sentido basal lo que está en la tragedia:

La captación trágica es la captación de esta contradicción última: nada vale la vida, pero si nada vale más que la vida, entonces la vida no vale nada (Seminario, 1 Diciembre 1982, p 122)

Y Castoriadis nos recordará que los héroes griegos de sus mitos eligen la muerte (i.e Aquiles elige una muerte temprana por la fama; Odiseo rechaza la inmortalidad para volver a su hogar) y que Sócrates, en última instancia, también lo hace: En vez del exilio (que hubiera implicado que su vida era falsa) decide aceptar la muerte (porque, como se plantea en el Critón, él que ha vivido toda su vida en Atenas y que sólo podría haber desarrollado su vida allí, bajo sus leyes, ha de aceptarlas incluso cuando se toman decisiones injustas). El sentido es algo creado por los seres humanos, pero esa creación de sentido implica enfrentarse con el hecho de la muerte sin ilusiones: Aceptar que ella no tiene significación, ni trascendencia, y que es final y definitiva.

Así entonces la ley es siempre humana y generada por los seres humanos (como Castoriadis menciona varias veces, nunca se consultan las leyes en oráculos). Los seres humanos son quienes viven con asambleas donde la comunidad delibera y donde hay leyes establecidas (en el Seminario del 12 Enero 1983, p 183). Lo cual lleva a un punto clave: los seres humanos se crean a sí mismos, y esto pensado de una forma absolutamente radical:

Lo que está en el corazón de la concepción griega es la comprensión, bastante temprana, de que hay una separación entre los humanos y la naturaleza -los animales, por ejemplo-, que no es un dato natural, sino el producto, el resultado de los actos humanos que establecen esta separación, que la constituyen, y que son del orden del nomos (Seminario 9 Marzo 1983, p 308).

Las cosas que distinguen (yo preferiría esa palabra a separar, pero bueno eso sería materia de otra entrada) a los humanos no están dadas y establecidas, sino que han sido desarrolladas en un proceso (que es realizado por los seres humanos). En el propio orden natural de las cosas, los seres humanos son seres como cualquier otro -y Castoriadis insistirá que en la concepción griega no hay un corte entre lo humano y lo no-humano, y la creación de los hombres no es un aspecto central de su cosmogonía).

Un punto central en la argumentación de Castoriadis es la necesidad de crear una ley común. Pero bien podría decirse que de ese reconocimiento básico del sin sentido (que todo lo que tenemos es apariencia y opinión) podrían salir otras concepciones. ¿Por qué entonces esa necesidad de ley? Castoriadis nos dice:

Tan esencial como el reconocimiento del Abismo es la decisión y la voluntad de enfrentar el abismo. Hay para hacer, y hay para pensar y para decir -en un mundo donde nada garantiza de antemano el valor del hacer, la verdad del pensar y del decir. Y esta dimensión práctica efectiva de la institución griega del mundo y de la sociedad, la actividad que se expresa tanto en la creación de la matemática como en la legislación, nos lleva a las raíces políticas de la constitución del mundo griego (Anexo 2: El Pensamiento Político, p 333).

Detrás de ello está el reconocimiento que la vida humana es irremediablemente vida en común. Y para hacer vida en común -en esas circunstancias- entonces hay que darse una ley. Finalmente, el pensamiento no es algo que opera individualmente: El lenguaje para poder expresar algo, para poder tener algo de univocidad en toda su convención (y Castoriadis nos recordará que, en Jenófanes o en Heráclito, ya está toda la idea del lenguaje como convención), lo hace a través de su constitución en algo común (y aquí uno puede escuchar algo de lo que posteriormente Wittgenstein dirá es la imposibilidad del lenguaje privado). Como lo dice Castoriadis al comentar a Heráclito, el logos es común y sólo en común se piensa:

Efectivamente, cualquiera, cuando duerme, vive en un mundo que le es propio -y quien vive en su mundo propio duerme-. Pero para los despiertos, dice Heráclito (fragmento 89), existe un mundo único y común (Seminario 12 Marzo 1983, p 282).

Un mundo común exige, entonces, que al sin sentido basal se le enfrente con la creación de las instituciones humanas. Y es por ello que el mismo origen tiene este reconocimiento del carácter creado y no dado de lo humano y el nacimiento de la democracia y la filosofía.

Addendum.

Podría dejarlo para otra entrada, porque está ya es larga, pero bueno: Castoriadis nos recordará que la tradición filosófica posterior -desde Platón en adelante- se ha construido en buena parte en rechazo a lo anterior: en búsqueda de fundamentos dados que garanticen el sentido y la corrección.

Y al mismo tiempo, y recordemos que nada tiene garantizado el éxito, el Occidente también ha rechazado ese radicalismo democrático: Siempre a la búsqueda de un derecho natural que limite la acción constitutiva de la sociedad, y en la creencia -que Castoriadis caracteriza como infantil (Anexo 2: Pensamiento Político, p 350), pero que es central en las democracias modernas, de creer que una Constitución o mandamientos divinas puede ser una garantía de una sociedad contra sí misma. Es la idea de limitar la democracia desde fuera (ya sea a través de derechos pre-existentes, a través de elegir representantes expertos etc.) lo que está a la raíz de las instituciones contemporáneas (la idea de limitar era también parte de las democracias antiguas, pero allí se la pensaba como auto-limitación, sabiendo que no son previas a la ley). La representación y la elección son, finalmente, mistificaciones y engaños.

En última instancia la idea que no existe garantía alguna es una idea compleja; y no es extraño que las instituciones que se da una sociedad a sí misma, entonces, lo que intenten sea que ello se olvide.

Adam Smith y la Teoría del Valor Trabajo

Aunque es de hecho algo reconocido, no deja de ser fácil olvidar que la teoría del valor trabajo no fue inventada por Marx, sino algo que recogió de la tradición de la economía clásica inglesa. Al mismo tiempo cuando se observan los textos originales al respecto, y en particular La Riqueza de las Naciones de Smith no deja de ser interesante la función original de la idea -que, obviamente, no es la misma que cumple en el planteamiento de Marx.

Uno de los objetivos centrales de Smith en el libro mencionado es atacar la idea que la riqueza tiene que ver con el dinero. Desde la primera frase del libro:

The Annual labour of every nation is the fund which originally supplies it with all the necessaries and conveniences of life which it annualy consumes, and which consist lalways eitherin the inmediate produce of that labour, or in what is purchased with that produce from other nations (Primer párrafo de la Introducción).

Hasta toda la discusión con el mercantilismo que llena todo el libro IV (Of systems of political economy), donde es un refrán constante: ‘It would be too ridiculous to go about seriously to prove that wealth does not consist in money‘ (Libro IV, Capítulo I, p 550) o cuando critica la teoría del balanza comercial, al criticar la idea que la ganancia del comercio sea el balance de dinero que queda tras el intercambio; ‘By advantage or gain, I understand, not the increase of the quantity of gold and silver, both that of the exchangeable value of the annual produce of the land and labour of the country’ (Libro IV, Capítulo III, Parte II, p 615). No sería difícil conseguir más citas al respecto.

¿A que se debe recordar lo anterior? Simplemente que es en torno a ese tema, y para dejar en claro que la riqueza consiste en lo que se produce es que se introduce el tema del valor trabajo. El capítulo en cuestión es el V del Primer Libro y ya el título es suficientemente claro: ‘Of the real and nominal price of commodities, or of their price in labour and their price in money’.

Aquí es interesante comparar con nuestra concepción contemporánea de valor real y nominal. En nuestro caso es sólo un tema de tomar en cuenta la inflación y por lo tanto que al comprar una cantidad de dinero valga lo mismo. La preocupación por el cambio del valor del dinero a lo largo del tiempo (o entre países) también está en Smith. Lo relevante es la forma de solucionarlo. Porque Smith no usa la forma nuestra, que consiste en transformar todos esos valores a un valor monetario común. Sino que insistirá, tras mostrar las variaciones, que ‘Labour, therefore, it appears evidently, is the only universal as well as the only accurate measure of value’ (Libro I, Cap V, p 52). Y la razón es que nuestra solución no le sirve a Smith porque estaría todavía muy cerca de la idea que la riqueza es dinero.

Al fin y al cabo, el problema es que la idea que la riqueza no está en el dinero sino en el annual produce (en lo que el dinero puede comprar, que así también lo expresa en varias ocasiones), entonces ¿como podemos medir esa riqueza? El dinero, que tiene como uno de sus roles poner a todos los bienes en equivalencia, se presenta como la forma inmediata. Pero eso es lo nominal -y eso es central en el mensaje de Smith. Luego, aunque sea muy difícil de medir, lo básico es que ‘the real price of every thing, what every thing really costs to the man who wants to acquire, is the toil and trouble of acquiring it’ (Libro I, Capítulo 5, p 43). Y así nos dirá que cuando todo requiere menos trabajo para poder comprarlo todo es más barato -más allá de cómo se expresa en términos de precio en dinero.

En otras palabras, en Smith la teoría del valor trabajo es una teoría de la medición y comparación del valor, elegida en parte porque evita caer -de particular relevancia en el momento en que Smith escribe el texto- en la ilusión monetaria. Y de hecho, pensado de esa forma no deja de ser usada en la actualidad. En textos de análisis histórico no es raro encontrarse con traducciones del valor de una moneda en términos de trabajo (tantos denarios o dracmas eran lo que podía ganar un trabajador calificado en un día, y un talento equivale a lo que tantos días de trabajo de ese trabajador podía comprar etc.) Y precisamente se hace porque cumple con la función que Smith le asignaba: la de hacer comparaciones: Transformar sestercios en dólares o pesos siempre se desactualiza (¿de dólares de que año está hablando el autor?) pero el estándar de trabajo permite una comparación -o al menos, dar un sentido de lo que significaban esas cifras.

Al mismo tiempo esto permite diferenciar claramente uno de los cambios que se desarrollan en el pensamiento de Marx: No es parte de Smith la idea que sólo el trabajo humano es el que crea y produce valor. Que la naturaleza produce valor es algo que Smith menciona en diversas ocasiones. Comparando campesinos y granjeros con artesanos urbanos en relación a los ejércitos -no estando limitado por las diferencias disciplinarias modernas Smith pasa por temas muy diversos en el texto- nos plantea al pasar que ‘Without the intervention of his [del campesino] labour, nature does herself the greater part of the work which remains to be done’ (Libro V, Capítulo I, Parte I, p 884) .

Enfatizar la función de medición de la concepción del valor trabajo no es sólo un tema de historia intelectual, creo que es útil para entender ciertas situaciones contemporáneas. ¿La credibilidad, muchas veces de sentido común, de la ideas mercantilistas en la actualidad, pensemos en el tema del balance de comercio, no tendrá que ver con que la forma con que medimos la economía, el PIB, es finalmente una forma de medir usando el estándar del dinero? ¿Y con ello cae en la trampa de pensar que la riqueza es dinero que era precisamente la idea central contra la cual dirigía Smith su obra?

La Adquisición de la Continuidad en la Historia

La caída de una civilización, la caída de imperios, es un tema que genera interés. Ciudades en ruinas, escrituras indescifrables son algunas de las imágenes asociadas y repetidas a lo largo del tiempo.

Sin embargo, cabe encontrar algunas diferencias importantes en relación a dichas caídas. Una de ellas es que hay civilizaciones que han debido ser redescubiertas y otras que no. Antes del nacimiento de la arqueología moderna prácticamente toda la historia del Medio Oriente Antiguo era desconocida; y de la civilización egipcia, si bien nunca completamente olvidada, se olvidó completamente la escritura; y y hoy sabemos cosas de la civilización micénica que los antiguos griegos no podían siquiera barruntar; todavía no se descifran los signos de la antigua civilización del Indo (y eso sin contar las civilizaciones del Nuevo Mundo, donde para dar el caso más claro, la escritura maya sólo ha sido realmente descifrada en las últimas décadas del siglo XX). Por otro lado, nunca hubo que descifrar el latín -ni la lengua ni los signos fueron olvidados- ni el Imperio Romano fue olvidado como tal (como la derivación de títulos a partir del nombre de César atestigua). Incluso en una ‘decadencia’ clásica y donde se perdieron muchos elementos de esa tradicción (Occidente recuperó Aristóteles a partir de los árabes, varios autores fueron recuperados a partir del Renacimiento) y donde hay varios espacios donde la vida urbana se resintió hasta prácticamente desaparecer, siempre existió cierta continuidad básica. En última instancia, hubo que redescubrir y redescifrar Gilgamesh no la Ilíada.

¿Cuando y cómo se adquirió esa continuidad?

Una situación crucial en la historia mundial es la que ocurre en los dos primeros siglos de nuestra era. Si observamos desde Europa Occidental al Extremo Oriente aparecen varios imperios que entre ellos se reparten la tierra civilizada del Viejo Mundo (el Nuevo Mundo andaba en su propia línea y dichas civilizaciones fueron truncadas en su desarrollo) y que además en general son contiguos: el Imperio Romano, el Imperio Parto y luego el Sasánida en el Medio Oriente, en la India el Imperio Gupta y la Dinastía Han en China. Si bien no son estrictamente contemporáneos, el Imperio Gupta nace cuando la Dianstía Han está cayendo en la primera mitad del siglo III, si en general están bastante cercanos; y en particular la dinastía Han y el Principado en Roma son estrictamente contemporáneos. Es en general a la cultura existente en esos siglos a lo que posteriormente se ha reconocido como período clásico en esas tradiciones. Esa cultura clásica no se refiere a la cultura creada en esos siglos, sino a la tradición que se venía formando desde los 500 AC aproximadamente, pero qe era la tradición existente en los años que discutimos.

En general, por muchos vaivenes posteriores esos períodos -y con ello las religiones, la literatura, la escritura- no han tenido que ser redescubiertos (si bien han existido renacimientos de esos patrimonios clásicos, pero ellos se han basado en que no ha existido un olvido absoluto). Nadie cree en los dioses griegos y romanos, pero los nombres de Zeus y Júpiter no fueron por ello desaparecieron.

La probable excepción a ello sea la tradición imperial persa -que a su vez se puede pensar como el último brote, aun cuando muy distinto era al menos derivado, de las antiguas civilizaciones mesopótamicas (representadas por el Imperio Sasánida): la irrupción del Islam implicó una ruptura muy fuerte: con reemplazo total de escritura, con desaparición de la religión zoroastrista etc.) Pero aunque el olvido no fue completo, e Irán nunca se ha olvidado que tuvo un imperio y mantuvo de hecho su idioma (que no fue reemplazado por el árabe), la irrupción de la más reciente de las religiones universales de salvación tuvo el impacto y ruptura más fuerte.

La mención del Islam en el párrafo anterior es interesante, porque en cada una de esas tradiciones podemos observar como la cultura ‘clásica’ se enfrento con una religión universal de salvación, que puso en entredicho a dicha tradición. Si observamos desde menor a mayor impacto en cada una de esas zonas podemos encontrar:

  1. En el caso indio la nueva religión (el budismo) se expandió en su lugar de origen, pero finalmente ha tenido mayor impacto fuera de él y en India propiamente tal perdió influencia. La tradición clásica en el núcleo geográfico tuvo una respuesta claramente exitosa y logro mantenerse. Si bien no incólume, siempre se pueden detectar cambios, de todas formas representa el espacio donde menos impacto tuvo la nueva religión de salvación
  2. En el caso de China, y las zonas aledañas, se experimentó de manera muy fuerte el impacto del budismo. Este se expandió y se adaptó localmente (por ejemplo durante los Tang en China), de forma que se ha instaurado de manera permanente como parte del espacio cultural y ser parte de la tradición de esas zonas. Por otra parte, una fuerte reacción de la tradición clásica -por ejemplo, el neoconfucionismo en la dinastía Song- que logro reinstaurarse como el eje cultural (ayudado por el hecho que la religión universal se veía como algo extranjero) de esa zona. Pero esta restauración no impidió que la religión de salvación correspondiente efectivamente también, al final, fuera reconocida como parte de la tradición cultural propia, digamos, budismo Chan (China), Zen (Japón).
  3. En el área europea el cristianismo fue la religión universal de ese espacio, y claramente aquí tenemos un impacto mayor: Esta religión desplazó a las religiones anteriores y la tradición clásica tuvo que adaptarse  esta nueva religión (y así durante un buen tiempo los autores clásicos no olvidados fueron aquellos que podían subsistir bajo esta nueva religión). Sin embargo, la tradición clásica, como ya lo hemos mencionado, siguió existiendo; y también se han dado momentos de recuperación de esta tradición. Al igual que en el caso chino, entonces, podemos ver la coexistencia de la nueva religión de salvación con la tradición clásica, pero aquí el eje central pasa por la nueva religión. Múltiples factores pueden aducirse para explicar lo anterior (no el menor que la nueva religión se transformó en la religión oficial del Imperio, y que tenía su centros principales al interior del área)
  4. Finalmente, el caso del Medio Oriente, donde la nueva religión de salvación -el Islam- hizo una ruptura mucho mayor con las tradiciones anteriores, que en buena parte de los casos fueron olvidadas y reemplazadas por una nueva religión, escritura e idioma. El olvido de las tradiciones clásicas correspondientes no fue completo: Los árabes no olvidaron a los griegos (y recordemos que una parte no menor del espacio ocupado por ellos era espacio helenístico) ni los iraníes olvidaron completamente a los imperios persas anteriores, pero el cambio fue mucho mayor. El occidente latino leía a los clásicos en latín; y el occidente griego en griego; pero los árabes lo leían en traducciones al árabe. El occidente latino siguió escribiendo en caracteres romanos, el griego en su respectiva escritura; pero el mundo árabe no siguió usando las escrituras anteriores. En algún sentido, es el caso inverso del caso indio: En la relación cultura clásica / religión universal hubo un triunfador claro -aun cuando algún impacto este tuvo de la otra opción.

Los resultados de esas dinámicas culturales, en cierto sentido, todavía están con nosotros. En ese sentido existe cierta continuidad cultural en la historia: A partir de esos años, en general, más allá de los vaivenes de las sociedades y sus imperios, no ha sido necesario redescubrir civilizaciones olvidadas. Se ha adquirido continuidad.

La frase ‘adquisición de continuidad’ puede parecer exagerada. ¿No puede perderse en el futuro? Al fin y al cabo, varias de las primeras tradiciones civilizadas -la egipcia y la mesopotámica- duraron varios milenios, y bien podrían haber ellas pensado que no serían olvidadas: Se sabía que había momentos de disrupción, cuando los imperios caían, pero se seguía usando la escritura y creyendo en los dioses. No se puede dar por garantizada la continuidad, y si culturas de 3 milenios (como la mesopotámica) pueden desaparecer, porque no la tradición occidental que ha durado algo similar (si contamos la cultura clásica como parte de esa tradición, como aquí de hecho estamos haciendo, tiene algo más de 2.500 años).

Una de las diferencias, que fue la razón por la cual mencionamos la situación del siglo III (entre el 200 y el 300), es la pérdida del aislamiento cultural: El contacto entre las distintas tradiciones hace más difícil su olvido completo. Incluso si todo la tradición occidental hubiera desaparecido, los tradición árabe se hubiera encargado que no fuera completamente olvidada; incluso si toda la tradición india hubiera terminado, el budismo en la zona china se hubiera encargado que esa tradición no hubiera desaparecido completamente. Al mismo tiempo, la emergencia de religiones universales de salvación -que se dedican a la conversión finalmente-, también hace que al menos las tradiciones asociadas a ellas tengan difícil desaparición: la tradición occidental vive doquiera existan cristianos (por cierto, no es necesario ser cristiano para ser parte de esa tradición, pero siendo el cristianismo parte de ella, la conserva), y los musulmanes o budistas se encargan de lo mismo sobre sus respectivas tradiciones.

Eso no hace imposible el olvido, pero sí lo hace más difícil. Al menos en el sentido, que para que exista un olvido completo -al nivel que se olvide la historia, el lenguaje y la escritura- ese debe ser global. Y las ‘catástrofes’ globales, si bien no imposibles -y nuestra época bien debiera saberlo- son, al menos, menos probables que las ‘catástrofes’ más locales.

El Comercio Global entre los siglos XVI al XVIII

La imagen común de la situación del comercio global en la modernidad temprana es relativamente sencilla: Los europeos deseaban productos del Oriente y no teniendo ningún producto propio que ofrecer que fuera atractivo en esas zonas, sólo les quedaba intercambiarlos por metales. Otra afirmación, que ha adquirido fuerza en los últimos decenios, nos plantea que la imagen de una Europa dominante, o más adelantada sobre sis competidores asiáticos en esos mismos siglos no es tal: Los europeos no desplazaron en el comercio a sus competidores en India, por ejemplo, y en muchos casos dependían de los comerciantes locales. Se introdujeron en esas redes de comercio pero bajo ningún punto de vista se podría decir que dominaron, o que tuvieran una tecnología comercial superior a su competencia asiática.

Ambas afirmaciones, si bien parten de observaciones empíricas correctas, extraen conclusiones que no lo son.

Como Braudel ya había mencionado en su Vida Material, Economía y Capitalismo en 1979, y ha sido refrendado posteriormente por autores como Pomeranz, la primera afirmación olvida un hecho esencial: la demanda china por metal. La economía del Imperio Chino en la época estaba entrando en una fase importante de comercialización, para lo cual  requería metales -plata en particular- que esa misma economía no producía. Lo que olvida, entonces, la primera imagen es que los metales eran también una mercancía, no sólo un medio de pago. Los europeos probablemente hubieran preferido, en particular dadas sus creencias mercantilistas, vender otros bienes, pero sí vendían un bien. En algún sentido, como el mismo Pomeranz lo ha destacado, la idea tradicional pone a las sociedades asiáticas como un sujeto pasivo en relación a este comercio, como sus necesidades y dinámicas propias no fueran relevantes.

En relación a la segunda afirmación, lo que ésta tiende a olvidar es la existencia de una profunda asimetría en el proceso: Es cierto que los europeos no dominaron, pero los europeos son el único actor que operaba a escala global. Para decirlo de otra forma. hay comerciantes holandeses en prácticamente todos los puertos, pero no hay comerciantes chinos o indios en, digamos, Amsterdam o Sevilla. No es casual que los conflictos europeos, y sólo los conflictos europeos, terminen siendo conflictos globales: Los conflictos de las Provincias Unidas con España (y con Portugal) no fueron luchados solamente en Europa, o incluso sólo sumando las colonias americanas. Y la Guerra de los Siete Años bien puede pensarse como la primera guerra global. Es el hecho de operar a una escala global, y generar las estructuras organizativas que lo permitían, lo que diferencia y si se quier constituye una de las ventajas de Europa. No hay equivalente entre los comerciantes asiáticos de la estructura de la VOC -la compañía holandesa de las indias orientales- ni de su práctica de usar el comercio intra-asiático como forma de financiar su operación europea.

En última instancia, no hay que olvidar que en esos años es cuando se generan los primeros flujos globales de comercio -la plata extraída de América que termina finalmente en China, es en esos años cuando por primera vez se puede hablar de un comercio global. En la dinámica de esos flujos no se puede decir que Europa fuera el único actor relevante, como ya lo vimos las dinámicas internas de China tenían mucho que decir. Pero es crucial entender que la conformación de esos flujos globales fue producida por actores europeos, y que las operaciones de ese flujo eran realizadas en buena parte por esos actores. La Europa del siglo XVII no era más rica o poderosa que China, en particular si comparamos -como debemos- todo el continente europeo con todo el Imperio Chino, y el movimiento hacia la modernidad debe explicarse a la luz de la economía global; lo cual no debe cegarnos tampoco al hecho que la máquina de ese movimiento estuviera en Europa.

40 Años

La mañana del golpe mi mamá, que se encontraba trabajando en Entel, recibió una llamada desde la sala cuna en que me encontraba yo, de 11 meses a esa fecha. La llamada era para comunicar que si no me pasaba a buscar en una hora me dejarían abandonado en la calle. Mi mamá, entonces se vio obligada a cruzar el centro de Santiago mientras ocurría el golpe. Trayecto, por cierto,que ha olvidado por completo. La historia anterior no es, comparada con la de muchos compatriotas, muy grave. Lo que muestra, en todo caso, espero con claridad es que el golpe no es, por más que 40 años hayan pasado, algo del pasado. El golpe y la dictadura posterior son parte de la experiencia de buena parte de las personas que viven en Chile el año 2013.

Insistir, como se sigue haciendo por algunos, en la necesidad de olvidar, de invisibilizar, es una forma de negar la experiencia personal. Un olvido que, de hecho, termina siendo imposible. Aunque no siempre se haga explícita o se haga pública, el recuerdo existe y se mantiene. La demanda de olvido es la otra cara del llamado al recuerdo ‘completo’, que incluya el otro lado de la historia. Un llamado permanente pero que no llega a fructificar: es un llamado que siempre está asociado a la idea que ese lado de la historia nunca se reconoce. La razón del fracaso de ese llamado no es difícil de establecer: Siendo un llamado exculpativo no funciona en un contexto en que para el discurso dominante nada justifica los asesinatos, torturas y desapariciones. Todo esto recordando que la inicial estrategia de negación ya resulta imposible.

Las estrategias sobre el recuerdo del golpe de los partidarios de la dictadura resultan ser contrapuestas: Son llamados a recordar menos o a recordar más. En cualquier caso, lo central en estas estrategias es obviar y minimizar, al final, los hechos personales: Que uno apoyó un régimen asesino y torturador, y que a uno no le importó (¿no dijo un Presidente de la Corte Suprema que lo tenían curco con los desaparecidos?). Es la necesidad de no reconocer ello lo que lleva a cosas tan extrañas como exigir ser perdonado sin pedir perdón, o exigir que otros primeros pidan perdón. La persona que realmente siente el dolor y el daño causado no hace esas cosa, simplemente pide perdón. Patricio Aylwin, que apoyó y promovió el golpe, cuando presentó a los chilenos el Informe Rettig se quebró, lloró y pidió perdón. Eso es lo que hace alguien que no ha perdido su norte moral.

Uno puede vivir muchos años, y quienes no lo ha experimentado debieran agradecer su suerte, sin pasar por crisis históricas graves. En ellas se prueba quien uno es. Hay quienes, finalmente, hacen lo que hay que hacer -digamos, crear, apoyar y ser parte de algo como la Vicaría de la Solidaridad-; y hay quienes que de hecho hacen lo que no hay que hacer, y eligen no escuchar, no preocuparse, minimizar y negar.

Antes de finalizar, no estará de más hacer notar algo sobre el presente: La violencia no ha dejado de estar presente en Chile. En las tierras mapuches ahora ella existe. Puede que su intensidad sea menor, aunque no experimentándola mi juicio al respecto no tiene mucho valor y habría que reflexionar en que para quienes la sufren la violencia es siempre intensa, ni los asesinados dejan de estar menos asesinados porque los haya en menor cantidad. No estará de más darse cuenta que en muchos debates sobre estos temas se repiten tal cual argumentos y exigencias que se daban en la dictadura, y quien recuerde las intervenciones en las poblaciones urbanas deberá notar las similitudes con las intervenciones en las comunidades mapuches.

Y entonces, ¿cuál es la relación que uno tiene con la violencia y la crisis que a uno le toca enfrentar hoy?

El miedo atávico de la élite en Chile

Hace algunos meses comentaba en alguna entrada que el orden social en Chile en realidad es frágil (link aquí): Que la élite no sabe funcionar en una sociedad movilizada y que su reacción frente a ello es usualmente la violencia.

Leyendo ayer ‘Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana’ de Armando de Ramón (Catalonia 2007) me encontré con el siguiente párrafo a propósito de la situación de los sectores populares entre 1730 y 1850 (la era de la consolidación urbana de acuerdo a de Ramón):

A todo esto hay que agregar el ‘miedo’ histórico cultivado por la clase poseedora. El miedo a los antiguos levantamientos indígenas. Relegados ahora al recuerdo y a la frontera de Arauco, se reproducía cada noche y cada día, considerando la existencia de esta especie de mundo subterráneo que se había introducido en la ciudad y formado sus arrabales, el que numéricamente era mayoría dentro de la población que habitaba Santiago (p. 107)

El rechazo a lo indígena se transforma entonces en el rechazo a las clases populares que se ha mantenido con posterioridad entre esas clases poseedoras. Un hecho crucial, creo, es que este miedo es frente a un otro, completamente separado de este sujeto con miedo. Porque la facilidad con que la élite usa la violencia ,y buena parte de las formas que adquiere su trato permanente al resto de la población de Chile, tiene su raíz en el hecho que nunca ha considerado a esos grupos como parte de una misma comunidad, de un ‘nosotros’ como le gustaba decir al PNUD.

Lo cual, finalmente, no es otra cosa que volver a plantear que el problema de Chile es su élite.

 

Burawoy sobre movimientos sociales y la contra-mercantilización.

Ayer 23 de Julio fui a una conferencia en la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile en la que Michael Burawoy habló de ‘Facing an Unequal World’. Bien interesante. Así que ahora procedemos a resumir lo que más me pareció relevante de la conferencia y a hacer algunos comentarios.

La idea fundamental es que para poder entender, básicamente, los movimientos sociales de los últimos años es el contexto del avance del neoliberalismo en el mundo. Y ello se entiende mejor si se lo analiza a partir de de las ideas clásicas de Polanyi en La Gran Transformación. Polanyi hablando del proceso de mercantilización en el siglo XIX lo que propone es que, en ultima instancia, el avance del mercado lo que produce es un contra-movimiento, el mercado autorregulado no es sustentable finalmente: termina amenazando la continuación de la sociedad y por ello la sociedad procede a regularlo. Por lo tanto, los movimientos sociales han de entenderse en general como formas de contra-mercantilizar

Lo que hace Burawoy es plantear que uno tiene que complejizar esta idea básica. Lo fundamental es que lo que Polanyi había visto como un sólo movimiento -que habría probado de una vez por todas que el mercado autorregulado no funciona- en
realidad es más bien tres olas distintas. Y cada una de estas olas no es solamente una repetición de un movimiento hacia y desde la mercantilización sino que tiene características distintas. Para ello Burawoy recupera la idea de Polanyi de una mercancia ficticia: un bien que si se mercantiliza por completo ve amenazado su valor de uso (y deja de funcionar). Además varían los actores involucrados en el contra-movimiento.

En un esquema:

Ola Cronología Mercancía Ficticia Actor Teoría
Primera Ola 1795-1914 Trabajo Comunidad Local Espontaneidad
Segunda Ola 1914-1974 Dinero (+T) Estado Nacional Emancipación
Tercera Ola 1974- Naturaleza (+D + T) Sociedad Global Protección

Uno puede observar, entonces, como los movimientos sociales de los últimos años se ubican como formas de protegerse frente al mercado en relación a estas mercancías ficticias: Frente a la mercantilización de la naturaleza, y en particular del acceso a la tierra (y como muchos son excluidos de ella), frente a la mercantilización total del dinero, expresado en el
capital financiero sin límites y en disputas sobre endeudamiento, y frente a la mercantilización del trabajo, expresado en la ola actual como precarización.

Parte de las conclusiones de Burawoy se detuvieron en la relación con el Estado de los movimientos sociales actuales. En parte enfatizó que existe una desconfianza hacia el Estado, visto éste como algo coludido con el capital; y que existe en general una emergente, pero todavía no establecida, visión de una democracia participativa. Además ¿cuál es el actor encargado del contra-movimiento de esta tercera ola? Porque el Estado habría sido el actor de la segunda, pero ya no correspondería a una ola que ocurre a un nivel global. De hecho, en ese sentido, Burawoy enfatizó la posibilidad que no existiera un contra-movimiento en esta tercera ola. La sociedad no funcionaría como un sistema auto-regulado con mecanismos de retro-alimentación que garanticen la existencia de correcciones.

Hasta aquí Burawoy. Ahora los comentarios

  1. Lo primero es en relación al carácter de esos contra-movimientos. Recordemos, Wallerstein dixit, que el capitalismo es una máquina que se basa en el crecimiento. Ahora, en cada ola lo que ha pasado es que la mercancía ficticia en cuestión es una cuya reproducción y uso se encontraría amenazado y que resulta crucial para la reproducción y el crecimiento del capitalismo. Pensemos en el caso del trabajo: Los resguardos al trabajador lo que permiten es que los trabajadores se reproduzcan y además promover su productividad (i.e a través de educación por ejemplo). Las crisis financieras terminan afectando la posibilidad del uso como medio del intercambio y del funcionamiento de los mecanismos de crédito -que son cruciales para el crecimiento. En ese sentido, podemos explicar porque se han dado estas olas: En cada situación el capitalismo se enfrenta a una crisis de un recurso que se mercantiliza por su expansión pero que su pura mercantilización puede afectar el crecimiento posterior del capitalismo. Por decirlo de alguna forma, las razones del contra-movimiento no son puramente anti-capitalistas o productos de movimientos sociales que se enfrentan a la mercantilización.
  2. Con lo que pasamos al segundo tema que es el carácter del Estado. Una cosa importante de recordar es que el Estado ha sido un actor crucial en cada ola de mercantilización: Una de las cosas que Polanyi enfatizaba es que mercantilizar a la sociedad requiere de una fuerte intervención estatal. Y al mismo tiempo ha sido un actor crucial para cada contra-movimiento. Puede que el actor que genera el contra-movimiento no sea el Estado, como por ejemplo en la primera ola, pero es el Estado el que ejecuta las medidas que lo permiten. En este sentido, y pensando en el primer punto, usando el marco del propio Burawoy, el Estado sí parece funcionar como el comité ejecutivo de la burguesía, al menos de cuando en cuando, y es allí donde se juegan los procesos de ‘corrección’.

Más en general, de alguna forma, nos hemos olvidado que los Estados tienen poder -al fin y al cabo, siguen manteniendo control de medios de violencia- y que hay una razón por la cual, siguiendo el razonamiento de Burawoy, los Estados son cooptados: porque su cooptación es relevante porque efectivamente manejan recursos. Pensar el Estado como un agente sin poder ha sido uno de los trucos más ingeniosos de la ideología de la mercantilización.