Sobre la crisis de representación

En El Mostrador, Bellolio hace una crítica al infantilismo revolucionario. La anécdota es bien sencilla. Como moderador de debate de la FECH hizo una pregunta final: ¿por quién votarías para presidente de Chile? Y hace notar que todos los dirigentes de la izquierda no PC optaron por anular. En esas circunstancias, ¿cómo va a representar el sistema si es que uno no participa del juego? Al fin y al cabo, podrían haber dicho cualquier nombre -no tendrían la excusa del votante que se encuentra frente a dos malas alternativas, eran libres para decir cualquier cosa.

La crítica olvida que lo que devela es precisamente el punto: Es el rechazo a la idea misma que las democracias funcionan con representantes. Les plantea un juego que los dirigentes ‘saben’ que no funciona: No importa a quién se elija, la cosa no funcionará. Es precisamente lo que ha pasado dentro de la CONFECH, con el continuo rechazo y desconfianza a la idea de líderes que representen.

En general, la idea moderna de representación es relativamente reciente. Peña en alguna columna en El Mercurio se refería a la idea que los parlamentarios habían pasado de representantes a nuncios. De personas que podían actuar independientemente a personas que sólo comunicaban la decisión de los votantes. La idea del representante como actor autónomo es de hecho relativamente reciente -Burke a finales del siglo XVIII en su carta a los electores de Bristol defendía esa forma. Pero lo tradicional, lo previo, era el nuncio: La persona que no puede tomar decisiones sin un mandato del voto.

La representación está en crisis no porque nuestros representantes no realicen la tarea de representación, y la cosa sería cambiarlos por otros representantes o incluso por otra forma de obtener representantes. Lo que está en duda es la idea general de la representación. Existe un cambio hacia una sociedad que, instintivamente, prefiere un actor mandatado, que no puede actuar por su cuenta al representante autónomo.

Nunca hay que olvidar que los arreglos institucionales son siempre históricos y cambiantes. Puede que las personas no cambien nunca, pero las instituciones sí lo hacen. Y las estructuras a las que estamos acostumbrados, la idea que la democracia funciona a través de representantes, pueden modificarse o incluso desaparecer.

Ingresos de Asalariados y de Independientes

Tiempo atrás había hecho una entrada comparando los ingresos de los asalariados y los independientes en la CASEN 2009. Los datos mostraban que a igual nivel educacional, los ingresos de los independientes eran bastante mayores.

Lo que hicimos ahora fue simplemente ver la evolución de esa diferencia desde la CASEN 2000 en adelante. En todos los casos estamos comparando ingreso de la ocupación principal. Y estamos comparando cuenta propia con asalariados (del sector público y privado). Quedan fuera los patrones y queda fuera también el servicio doméstico y las fuerzas armadas.

Nivel Educacional 2000 2003 2006 2009
Sin Educación Formal 13% 41% 11% 25%
Básica incompleta 41% 42% 52% 40%
Básica Completa 50% 65% 61% 47%
Media Humanista incompleta 54% 67% 74% 53%
Media T-P incompleta 43% 54% 47% 53%
Media Humanista Completa 79% 76% 72% 62%
Media T-P Completa 41% 61% 73% 75%
Superior incompleta 75% 73% 71% 68%
Superior Completa 31% 75% 91% 80%

Los datos nos muestran que, en general, la ventaja se mantiene relativamente estable a lo largo del tiempo (los sin educación cambian a cada rato, pero eso se debe en parte a que son menos). Pero también nos muestran que la diferencia a favor de los independientes ha crecido de manera importante en algunos grupos específicos -como la superior completa.

En cualquier caso, nos muestra que esta diferencia a favor del trabajo independiente es una característica estable del mercado laboral chileno.

Trabajadores independientes y sus sueños sobre el futuro

A veces uno es increíblemente bruto. Tenía el material por bastante tiempo, a estas alturas alrededor de unos 10 u 11 meses, pero sólo a principios de esta semana saque la obvia conclusión.

El tema era la imagen del futuro deseado por parte de trabajadores independientes (que algo habíamos analizado el año pasado en la Subsecretaría). Y una conclusión relevante era que parte de esa imagen deseada de futuro era un futuro trabajado. Un poco más relejados, con menos responsabilidades, haciendo lo que les gusta hacer.

Lo que me dí cuenta sólo ahora es que, en realidad, esa visión deseada del futuro es una visión idealizada de su situación actual: O sea, se ven trabajando como independientes (en algún tipo de negocio) pero de mejor manera, y enfatizando los aspectos positivos de ese accionar (autonomía -o sea, el gusto-, manejo del tiempo -o sea, más relajados). Ahora, si uno observa a los asalariados, ¿podría uno esperar que parte de su futuro deseado fuera una visión idealizada de su situación actual? ¿Se podrían ver positivamente como empleados a los 70 u 80 años? Probablemente no, y esto nos envía al tema del sentido del trabajo.

Efectivamente, al parecer, los independientes logran construir un mayor sentido en el trabajo que los asalariados, tal que pueden pensarlo su futuro ideal incluyendo lo que hacen ahora: Su deseo es una idealización de lo que tienen ahora, no un cambio fundamental sobre el presente.

O al menos, eso es lo que daban la evidencia que habíamos logrado recoger, que sigue siendo algo indicativa y no muy concluyente. Pero para eso está la investigación supongo: para hacer indicaciones a explorar en mayor profundidad.

Un comentario sobre la Adimark de Agosto a propósito del conflicto estudiantil y su base de apoyo social

Si, ya había dicho que no volvería a escribir sobre el conflicto estudiantil, pero bueno algunos datos de Adimark me parecieron interesantes. Y los creo interesantes porque le dan agua a mi molino. Había dicho que la base de apoyo de las protestas eran las clases medias emergentes (ahora, las demandas estudiantiles son populares entre todos los grupos, por lo que esto quiere decir que es ahí donde son más populares).

¿Y que nos dicen los datos de Adimark?

Aprobación Neta (aprobación -desaprobación)

El segmento C3 -que corresponde más cercanamente a los ‘medios emergentes’- es el grupo donde se da una mayor aprobación neta (68 puntos). Pero quizás más claramente y más importante es el grupo más militante en relación a esas demandas. La aprobación neta de las movilizaciones es de 24 puntos, que es mucho más amplia que la de cualquier otro grupo socioeconómico. Si bien todos están de acuerdo con las demandas (el C3 en todo caso más fuertemente) la intensidad del apoyo, como reflejada en la movilización, está concentrada en los grupos medios emergentes.

En otras palabras, efectivamente la base social de apoyo del conflicto estudiantil corresponde al grupo que habíamos dicho: los medios emergentes.

Una elite que no comprende nada

Lo había mencionado hace un par de entradas, pero es importante volver a mencionarlo: Es preocupante la falta total de comprensión de la élite por sobre lo que está pasando en Chile.

Entre Tironi, que pasó por teorías bien peregrinas (los 15.000 doláres, comparando con el ’68) sobre el tema hasta llegar a ideas con algo de más sentido (La Estafa); Jocelyn-Holt que sacó la idea que una ‘dialéctica generacional’ (Infantilismos varios), ante una movilización que se ha caracterizado por unir varias generaciones (*); antes los continuos ataques contra la representación del movimiento porque sus líderes fueron elegidos con pocos votos (por ejemplo Carta Abierta para Camila), como si los voceros que movilizan a varias centenas de miles de personas tuvieran que dar explicaciones sobre representatividad; con un Roberto Méndez que reduce todo al tema económico, olvidando las repercusiones de ese tema (i.e sobre, precisamente, crisis de representatividad);; cuando se plantea que el fracaso del paro de la CUT evidenciaría que habría un problema con la educación pero no un malestar generalizado, olvidando lo central que es la educación para las familias chilenas ¿que es lo que se puede hacer?

Porque, claramente, la falta de comprensión del tema por parte de la elite (o al menos de quienes hablan) es manifiesta. Claro esta, algunas de las incomprensiones son, me imagino, voluntarias: Insistir en el tema de los votos es una manera débil de defender la representatividad de los parlamentarios (elegidos por más votos, al menos en general). O cuando Piñera plantea que no aceptara la estatización o Bulnes plantea que se amenaza a toda la educación subvencionada si se prohíbe lucrar si se reciben fondos públicos cuando ese no es el punto, es una forma de olvidar que una mera transformación en sociedad sin fines de lucro dejaría incólumes a esos colegios. Pero esas son tácticas de presentación en el debate público. Pero en realidad detrás de todo eso está un desconocimiento de la situación.

Y claro, al final, el problema es que una élite tan disociada en su vida cotidiana de la población, simplemente no puede entenderla. De nada sirve tener acceso a encuestas cuando uno está tan completamente ajeno a las personas.

(*) Por cierto, para la elite puede ser preocupante o tema que esa unión generacional la lideres jóvenes, pero para la población no ha sido tema. Y no ha sido tema precisamente porque no se ven ni intereses ni posturas disociadas

(**) Por cierto, también es cierto que el propio movimiento también tiene esos problemas de comprensión. Pero en última instancia, no son los que recuerdan, tanto como pueden, que dirigen el país.

(***) Y suficiente con entradas sobre la situación actual. Si bien es cierto que para todo sociólogo los instantes de crisis social son siempre de interés (y además de su interés como ciudadano al fin y al cabo), tampoco vale ser monotemático.

El problema de la élite en las movilizaciones actuales

Una característica de las reacciones de la élite a la situación actual (como se observa en la prensa masiva, donde  escriben columnas) es su recurrente refrán de comparar con la situación del ’73 o en general con una situación de quiebre del orden social: lo que se requiere es cuidar al país al decir de Gallagher por ejemplo (aunque Gallagher hace la comparación con los recientes disturbios en el Reino Unido).

El caso es que lo anterior no tiene sentido. Pero nos habla bastante bien de los problemas y limitaciones de la elite.

¿Por qué no tiene sentido? Daré un ejemplo de otro ámbito de cosas. Hace un tiempo me comentaron los resultados de un estudio de clima laboral realizado en una empresa (la que posteriormente se enfrentó a una huelga). Bueno, el tema era que los ejecutivos se decían si existía un ánimo de alta conflictividad e insatisfacción que pudiera producir una huelga. El caso es que conversando sobre los datos, lo que aparecía claramente eran dos cosas: No había un ánimo tan conflictivo, pero igual existiría una huelga. Y esto porque para los trabajadores la huelga era algo completamente normal, así que no requería un ánimo de alto resquemor e insatisfacción para realizarla. Lo que se requería eran demandas no cumplidas.

Y eso, en parte, es lo que sucede en general: La idea de movilizarse simplemente se normalizó. Y ya no se piensa ‘¿protestas y marchas? Oh, caos’. Los aspectos de violencia pueden asociarse al caos, pero si algo es claro en las movilizaciones es una cierta voluntad de los manifestantes de separarse de la violencia.

Esto también está detrás de por qué una sociedad donde las encuestas muestran niveles de satisfacción importantes con la vida tiene estas manifestaciones (otras razones las dimos en la entrada anterior): Simplemente que ya no se asocian las cosas, y no se requiere estar altamente insatisfecho con la vida  para protestar. Lo que se requiere es, sencillamente, tener una demanda importante no cumplida y una conciencia (y una confianza) en las propias capacidades para generar un cambio.

De hecho, lo preocupante es precisamente esa sobre-reacción de la élite. Porque nos muestra que estamos ante una élite que no sabe comportarse frente a situaciones de movilizaciones, no sabe relacionarse con una ciudadanía empoderada que le dicen. Si se genera una situación de ingobernabilidad -para usar esa palabra- será sólo porque la élite no sabe cómo comportarse frente a estas situaciones (por ejemplo, la acción del gobierno el 4 de agosto).

Aunque, por otra parte, también es entendible. El argumento central de la élite, para evitar la situación de crisis general que se estaría incubando a su parecer, es entonces fortalecer la idea (y la práctica) de la democracia representativa. Que se requiere fortalecer esas instituciones y esos actores porque de otra forma el caos. En una situación en que esas instituciones y esos actores están en crisis, y con deslegitimación total, cuando nadie cree que los representantes hagan lo que se supone hacen; defender la importancia de la representación como tal, es una de las únicas cosas que se pueden hacer.

Una nota sobre la base de apoyo de las protestas estudiantiles

En algún post anterior sobre las movilizaciones dije que lo importante de ellas no era que los estudiantes se movilizaran (en última instancia, los estudiantes de universidades públicas siempre lo hacen), sino el hecho de su convocación exitosa de otros actores -en lo fundamental, de adultos que o son familiares directos de estudiantes o lo son de futuros estudiantes.

Lo cual me lleva entonces a lo siguiente: ¿qué grupos son los que están protestando? En particular, en relación a las movilizaciones de estudiantes de educación superior. Es relativamente claro (creo) que esas protestas son fundamentalmente de grupos medios. La expansión de la educación superior ha sido bastante amplia, pero también es claro que los principales beneficiados en general han sido grupos medios. No los que ya tenían relativo acceso (digamos parte del C2 para usar la segmentación del marketing), pero si en grupos medios-bajos (C3). Es allí donde la dinámica de tensiones que produce el pago y el endeudamiento es más crítica. Ellos son los grupos, también, uno puede plantear que son los que usaron las herramientas como el crédito con aval del Estado, que es la forma más cara de crédito para educación superior.

En otras palabras, las clases medias emergentes que les decían. Los grupos donde se vive la primera generación en educación superior, que han experimentado en general un aumento en su estándar de vida, y que están claramente involucrados en el proyecto educacional como un proyecto familiar.

Ahora, si lo anterior es correcto, entonces esos grupos son los mismos que hicieron ganar a Piñera. El estudio de Aninat y Elaqua mostraba que la clase media aspiracional había sido clave en el triunfo de Piñera. ¿Y que los caracterizaba? En el resumen del texto:

 Los datos muestran que las comunas de clase media aspiracional se caracterizan por tener (1) alta cobertura de educación superior, (2) alta matrícula particular subvencionada y (3) alta participación laboral femenina

O sea, el tema educacional en ellos era central. Por lo tanto, la base de apoyo de las protestas estudiantiles había sido una importante base de apoyo de la elección de Piñera.

(*) Esto también explica una de las cosas que entre medio sorprendió a algunos: La coexistencia de altos niveles de satisfacción (como lo mostraba la encuesta CEP) con este ambiente de movilización. Estos grupos, uno puede plantear, tienen bases para satisfacción: una historia de ascenso y mejoramiento de su estándar de vida, relaciones familiares en general buenas etc. Lo cual no quita que, al mismo tiempo, tengan preocupación por este tema. Por decirlo de alguna forma, la situación en educación representa una amenaza a la historia que les permite estar satisfechos.

En torno a la discusión sobre el lucro

A propósito de las movilizaciones sociales que vivimos actualmente (y que para un sociólogo siempre debieran ser causa de interés), me imagino que cada quién ha desarrollado algunas ideas. En este y en las siguientes dos entradas, vamos a escribir algunas de las que me han rondado por la cabeza (*)

¿Por qué se reclama contra el lucro en educación, y sabemos que es una demanda masiva, y no se reclama contra el lucro en, digamos, por la alimentación? Porque buena parte de los discursos explícitos se podrían aplicar al caso de la alimentación sin mayores problemas. Una pista está dada en torno a la relación con Salud. Uno escucha críticas contra el lucro de las Isapres, pero bastante menos con las clínicas privadas. ¿Cuál es la diferencia?

Una hipótesis, que creo relativamente sensata y que creo da cuenta de esas diferencias, es la siguiente. Que cuando se percibe que el lucrador entrega un servicio a cambio del lucro, no produce muchos problemas. El señor Carozzi lucra, pero a cambio tengo tallarines -que, mal que bien, cumplen con lo que se supone hacen los tallarines. En el caso de Salud, ¿quién me entrega el servicio? Es el doctor y la clínica donde trabaja los que me operan, hacen que no me muera y esas cosas. Podré reclamar que son caros, pero no que están haciendo algo. En el caso de la Isapre, sólo se ve el lucro que obtienen.

Por lo tanto, la diferencia crucial sería entre quienes lucran ofreciendo algo, y quienes lucran a costa tuya. No es tan sólo que lucren, sino que lo hacen produciendome un perjuicio, en ultima instancia, estafando. La Polar me cobra mucho más de lo que es razonable (y cambia el contrato sin decirme nada); las AFP sacan ganancias cuando yo pierdo dinero en mis ahorros previsionales; y en educación no sólo cobran caro sino que además no entregan el producto que uno andaba buscando (una educación de suficiente calidad que permita obtener buenos empleos).

Una defensa del establishment en relación a la demanda del lucro ha sido la que es una crítica al lucro en general, y que eso no tiene sentido porque todos ‘lucramos’. Eso siempre sonó a falso porque no respondía a los significados y alusiones en el habla común del lucro; y además porque, de hecho, no se critican todas las actividades con lucro. Pero al hacer ese juego, entonces desaparece lo que es crucial: la percepción de lucros que se hacen a costa de las personas.

(*) Y para que no se me olviden. Las siguientes son a) sobre la base de apoyo de las movilizaciones (y su relación con la votación de Piñera en la elección) y b) sobre la reacción de la elite y lo que dice sobre su paupérrima condición.

Santiago Centro entre las 18:00 y las 21:00. Un ejercicio de observación

Aprovechando que tenía una capacitación en Seminario que terminaba a las 18:00, decidí que lo menos que podía hacer como sociólogo era observar lo que pasaba durante la marcha. Una cosa es que uno no sea muy insigne observador y otra cosa no cumplir los deberes hacia la disciplina (y además aprovechar de cumplir algo los deberes como ciudadano).

En el pequeño trayecto desde Seminario a la Plaza Italia, ya estaba lleno de carabineros (muchos a caballo) y ya estaban reuniéndose personas. Y todo relativamente pacífico hasta que la policía decidió que era contra la ley que mucha gente estuviera reunida. Producto de lo anterior, y ayudado por un cuantioso despliegue de lacrimógenas, el trayecto siguió por la Alameda hasta Estado, y de ahí diversas vueltas por el centro. Hasta que alrededor de las 21:00 horas me encontraba en la Plaza de Armas con fogatas en las cuatro esquinas -el centro es bien inflamable en realidad, con todas las bolsas de basuras que quedan en la noche- y decidí volver a mi casa (y encontrarme con fogatas en las esquinas de Tarapacá). Una vez realizada esta breve narración pasemos a las observaciones.

1) Que, a menos que los carabineros estuvieran activamente reprimiendo, prácticamente no se realizaban interacciones entre manifestantes y carabineros. Era sólo cuando carabineros decidía que tal o cual grupo era lo suficientemente numeroso para ser reprimido que había interacción. Esto es válido para las horas iniciales, más cerca de las 21:00 la dinámica ya era diferente.

2) La diversidad en edad de los manifestantes. Porque además de estudiantes había mucha gente de 40 o más años. Digamos, para simplificar mucho, una manifestación de apoderados y de estudiantes (me encontré con varios grupos de madres / hijos). O usando otra forma, una manifestación con personas con experiencia de manifestaciones en dictadura además de los estudiantes.

Es interesante además notar que quienes eran visiblemente adultos tenían una ventaja en la manifestación. Como eran indistinguibles de transeúntes, podían -en momentos de represión- pasar ‘piola’ y caminar al lado de carabineros sin mayores problemas (De hecho, en general, para evitar represión el no correr o huir de carabineros resultaba relativamente eficiente).

3) Hay una cierta voluntad de normalidad entre la gente que observa la manifestación. Por ejemplo, en San Antonio con la Alameda me encontré con varios kioskos abiertos momentos antes que se volviera imposible (por lacrimógenas, ataques de lanza aguas u otros). Y de hecho, volviendo una hora después, ya estaban abiertos. O negocios en la Plaza Italia abiertos hasta las 18:15. En general, mientras las grandes tiendas cerraron con anticipación, las tiendas pequeñas se mantuvieron abiertas todo el tiempo que pudieron. Algo parecido puede decirse de las personas (no manifestantes), que hasta que la represión caia sobre ellas, intentaban seguir su rutina diaria.

4) A propósito de las fogatas y los daños. Habiendo visto varias fogatas en el momento de creación (cerca de la Plaza de Armas) me llamó la atención la ‘naturalidad’ de la acción. La persona iba calmadamente, tomaba algún elemento que se pudiera quemar y lo arrojaba en la fogata, sine ira et estudio. Si uno tiene la imagen que los daños los producen vándalos que están fuera de sí, pues bien, no es esa la situación.

4) Un tema táctico si se quiere (y que es más o menos obvio). Dado que los carabineros atacaban cualquier concentración, entonces su acción tiende a dispersar a los manifestantes y por lo tanto a ampliar el radio de acción de la manifestación. Dejado a sus anchas, los manifestantes hubieran marchado por la Alameda. Impedidos de ello, entonces sus movimientos son recurrentes nuevos intentos de volver a la Alameda y de agruparse en otras calles y lugares. En otras palabras, la represión no evita que la gente se manifieste y ‘desordene’, lo que evita es su concentración -y por lo tanto su visibilidad pública.

Dicho todo eso, podemos preguntarnos ¿cuál es el sentido de la represión? Obviamente no es el de proteger la seguridad del centro de Santiago. Las disrupciones fueron causadas por la acción policial al fin y al cabo. Como mencioné anteriormente, kioskos y negocios pueden estar abiertos cuando la manifestación se lleva a cabo; es sólo cuando caen las lacrimogenas y el carro lanza aguas es cuando se produce disrupción. Al fin y al cabo, con represión de todas formas los negocios se cierran, las personas salen antes de sus trabajos; y de hecho terminamos con situaciones de daños mayores.

Dado que todo eso es sabido, entonces claramente el objetivo no es la seguridad. Pero el resultado de la acción policial es que no se pueda notar (y no se pueda crear) la masa protestante. Me imagino entonces que ese es el objetivo

Sobre las movilizaciones de Educación

Al final, creo que el tema de las movilizaciones por Educación tiene un núcleo relativamente sencillo (y que por lo mismo resulta bastante difícil de superar, y que resulta central para la sociedad chilena). La pregunta crucial para entender las movilizaciones es ¿por qué no pasaban estas cosas hace 15 años? (digamos durante los ’90 o principios de los ’00).

Es claro que no es porque se estuviera de acuerdo con el lucro y esas cosas, o que a los estudiantes les diera lo mismo el fortalecimiento de la educación pública, o que se quisiera educación gratuita (o arancel diferenciado). Ese discurso y demanda siempre ha existido entre los estudiantes (y me imagino en general en la sociedad). De hecho, los estudiantes de educación superior siempre se movilizan (tomas y paros son parte normal del estudiante universitario de universidad pública). Lo inusual entonces es, de hecho, la facilidad con que el resto de la población se ha sumado a estas demandas. Una manifestación de 100 mil personas, obviamente, no se construye con puros estudiantes. La diferencia esencial (y lo que gatilla la participación de otros actores) no se puede encontrar entonces en el tipo de demandas -que son permanentes.

Creo que la diferencia esencial se debe a un cambio estructural de la situación de educación superior. En los ’90 teníamos una apuesta que podía ser costosa pero que parecía muy razonable, en un contexto de ampliación que implicaba para muchas familias la incorporación a ese mundo. Era claramente una situación de  ascenso social. ¿Cuál es la diferencia en la actualidad? Una educación algo más costosa, pero además donde la conciencia de los costos es mayor (por ejemplo, los alumnos que desertan, pero no por ello dejan de estar endeudados); pero quizás más crucial, un escenario donde aparece una duda relevante sobre el resultado de esa inversión (sobre los ingresos, sobre la inserción laboral?). En particular, la expansión ahora puede percibirse como amenaza de los logros de la inversión (si todos tienen educación superior, entonces ¿de que servirá?). Puede que los datos objetivos no sean tan negativos -y sigan mostrando un ‘retorno’ positivo- pero que subjetivamente aparece una duda relevante, sobre una apuesta con costos altos, creo que es una hipótesis más que plausible. En cualquier caso quedarse con la idea que el sistema funciona porque su cobertura es mayor, es quedarse en un diagnóstico que se podía defender hace 15 años, pero que claramente no suena razonable para la población ahora.

No estaría de más mencionar que una duda sobre la pérdida del valor de una apuesta educacional suena más razonable cuando pensamos que, en particular para los sectores medios-bajos y bajos, ya hay una experiencia de devaluación de inversión educacional anterior: La educación media completa. Alguna vez completar educación media (o humanidades) implicaba un ingreso mayor, mejores empleos, y alguna forma de ascenso social, pero en el momento en que se universalizó perdió esas características. ¿Y si pasara lo mismo ahora que se expande la educación superior? Tomando en cuenta el costo de la inversión, la repetición de ello sería claramente un desastre para esas familias.

Si es lo anterior lo que está detrás de la crisis educacional (una inversión que pierde sentido, por aumento de costos y una creciente duda por lo que se puede lograr con ella), entonces claramente es una situación bastante difícil de solucionar. En última instancia, el tema del costo podría solucionarse; pero ¿y los resultados? La ‘solución’ vía limitar el acceso claramente es inviable. Para garantizar que la educación superior  permite obtener resultados incluso si se amplía su cobertura requeriría un real aumento de calidad, que tampoco es fácil de lograr. En todo caso, es un tema estructural.

Lo cual nos lleva al último punto, y el más crucial. Una de las características más claras de la sociedad chilena de las últimas décadas es la centralidad del proyecto educacional para organizar (y para dar sentido) las acciones y los proyectos de las familias. En particular, en los segmentos medios-bajos y bajos. Si este proyecto entra en crisis, entonces no es tan sólo un tema de educación; es que todo queda sin mucho sentido.   La idea que a través de la educación se asciende en la sociedad es uno de los ejes, finalmente, en los que descansa el actual orden social en Chile.